Rafael Zornoza: “El comportamiento transexual es inmoral. Así no se puede apadrinar”

Obispo de Cádiz y Ceuta

Rafael Zornoza Boy, obispo de Cádiz

Rafael Zornoza Boy, obispo de Cádiz

Entrevista con Rafael Zornoza [extracto]

JOSÉ BELTRÁN | Ha permanecido en un segundo plano desde que saltó a los medios a finales de julio la negativa a que Álex Salinas, un transexual de Cádiz, fuera padrino de bautismo. El asunto se convirtió en una serpiente informativa de verano. Rafael Zornoza prefirió no manifestarse al respecto hasta que hace una semana le reiterara la decisión tras llevar el asunto a Roma. Ahora, con la polémica zanjada, rompe su silencio y responde las preguntas de Vida Nueva.

PREGUNTA.- Aunque las directrices de Doctrina de la Fe sean más o menos explícitas, como pastor no habrá sido fácil pronunciarse. ¿Le ha quitado el sueño la polémica?

RESPUESTA.- Me ha preocupado, sí, pero he tenido en todo momento mucha paz, y el deseo de buscar solamente el bien y la gloria de Dios. La respuesta de Roma ha sido muy concreta y bien argumentada, sin márgenes a la interpretación. Por tanto: un gran descanso. Y muy centrada en la cuestión de fondo. Cuando llegó, confirmaba lo que resultaba ya evidente después de tantas declaraciones y manifestaciones muy reveladoras de unos propósitos y conductas que nada tenían que ver con la vida cristiana, el sacramento del bautismo ni la transmisión de la fe. He recordado de nuevo que la Iglesia está llamada a ser como “un hospital de campaña” que sale al encuentro de todos; que debemos situarnos en un “cambio de época”, como recoge Evangelii gaudium, con grandes retos, y que hemos de afrontar nuevas situaciones con magnanimidad, prudencia pastoral y decisión.

P.- Si el caso se hubiera llevado con discreción fuera de los focos de los medios, ¿el final habría sido otro?

R.- Si en tal caso hipotético se hubiera resuelto bien, la respuesta sería la que ha sido, con fotógrafos o sin ellos. Lo que es inmoral es el comportamiento transexual, por lo que es incoherente con la fe de la Iglesia. Así no se puede apadrinar a nadie.

P.- Hay quien podría pensar que se actúa con doble rasero: el Papa recibe a un transexual de Plasencia y a otro se le niega ser padrino en Cádiz…

R.- Aprecio actitudes muy diferentes en cada uno de los casos. Pero, además, mostrar afecto en vez de rechazo es un signo precioso de la cercanía de la Iglesia para cada persona. Francisco lo hace de maravilla y sus gestos conmueven al mundo. Pero no dice que da por bueno todo, ni renuncia a los presupuestos doctrinales o morales de la Iglesia, ni rebaja sus exigencias, ni les otorga derechos… Hay muchos ejemplos recientes de esta interpretación equívoca, que confunde las cosas. Mi consejo es no quedarse en los titulares de la noticia, sino leer las catequesis del Santo Padre hasta el final, enteritas. No deja lugar a dudas.

Soluciones ideologizadas

P.- Por el exhaustivo documento en el que explica la decisión, se desprende que este verano ha hecho un máster sobre un complejo asunto que mezcla genética, moral, psicología… ¿Ve con otros ojos hoy la transexualidad?

R.- Afortunadamente, el Papa explica comprensiblemente la cuestión en Laudato si’ nº 155. Nadie lo diría con más autoridad ni mejor. He aprovechado sus palabras para hacer más comprensible el argumento de la Congregación de la Fe. Creo que ha servido. Pero está claro que el caso me ha hecho pensar y profundizar. He recibido también muchas cartas con testimonios estremecedores de personas en situación similar que optaron mal y están ya arrepentidas y decepcionadas de las soluciones ideologizadas, víctimas de malos consejos.

También de otros que fueron bien ayudados y hoy viven con madurez y con mucha armonía, y muy agradecidos a la Iglesia por su criterio y ayuda. Nadie mejor que ellos ve con claridad cómo la Iglesia defiende la verdad del hombre y le muestra el camino de Jesús, que es Verdad y Vida. Sienten que han vuelto a nacer, que son personas nuevas, que han salido de un infierno. Palpando estas situaciones, comprendo mejor y siento como mías las palabras del Señor cuando, mirando alrededor suyo, veía a la gente “como ovejas sin pastor”, necesitados de redención.

P.- En las puertas del Año de la Misericordia que invita al encuentro, ¿cómo acoger a un transexual sin que se sienta rechazado porque no puede acceder a un sacramento?

R.- Muchas veces identificamos la acogida benevolente con que nos den la razón a lo que queremos –como sucede a menudo en la educación escolar y en la familia, hasta por caprichos–. Es indudable que la experiencia de los cristianos es muy rica acogiendo a todos habitualmente, a cada cual en su situación, pero mostrando la verdad de las cosas, sobre todo del comportamiento moral que se desprende de la aceptación de Cristo y su seguimiento en la fe. Las personas problematizadas no lo comprenden a la primera, pero el tiempo ayuda a poner las cosas en su sitio. Creo que todos tenemos experiencia de ello.

