‘Les combattants’: juventud, divino problema

fotograma de Les combattants

J. V. ECHAGÜE | Son alérgicos al estudio y urticáricos al trabajo. Hibernan durante meses y despiertan en verano, ávidos de “botellones” y “magalufes”. Ni sienten ni padecen, y no muestran empatía para con el prójimo. Sí, todo muy hiperbólico, pero si tomamos al pie de la letra los titulares periodísticos, la descripción sería válida para catalogar a esa traicionera especie a la que nos referimos de forma genérica como los “jóvenes”. Pero, ¿qué es la juventud? ¿Es “esa enfermedad que se cura con los años”? ¿O un estado de ánimo marcado por el descubrimiento y el aprendizaje? Fuera de prejuicios y alarmismos, estas son las preguntas que lanza el francés Thomas Cailley en Les combattants.

Una ópera prima a la que si algo se le puede reprochar es precisamente eso, la ambición de un debutante que quiere tocar demasiados “palos” en apenas hora y media y soltar todo lo que tenía dentro. Porque meterse en la cabeza de dos personas no es tarea fácil. Y si son dos jóvenes desorientados, se necesita la precisión de un neurocirujano.

El mérito del realizador y guionista es haber contado más de lo que parece, en pocas palabras, y además, accesibles. Y es que podría definirse a Les combattants como una comedia juvenil y no por ello deshonrarla. Vecino de un aburrido pueblo costero, Arnaud (Kévin Azaïs) tiene pocas esperanzas puestas en el verano.

Junto a su hermano Manu (Antoine Laurent), lo piensa emplear en la carpintería familiar. Todo cambia cuando conoce a Madeleine (Adèle Haenel), de familia acomodada, guapa, arisca y tirando a “marimacho”. Obsesa de la supervivencia ante una posible hecatombe planetaria, decide apuntarse a un cursillo militar de dos semanas. Arnaud, prendado de ella, seguirá sus pasos, aunque el mundillo castrense no sea de su agrado.

Su argumento remite a las teen movies de los ochenta. Y algo de eso hay. Pero, en manos de Cailley, el filme podría pasar por obra de un Éric Rohmer desmelenado: de ritmo pausado y humor sutil (“muy francesa”, como reza el tópico), se enamora de sus personajes y los exprime hasta que los desnuda. Porque el chico apocado resulta no ser tan timorato, ni la chica rebelde tan recia. No en vano, durante la juventud nos construimos nuestra personalidad, y no hay pintura de camuflaje suficiente para tapar los andamios.

Así, el amor de verano se torna en un viaje iniciático en el que los protagonistas no se preguntan qué es lo que quieren hacer, sino qué es lo que quieren ser. Todo ello en un escenario poco propicio de crisis, de desesperanza ante un futuro incierto y, sí, con un puntito de indignación.

El Premio César a la mejor ópera prima no hace sino avalar la prometedora carrera de Cailley, un treintañero que, como sus jóvenes protagonistas, aún tendrá mucho que decir. Personalidad, al menos la cinematográfica, demuestra que ya la tiene.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Les combattants.

DIRECCIÓN: Thomas Cailley.

GUIÓN: Thomas Cailley, Claude Le Pape.

MÚSICA: Philippe Deshaies, Lionel Flairs, Benoit Rault.

FOTOGRAFÍA: David Cailley.

PRODUCCIÓN: Philip Boëffard, Pierre Guyard, Christophe Rossignon.

INTÉRPRETES: Kévin Azaïs, Adèle Haenel, Antoine Laurent, Brigitte Roüan, William Lebghil, Thibaut Berducat, Nicolas Wanczycki, Frédéric Pellegeay, Steve Tientcheu.

En el nº 2.953 de Vida Nueva

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