Los transexuales también buscan un sitio en la Iglesia

Álex Salinas, transexual de Cádiz que no pudo ser padrino de bautizo de su sobrino

Con el debate abierto entre teólogos, médicos y juristas sobre la disforia de género, piden que no se les discrimine

Alexander Salinas, el joven gaditano que pidió ser padrino de bautismo

Alexander Salinas, el joven gaditano que pidió ser padrino de bautismo

Los transexuales también buscan un sitio en la Iglesia [extracto]

MATEO GONZÁLEZ ALONSO | Si algo se ha repetido este verano en muchos ámbitos eclesiales, al comentar la petición de un joven transexual de Cádiz de ser padrino de bautismo, es que muchas realidades son todavía nuevas para la Iglesia. Más allá del caso concreto, la situación es que la transexualidad, en toda su amplitud y con todos sus matices, es un fenómeno aún inédito para las comunidades cristianas.

Este último episodio se cerraba (Vida Nueva, nº 2.954) con la negativa del Obispado de Cádiz a la petición de Alexander Salinas de ser padrino de bautismo de su sobrino. Un proceso calificado por el joven, en declaraciones a Vida Nueva, como una “decepción”. “Estoy mal porque es volver a sentir el rechazo que he experimentado en tantos momentos de mi vida; ese rechazo es el que me plantea llegar a apostatar, sabiendo que esa opción es muy fuerte para un cristiano como yo. ¿Por qué voy a estar en la Iglesia, si no me aceptan ni me acogen con los brazos abiertos, como predican?”, declara mientras dice no obtener respuesta a los encuentros que le prometieron tanto el obispo como su párroco. Pocas horas después de hacer estas declaraciones, y tras recibir la llamada del obispo Rafael Zornoza relatándole la decisión, el propio Salinas daba un giro y se prestaba a impulsar una “apostasía simbólica masiva” en las redes sociales como medida de protesta.

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Diego Neria, a la derecha

El joven gaditano, que en una campaña el pasado julio también en redes sociales sumó más de 36.000 adhesiones, argumentaba su demanda con otro caso aparecido en España, aunque bastante más discreto tanto en lo mediático como en lo personal: el primer transexual recibido en audiencia por el papa Francisco (Vida Nueva, nº 2.927). Se trata de Diego Neria Lejárraga, extremeño de 48 años, que, tras algunos episodios de ataque y rechazo por parte de algunos católicos por su operación de reasignación de sexo, se decidió a escribir al Papa. Neira fue recibido en audiencia privada en la residencia de Santa Marta, en el Vaticano, el pasado 24 de enero con el apoyo, incluso económico, del obispo de Plasencia, Amadeo Rodríguez Magro.

El placentino, quien se considera “católico y practicante”, no ha querido revelar nada, a pesar de las insistencias de la prensa, del contenido del encuentro, pero no ha podido esconder el alivio en su sufrimiento y crisis con la Iglesia, y ha afirmado en repetidas intervenciones que “su espíritu está en paz” porque ha encontrado un sitio en la Iglesia para él.

En aquel momento –y se ha vuelto a repetir este verano–, al saltar esta noticia, todos los medios la relacionaron con otro gesto de Francisco, cuando en el avión al regresar de de Río de Janeiro en 2013, hablando del grupos de presión en el Vaticano, dijo sin rodeos: “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”

Mezcla de diferentes cuestiones

Al acercarnos a todos estos casos, en el debate social “se mezclan diferentes cuestiones y todo parece reducirse a una cuestión de negación de derechos y de discriminación a las personas”, afirma Ignacio Serrada, profesor de Teología Moral en la Universidad Eclesiástica San Dámaso (Madrid). Y es que, empezando por el principio, la misma definición de la transexualidad está llena de matices, ya que la disforia de género se caracteriza por el sufrimiento que provoca la “infelicidad o insatisfacción con el género de uno mismo”, porque “la transexualidad no es una elección”, sino que es un “deseo irreversible de pertenecer al sexo contrario al genéticamente establecido y asumir el correspondiente rol, contrario del esperado, y de recurrir si es necesario a un tratamiento hormonal y quirúrgico encaminado a corregir esta discordancia entre la mente y el cuerpo”, explica Julio Prieto, presidente de la Asociación de cristianos y cristianas de Madrid LGTB+H (lesbianas, gais, transexuales, bisexuales y heterosexuales) Crismhom. Como reclama el transexual cristiano, Antonio Gallego: “No somos un término medio; ser transexual es algo que te sucede y con lo que naces”. “Vivimos atrapados en un cuerpo biológico que no nos corresponde”, explica el también transexual Rodrigo Alonso.