La peor solución es negar la realidad, ocultar la verdad, que, a la larga, produce decepción y desprecio. Por el relativismo actual muchos llegan a convencerse de que cualquier deseo o sentimiento se convierte en un derecho, y que la vida se puede manipular, construir o deconstruir a su gusto, según su voluntad. Creo que el arte de la caridad cristiana está en saber acompañar con misericordia, ayudar a cada cual implicándose con paciencia e iluminar a cada uno sosteniéndole como lo haría el Señor, sin desvirtuar el Evangelio, mostrando la verdad de las cosas. Por eso han repetido los últimos papas que la mayor obra de misericordia es anunciar el Evangelio, la “misericordia de la verdad”.

Incoherencias públicas

P.- En su carta recuerda que ser padrino pasa por estar confirmado, llevar una vida de fe… Si estos criterios se llevaran a rajatabla, ¿no tendrían que quedarse otros muchos fuera? Yendo más alla: ¿la figura del padrino cumple hoy su misión de ser guía, o se ha quedado reducida a la foto?

R.- Soy partidario de no trivializar los sacramentos, que es muy distinto a aplicar normas “a rajatabla”. Hay que reconducir las cosas y educar. Actuamos a veces como si la sociedad siguiera siendo cristiana y se cumpliesen muchas de las condiciones como antes. Hoy no se puede dar nada por supuesto, a cada sacramento debe dársele su valor y prepararlo con los destinatarios concretos. Si queremos que sea creíble, al menos, los que si creemos en ellos, hemos de ayudar a recibirlos con seriedad, sin devaluarlos. Me parece que hemos de recorrer un largo camino. Pero yo no he hecho más que citar el Catecismo. Sé que hablar de coherencia es arriesgado para todos, porque todos somos pecadores y dejamos mucho que desear.

Ahora bien, ciertas incoherencias objetivas y públicas son escandalosas y no se pueden tolerar. Es lo mínimo que pide el Código de Derecho Canónico. Hacerlo bien es ejemplar y define el valor de ser cristiano. Por otra parte, hay padrinos que cumplen perfectamente su misión. Curiosamente, los padrinos que conozco para la Iniciación Cristiana de Adultos sin bautizar suelen cumplir estas condiciones y acompañan seriamente en la fe a los catecúmenos y aun después –aunque en estos casos no les acompañan los padres–. ¿Por qué no puede ser así con los infantes? Creo que deberíamos cambiar de mentalidad y recuperar su misión original con sentido evangelizador. Hemos avanzando algo gracias a las catequesis prebautismales, pero me parece que tenemos aún una asignatura pendiente.

“¿Se puede pasar en media hora de una vida cumplidora a promover la apostasía?”

A los pocos minutos de que el obispo de Cádiz comunicara al transexual la decisión, su familia decidió no bautizar al niño. Días después, Álex Salinas abanderaba una campaña de apostasía. Zornoza analiza esta reacción: “En primer lugar, que han dejado bien claro que la decisión que hemos tomado ha sido la justa. ¿Se puede pasar en media hora de hacer ostentación de una vida cristiana cumplidora y coherente a despreciar el bautismo y promover la apostasía? Y, por otra parte, me recuerda también que, curiosamente, aún no se han hecho presentes los padres ni se ha visto al presunto bautizando. Un poco raro todo, ¿no?”.

Y, como sacerdote, ¿qué siente al ver que esta familia se aleja? “Me apetecería contar a estas personas cómo les ama Dios, la coherencia de la fe, la verdad del hombre… Que somos criaturas de Dios, y no los creadores para crearnos a nosotros mismos a nuestro antojo. Que somos cuerpo y espíritu indisolublemente unidos, llamados a ser templos del Espíritu Santo con la dignidad de hijos de Dios. Que Dios nos ha creado varones y mujeres (“hombre y mujer los creó”) inscribiendo en nuestra naturaleza el orden de nuestra complementariedad en nuestra diferencia, la capacidad nupcial de amar que nos abre al amor eterno; que tenemos que luchar siempre contra nuestra concupiscencia, porque es costoso vivir en la unidad del ser y el obrar; que Cristo sale a nuestro encuentro y que con su gracia hace posible vivir nuestra vocación….”.

Es más, el obispo de Cádiz tiene claro qué temas pondría sobre la mesa en un hipotético encuentro: “Les hablaría de la antropología cristiana, de la mirada amorosa de Dios sobre cada uno, de la fraternidad… y de tantas cosas más… Puede que esté soñando. Pero, me pregunto: ‘¿Lo escucharían?’. Porque esta “colonización ideológica” –como lo ha llamado el papa Francisco– que manipula a la persona, anula la diferencia y desvía las personas del camino del verdadero amor, destruye la persona, el matrimonio y la familia. Pido al Señor que lleguen a comprender en algún momento la belleza y la verdad de la vida cristiana, y que el testimonio de los creyentes les haga atractivo el seguimiento de Cristo vivo, en quien se hacen nuevas todas las cosas. Lo que puedo asegurarles es que si regresan algún día encontrarán a la misma Iglesia, con la misma verdad y con idéntica misericordia para acogerles”.

En el nº 2.955 de Vida Nueva.

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