Viaje a una aldea fantasma en Mosul

localidad de Tel Skuf, cerca de Mosul, Irak, acosada por los yihadistas

“Los cristianos nos estamos extinguiendo en Irak”, claman al mundo los habitantes del Tel Skuf

localidad de Tel Skuf, cerca de Mosul, Irak, acosada por los yihadistas

El Estado Islámico destrozó la iglesia de Tel Skuf, del siglo XII. Junto a la sacristía, una estatua de Jesucristo descabezada

Viaje a una aldea fantasma en Mosul [extracto]

ETHEL BONET (MOSUL). Fotos: DIEGO IBARRA | Tel Skuf, en Irak, parece un pueblo fantasma. Las únicas almas que vagan por allí son grupos de peshmerga que vienen o van al frente o los voluntarios de los comités locales que vigilan los barrios para que nadie entre a robar en las viviendas deshabitadas. Esta localidad cristiana, a las puertas de Mosul, tenía hasta hace un año 7.500 habitantes. Una horda de yihadistas atacó el 8 de julio del pasado año Tel Skuf, forzando a la población a marcharse en estampida de sus hogares. Semanas más tarde, los peshmerga, apoyados por aviones de la coalición internacional, recuperaron la localidad. Como la gran mayoría de los pueblos cristianos de la llanura de la provincia de Nínive, el lugar sigue estando vacío.

“Antes de huir, los yihadistas del Estado Islámico (EI) colocaron explosivos dentro de las casas y plantaron minas antipersona”, nos explica el capitán Safa Ilias mientras visitamos una barriada de viviendas totalmente calcinadas o destruidas. El militar comanda una compañía de setenta peshmerga cristianos. La Fuerza de la Llanura de Nínive (NPF, en sus siglas en inglés) es la única milicia cristiana integrada en el Ministerio Peshmerga.

Los combatientes del Estado Islámico permanecieron solo dos semanas en Tel Skuf, pero les dio tiempo suficiente para destrozar la iglesia más antigua del lugar, que data del siglo XII, en época mogol. Junto a la sacristía hay una estatua de Jesucristo descabezada; uno de los laterales de la iglesia recibió el impacto de un proyectil. En este pueblo fantasma hay numerosas pintadas en los muros. Las dejaron antes de verse obligados a irse los radicales, que advierten: “El Estado Islámico se quedará”. De vez en cuando, los yihadistas atacan desde alguna de sus posiciones con cohetes katiusha o grad, impactando en alguna vivienda. Por ese motivo, nadie está seguro aquí.

El frente se encuentra a poco más de un kilómetro de Tel Skuf. Los peshmerga han levantado una larguísima trinchera con montículos de tierra y sacos que va desde la presa de Mosul hasta las montañas de Nawaran. La línea defensiva recorre un kilometro y setecientos metros.

localidad de Tel Skuf, cerca de Mosul, Irak, acosada por los yihadistas

La localidad de Tel Skuf, conquistada y liberada hace un año, sigue amenazada por los yihadistas

“Contamos con nuestra fe”

Por lo general, los peshmerga van escasos de equipamiento militar, pero en el caso de los combatientes de la NPF es todavía peor. La compañía solo tiene una docena de kalashnikov, por lo que tienen que ir al frente por turnos y repartirse las armas. “Somos una fuerza nueva”, se excusa el capitán Ilias, antes de agregar que los combatientes cristianos fueron reconocidos oficialmente en septiembre del año pasado. “Contamos con nuestra fe. Y es nuestro deber defender a las minorías”, asiente con convencimiento este peshmerga cristiano.

Detrás de la trinchera hay una explanada. En el centro, un pequeño montículo de tierra, y sobre él un palo clavado. Es la tumba de un suicida afgano (por la vestimenta que llevaba) que fue abatido por un voluntario cristiano antes de que hiciera estallar los explosivos que llevaba adosados delante de la defensa.

En el puesto de avanzada hay militares musulmanes, cristianos, yazidíes y turcomanos, porque “esta es la tierra de todos y todos tenemos el mismo objetivo: defenderla”, expone a Vida Nueva un oficial de la inteligencia militar kurda. En realidad, los objetivos de los cristianos distan mucho de los de los kurdos. “Los cristianos nos estamos extinguiendo en Irak”, denuncia Ilias. Según explica, unas 2.000 familias de Tel Skuf y los pueblos de alrededor se han marchado a Europa: “En total, 120.000 cristianos han emigrado a otros países. Es decir, un tercio de los cristianos de Irak se ha marchado de su país”, advierte.

Para el capitán, la única solución para que Irak no se quede sin cristianos es una autonomía. “Reclamamos nuestras tierras ancestrales en este valle para poder tener un futuro. Solo si tenemos una autonomía, con el apoyo y protección de la comunidad internacional, los cristianos podrán regresar”, insiste el militar del NPF.