Este desfase entre biología y psicología –y especialmente por el rechazo social vivido por los propios transexuales– se resuelve, en muchos casos, con un proceso quirúrgico de reasignación de sexo, algo que tiene sus propias consecuencias, ya que en “la decisión de someterse a cirugía no deben obviarse dos aspectos: hasta qué punto se comprometen las posibilidades de tener hijos y las posibles limitaciones para las relaciones sexuales satisfactorias”, apuntan las profesoras Aránzazu Bartolomé e Isabel Lázaro, de la Facultad de Derecho de la Universidad Pontificia Comillas. Esta intervención, para el primer presidente del Instituto Juan Pablo II de la Universidad Lateranense, el cardenal Carlo Caffarra, no solo es reconstructiva, antes ha sido “destructiva” yendo más allá del “carácter terapéutico éticamente legítimo de la cirugía”, según sostiene en una serie de orientaciones a propósito de estos casos.

Yendo al plano teológico, para el profesor Serrada, la clave fundamental es que “la moral cristiana trata de profundizar en la diferenciación sexual y como esta, a la luz de la Revelación, subraya el carácter positivo de esta diferenciación para el bien de la persona”; algo que, afirma, no se contrapone con la “intención de la Iglesia, quien, como Madre y siguiendo al Buen Pastor, acoge a todos para conducirlos a la verdad que se nos ha revelado”.

Desde la perspectiva médica, el doctor Antonio Becerra, coordinador de la Unidad de Trastornos de Identidad de Género del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, subraya la importancia del acompañamiento multidisciplinar y según las necesidades de cada uno de los que llamas a la puerta de este servicio, que ha atendido a más de 1.400 personas desde 2007, solo en Madrid. Un acompañamiento en el que la atención psicológica está en el centro del protocolo, pues la mayoría “tienen profundos problemas de autoestima y rechazo social”. El trabajo en esta unidad muestra que cada transexual tiene una historia y unos componentes biológicos diferentes, con largos procesos de tratamientos en los que pueden surgir diferentes complicaciones.

Un fruto de la ideología de género, según los obispos

Para casos como el de Cádiz, el documento más inmediato de referencia emanado de la Conferencia Episcopal Española es el titulado Orientaciones acerca del proceder ante algunas implicaciones en el ordenamiento canónico de la ley reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas (2008), en las que se afirma que “el cambio de identidad registral en el ámbito civil no modifica la condición masculina o femenina del fiel, definida en el momento del nacimiento”. Dicho esto, el documento –elaborado a partir de las consecuencias de una ley “ampliamente permisiva”, dice el texto– solo especifica la “no admisión” al sacramento del matrimonio.

Tampoco se refieren al bautismo otro texto episcopal, este publicado en el año 2012. Así, las Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar ofrecen una visión más doctrinal que canónica. En dicho documento, los obispos españoles piden ir “más allá de la ideología de género” y denuncian su imposición ideológica como “‘dogma’ pseudocientífico según el cual el ser humano nace ‘sexualmente neutro’”.

En este contexto encontramos la única mención a la transexualidad que aparece en el citado documento episcopal, en una enumeración en la que tampoco aparecen los matices: “En consecuencia, ‘hombre’ y ‘masculino’ podrían designar tanto un cuerpo masculino como femenino; y ‘mujer’ y ‘femenino’ podrían señalar tanto un cuerpo femenino como masculino. Entre otros ‘géneros’ se distinguen: el masculino, el femenino, el homosexual masculino, el homosexual femenino, el bisexual, el transexual, etc. (…) Lo decisivo en la construcción de la personalidad sería que cada individuo pudiese elegir sobre su orientación sexual a partir de sus preferencias”.

