Francisco allana el diálogo de cara al Sínodo

Pide mantener el equilibrio entre el respeto a la tradición y la pasión por acoger

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ANTONIO PELAYO (ROMA) | Aplicando el proverbio “una cosa es predicar y otra dar trigo”, Francisco hizo, en el ángelus del domingo 6, un llamamiento a las parroquias europeas para que acojan a los refugiados. “Frente a la tragedia de decenas de miles de prófugos que huyen de la muerte a causa de la guerra o del hambre y están en camino hacia una esperanza de vida –comenzó diciendo–, el Evangelio nos llama, nos pide ser ‘prójimos’ de los más pequeños y abandonados. Para darles una esperanza concreta. Para no solo decirles: ‘¡Fuerza, paciencia!’. La esperanza cristiana es combativa”.

“Por lo tanto –prosiguió–, en la proximidad del Jubileo de la Misericordia, llamo a las parroquias, comunidades religiosas, monasterios y santuarios de toda Europa para que expresen la concreción del Evangelio y acojan una familia de prófugos”. “Que todas las parroquias –repitió–, todas las comunidades religiosas, todos los monasterios, todos los santuarios de Europa alojen a una familia de prófugos, comenzando por mi diócesis de Roma… También las dos parroquias del Vaticano acogerán estos días a dos familias de prófugos”.

Si no cae en el vacío, será una revolución. Las cuentas salen fácilmente: las parroquias del Vaticano son dos de las 335 de de Roma, en Italia son 27.133 y, en Europa, unas 130.000. Si cada una acoge a una familia de cuatro miembros, se llegaría al medio millón de refugiados. Sin contar monasterios, santuarios o casas religiosas.

Por otra parte, del 1 al 3 de septiembre, tuvo lugar en Buenos Aires un Congreso Internacional de Teología sobre El Concilio Vaticano II, memoria, presente y perspectivas, para celebrar los cien años de la Facultad de Teología de la Universidad Católica y los 50 de la clausura del Vaticano II. Lo que hubiera podido ser un sencillo saludo, Bergoglio lo ha transformado en toma de posición de cara a la próxima asamblea sinodal. Y lo hace recordando afirmaciones que él considera fundamentales:

“No existe una Iglesia particular aislada, sola, como pretendiendo ser dueña y única interprete de la acción del Espíritu. (…) No existe una Iglesia universal que dé la espalda, ignore, se desentienda de la realidad local. (…) Todo intento, toda búsqueda de reducir la comunicación, de romper la relación entre la tradición recibida y la realidad concreta, pone en riesgo la fe del pueblo de Dios. (…) Romper esa comunicación nos llevará fácilmente a hacer de nuestra mirada, de nuestra teología, una ideología”.

La segunda idea se abre con esta cita de Benedicto XVI: “La tradición de la Iglesia no es una transmisión de cosas o palabras, una colección de cosas muertas, sino el río vivo que se remonta a los orígenes, el río en el que los orígenes están siempre presentes”. Lo que Francisco completa así: “Hemos de superar dos posibles tentaciones: condenarlo todo, acuñando la ya conocida frase ‘todo pasado fue mejor’, refugiándonos en conservadurismos o fundamentalismos; o, por contra, consagrarlo todo, desautorizando todo lo que no tenga ‘sabor a novedad’, relativizando la sabiduría acuñada por el rico patrimonio eclesial.

Para superar esas tentaciones, el camino es la reflexión, el discernimiento, tomar muy en serio la tradición eclesial y la realidad, poniéndolas a dialogar. (…) Custodiar la doctrina exige fidelidad a lo recibido y, a la vez, tener en cuenta al interlocutor, su destinatario, conocerlo y amarlo”. “Hay una sola forma de hacer teología: de rodillas. (…) Es animarse a pensar rezando y a rezar pensando”.

En el congreso estuvo el cardenal Kasper, algo significativo. En entrevista con La Nación, dice: “La pastoral no puede ir contra la doctrina, pero la doctrina no puede ser una afirmación abstracta. (…) Puede haber cierta tensión entre doctrina y pastoral, pero esa tensión es normal, distinta del cisma práctico que causa división”.

En el nº 2.955 de Vida Nueva

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