“La línea del frente es muy débil en esta zona. No hay más de 200 o 300 combatientes yihadistas en el borde con el Kurdistán. Si la coalición internacional bombardeara de verdad en el valle de Nínive, podríamos regresar a nuestros pueblos”, clama Romeo Nakhari, presidente del partido Democrático Bet-Nahrein (BNDP), quien se une a la denuncia.

localidad de Tel Skuf, cerca de Mosul, Irak, acosada por los yihadistas

Refugiados en el Kurdistán

Los cristianos que no han emigrado a otro país viven desde hace un año como refugiados en la región Autónoma del Kurdistán. El pasado 6 de agosto se cumplió un año del éxodo de los cristianos de Mosul y las aldeas de la planicie de Nínive. Cerca de 200.000 iraquíes de esta minoría religiosa huyeron por temor a las represalias del EI.

“Hubo una explosión en una vivienda de Qaraqosh sobre las 14.00 horas. Una mujer y sus dos hijos murieron. Todo el mundo tenía miedo y empezó a huir. Corrían rumores entre los vecinos de que los yihadistas iban a invadirnos”, recuerda con dolor Iftihar, de 23 años. Aquella fue una huida difícil. “Había tanta gente en la carretera que muchos abandonaron sus coches y se marcharon a pie”, continúa la joven.

Cuando llegó la horda de cristianos de Mosul a Erbil, fueron acogidos en parques o explanadas de las iglesias en el barrio de Ainkawa. “Los vecinos eran muy generosos y nos preparaban comida”, agradece Iftihar. En los meses que siguieron, muchos de estos refugiados fueron alojados en el Mall de Ainkawa: “Estuvimos viviendo en los seis pisos vacíos del centro comercial, pero, después de unos meses, el dueño decidió vender el edificio y nos tuvimos que marchar otra vez. Después, el gobierno del Kurdistán nos ofreció un terreno”.

Desde hace seis meses, están hacinados en módulos prefabricados en un descampado ahora conocido como el distrito de las caravanas. Más de 6.500 refugiados de las aldeas de Nínive y Mosul viven allí, soportando temperaturas de 45 grados y continuos cortes de luz, por lo que no pueden ni encender un ventilador para poder refrescarse. Sin embargo, en el campo de refugiados de las caravanas todo está bien organizado. Tienen sus propias tiendas de ultramarinos, escuelas, una capilla e incluso una peluquería.

Mahran es el peluquero del campamento. Orgulloso, recalca que mantiene la misma clientela que tenía en Qaraqosh. En realidad, es licenciado en Sociología, pero, como no encontraba trabajo, montó este negocio. “No tengo esperanzas de futuro –se lamenta–, nada va a cambiar aquí. Pero no quiero abandonar mi hogar. Los cristianos tenemos un fuerte apego a la familia y no podría dejar aquí a mis hermanos y mis padres y marcharme a otro país sin ellos”.

“No confío en los kurdos, ni en los iraquíes ni en la comunidad internacional –critica–. Cuando el EI entró en Qaraqosh, los primeros que salieron corriendo fueron los peshmerga, que deberían habernos protegido”. “Desde 2004 hemos estado pagando a los musulmanes para que nos dejen vivir en paz. Así es nuestra vida”, concluye.

localidad de Tel Skuf, cerca de Mosul, Irak, acosada por los yihadistas

Farhana, cristiana, 16 años

“Vivimos sin futuro”

Una chica está sentada en la puerta de una caravana con un libro de Química, estudiando para los exámenes de septiembre. “Vivimos sin futuro aquí. Quiero irme a Europa, Canadá o Australia. Allí sí quieren a los cristianos”, exclama Farhana, de 16 años.

“Queremos volver a nuestra tierra, pero tenemos mucho miedo. No hay futuro para nosotros en Irak. ¿Quién va a protegernos?”, lamenta su madre, Mariam.

“No queremos irnos de Irak. Queremos luchar por la tierra de nuestros antepasados porque es la herencia de nuestros hijos. Pero no podemos seguir en estas condiciones, siendo refugiados”, se queja, por su parte, Sarquis Agayan, de 63 años, que ha enviado a tres de sus cinco hijos a Europa. Agayan fue traductor de las tropas estadounidenses en Mosul entre 2005 y 2007. “Los yihadistas –se remueve– han saqueado nuestras casas, quemado las iglesias y libros sagrados, son unos bárbaros. ¿Por qué la comunidad internacional no está haciendo nada para protegernos? Nos sentimos abandonados”.

En otra caravana se encuentra Hikmay Al Hadash, encargado de la seguridad del campamento. Este antiguo oficial asirio del ejercito iraquí coordina a un grupo de las Fuerzas de Protección de la Provincia de Nínive (NPGF), dependientes del Ministerio del Interior kurdo. En el campamento hay unos 200 voluntarios. Todos han recibido entrenamiento durante dos meses y hacen turnos de vigilancia. “Nuestro problema es que no tenemos armas. ¿Cómo vamos a proteger a nuestras familias si nos atacan?”, se queja, aunque añade bromeando: “Somos la primera milicia del mundo que no tiene armas”.

En el nº 2.953 de Vida Nueva

 

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