Los gestos del Papa

Los gestos de Francisco han servido de efecto cristalizador de eso que la Iglesia predica sobre la acogida, la misericordia, el amor y la comprensión. Estas muestras de cercanía a las personas no son una puerta abierta al relativismo, como apuntan ciertas voces críticas, pues el propio papa Francisco, en su magisterio profundiza en las implicaciones morales de las decisiones sobre el propio cuerpo. Como ejemplo reciente, en su última encíclica Laudato Si’ presenta la “ecología humana” como “la necesaria relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia naturaleza”. Para el Papa, “aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana” (nº 155).

Esta consecuencia ecológica de la cuestión de género ha sido puesta en evidencia en varios de los discursos de Benedicto XVI a la Curia romana con motivo de las felicitaciones navideñas. Así, en 2012, decía: “Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza. Ahora él es solo espíritu y voluntad. La manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por lo que se refiere al medio ambiente, se convierte aquí en la opción de fondo del hombre respecto a sí mismo”.

Con un enfoque más técnico y específico, el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios publicó en 1995 una amplia Carta a los agentes sanitarios en la que, entre otros muchos aspectos, se refiere a la “cirugía transexual” señalando que “no se puede violar la integridad física de una persona para el tratamiento de un mal de origen psíquico o espiritual”, la “manipulación médico quirúrgica es una alteración arbitraria de la integridad física de la persona. No es lícito sacrificar al todo, mutilándolo, modificándolo o extirpándole una parte que no se relaciona patológicamente con el todo” (nº 66).

A partir de los testimonios recogidos para esta información, las respuestas que la Iglesia ofrece no responden a las demandas de transexuales, asociaciones y profesionales. Para el presidente de Crismhom, “la transexualidad necesita una antropología que no se base simplemente en el concepto de ‘natural’, sino en el de persona”, ya que, según sostiene, el “respecto a la dignidad personal como hijos de Dios que son los transexuales” debe darse “tanto en los discursos oficiales como en las acciones concretas de no discriminación por identidad de género, como es el caso de los sacramentos”.

Por su parte, Rodrigo Alonso se muestra claro en lo que los transexuales piden a la Iglesia: “Queremos que se nos permita ser cristianos y ejercer dignamente como tales, que deje ya de estigmatizarnos y discriminarnos, porque Cristo no lo hace”. O en palabras de Antonio Gallego: “Me gustaría que la Iglesia nos reconociera como las personas que verdaderamente somos, con nuestro verdadero género”, porque “ser transexual y católico es difícil, y en ocasiones me he sentido muy solo; pero la fe también me ha dado fuerzas para encauzar mi vida… No son cosas incompatibles. Desde que me considero hombre, mi fe, en lugar de debilitarse, se ha hecho más fuerte y madura”.

“Cariño y prudencia” en los casos de menores

Especialmente delicado es el tema en los menores. A este respecto, un caso producido en Málaga saltó a los medios, con querella –rechazada por los tribunales– al obispo Jesús Catalá de por medio. En dicho caso, la normativa del centro sobre el uniforme llevó a una lucha entre la familia y un colegio concertado perteneciente a una fundación diocesana que ha acabado en los tribunales, con la apertura de un expediente para la revisión del concierto con la Junta de Andalucía y el cambio de centro decidido por la familia.

Comunidades como Navarra, País Vasco, Andalucía, Cataluña, Canarias y Extremadura cuentan con leyes de “no discriminación por motivos de identidad de género”. Algo insuficiente, pues el nuevo reto en este campo, según el doctor Antonio Becerra, del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, es el tratamiento prematuro con psicólogos infantiles y pediatras –puesto que tratamientos más agresivos como las hormonas o la cirugía están descartados, para no crear problemas irreversibles en el proceso de discernimiento–, dado que se están dando casos de transexualidad en niños de tres y cuatro años, porque “transexual se nace, no se hace”, apunta el médico. En cualquier caso, para las profesoras Aránzazu Bartolomé e Isabel Lázaro, de la Universidad Pontificia Comillas, la clave es el “acompañamiento psicológico” de los menores con dudas sobre su identidad sexual, “con cariño y prudencia”, “sin problematizar” y “sin alteraciones prematuras en el Registro Civil”. El transexual Antonio Gallego, que acudió a un colegio religioso, ha experimentado, por su parte, que la clave es siempre comportarse de “manera educada, sensata y respetuosa”, y sin olvidar que, como apunta Rodrigo Alonso, presidente de Crismhom, muchas veces han sido “víctimas de un rechazo familiar y social”.

En el nº 2.955 de Vida Nueva.

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