En cinco años no habrá casi religiosos en los colegios

La edad avanzada y la falta de vocaciones abocan a la escuela católica a la reconversión

Colegio adherido a la Fundación Educación y Evangelio

Colegio adherido a la Fundación Educación y Evangelio

En cinco años no habrá casi religiosos en los colegios [extracto]

JOSÉ LORENZO | Atrás quedaron los tiempos en los que los colegios religiosos estaban llenos de frailes y monjas y en donde el laico, si lo había, era el que impartía gimnasia. Hoy, estos centros educativos están inmersos en una profunda reconversión, de la que habrán de salir reforzados o, en el peor de los casos, abocados al cierre o a su cesión a una empresa que lo explote económicamente, abandonando la misión evangelizadora con la que vio la luz. Este es el panorama que dibuja un buen conocedor de esta situación, Manuel Barahona, que preside la Fundación Educación y Evangelio (FEyE), una alternativa desde la propia Vida Consagrada a la desaparición de estos colegios, porque, como apunta, “nuestra gran preocupación es que no se pierdan centros de la Iglesia donde seguir transmitiendo la fe”.

En cinco años, el panorama de los colegios de las congregaciones religiosas en España no lo reconocerá nadie”, afirma este Misionero del Sagrado Corazón, quien estima que, para 2020, los consagrados desaparecerán “casi totalmente” de estos centros educativos ante la elevada edad media de sus miembros, por encima de los setenta años. “Hoy estamos asistiendo ya a un cambio radical, en el que nos encontramos con colegios regidos por congregaciones fuertes, pero donde apenas hay religiosos al frente, o en donde son los seglares quienes los gestionan”.

La Fundación Educación y Evangelio nació en el año 2009, promovida por Escuelas Católicas (entidad que aglutina a más de 2.000 colegios en todo el país y en los que se educan 1.200.000 alumnos), con la finalidad de que no cierren centros que cumplen una función educativa, social y evangelizadora, pero que están en peligro de desaparecer “ante la imposibilidad de las congregaciones, por la falta de vocaciones y la edad de sus miembros, para atenderlos y dirigirlos”, como subraya Barahona.

En la actualidad, FEyE ha asumido la gestión de 11 centros, “y algunos más que están en capilla”. En todo caso, como destaca su presidente, “nuestras expectativas no pasan tanto por el número de colegios que se adhieran, cuanto por hacer posible el proyecto que nos anima”. De hecho, existen otras fundaciones repartidas por las comunidades autónomas. “Lo importante –subraya el religioso– es que la obra sea de Iglesia. El denominador común es el Evangelio, y, en segundo lugar, la educación. A partir de ahí queremos que los colegios tengan una identidad, y que sean centros en red, no una red de centros. Es decir, centros que se comuniquen, colaboren y participen. Y todo, basado en tres competencias que nos articulan: la espiritual, la pedagógica y la relacional”.

Una apuesta por los laicos

Dentro de este momento clave para asegurar el relevo en los colegios religiosos, Barahona advierte también que la precaria situación (también económica) en la que se encuentran algunas congregaciones ha hecho que sus centros educativos hayan pasado a manos del mejor postor. “Eso se está dando, y hay empresas que se aprovechan de las circunstancias para ofrecerles a esas instituciones religiosas el mantenimiento de los servicios educativos, dejando al margen toda evangelización. Ese es un peligro del cual FEyE y Escuelas Católicas trata de concienciar a todos los superiores religiosos. Porque, insisto, el objetivo, lo importante, es que no se pierdan centros de Iglesia…”.

Además de esta opción, cada vez más valorada para afrontar el reto de futuro de los centros educativos católicos, hay congregaciones que han sabido salir al paso de esa problemática con sus propios medios. “No hemos cerrado ni transferido ninguno de nuestros 68 colegios. Incluso hemos absorbido alguno de otras congregaciones”, señala José Ignacio Rodríguez, delegado de Educación de la Compañía de Jesús durante los últimos doce años.

“Es el fruto de una apuesta muy fuerte por la identidad de nuestro centros y por la misión apostólica, por la formación humana, técnica y espiritual de los seglares, que hemos hecho en los últimos 25 años”. De hecho, de los 5.000 profesores que atienden a los 75.000 alumnos, “un tercio están fuertemente implicados” con la espiritualidad ignaciana. Así, aunque reconoce que la Compañía ha perdido jesuitas, sin embargo “hemos ganado en seglares”, lo que ha comportado cambios en el modelo de gestionar los colegios, que se traduce, por ejemplo, en que solo hay seis jesuitas al frente de alguno.

“Con esperanza creciente”. Así se ve también el futuro de los colegios diocesanos, al menos los de la treintena que dependen del Arzobispado de Madrid, según el responsable de su profesorado, Carlos Esteban. Con más de un centenar repartidos por varias diócesis (en Valencia hay más de sesenta), estos centros, por lo general, nacieron vinculados a las parroquias que se crearon en los barrios suburbiales en los año 50 y 60, “lo que constituía un auténtico servicio a los emigrados del campo a unas precarias periferias urbanas”, apunta este experto en pastoral educativa.

También ellos pasaron por momentos de cambios y transiciones, con casos incluso “donde el centro se desvinculaba de la parroquia, perdiéndose así su identidad misionera”. Hoy se ha rehabilitado el proyecto educativo en la mayoría de ellos, confirma Esteban, quien reconoce que “los conciertos nos han permitido socializar en mayor medida nuestra oferta educativa, pero sigue estando pendiente una actualización no solo del contenido económico, sino de su legitimidad y seguridad jurídica en el espacio público”.

Para él, el futuro de estos colegios pasa por afrontar el reto de su trabajo en red y “su plena vertebración con el trabajo compartido y coordinado de Escuelas Católicas”. “Es evidente que en los últimos tiempos ya se está trabajo en esta dirección, pero las pastorales diocesanas no tienen una tradición tan rica en vertebrar a sus colegios como, por ejemplo, las congregaciones religiosas comprometidas con la educación desde hace más de un siglo, varios siglos en muchos casos”, concluye.

Aquí sí que no hay futuro

No siempre mantener los centros como focos de evangelización ha sido el objetivo a la hora de pensar en el futuro de la escuela cristiana. Aunque el momento “ya se va superando”, como apuntan a Vida Nueva fuentes que prefieren el anonimato, la sombra de la sospecha oscureció hace pocos años las relaciones entre los colegios de las congregaciones religiosas y algunos obispos. Esto propició la aparición de otras fundaciones –algunas ligadas a nuevos movimientos– que, buscando el apoyo de las diócesis, pretenden crear un tejido educativo que complemente y refuerce la labor de los colegios religiosos, que consideran que necesitan ser revitalizados. Son, como indica a este revista un religioso con muchos años de experiencia docente, “de un cierto conservadurismo cristiano y desconocedores del mundo educativo. Buscan marcar claramente la identidad, en un afán por volver a una escuela cristiana solo para cristianos. Y eso sí que no tiene futuro en una sociedad como la nuestra”.

En el nº 2.956 de Vida Nueva

 

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