Jordi Savall: “La música tiene que hacer que este mundo sea más justo”

Músico catalán

Jordi Savall

Entrevista con Jordi Savall [extracto]

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | “Tengo la suerte de ejercer un oficio que es maravilloso. Que disfruto muchísimo. Y disfruto viajando”, dice Jordi Savall (Igualada, Barcelona, 1941), sin duda, uno de los músicos más prestigiosos e internacionales. Savall, creador de grupos de culto como La Capella Reial de Catalunya o las orquestas Le Concert des Nations o Hespèrion XXI, va y viene constantemente de una punta a otra del mundo: Salzburgo, São Paulo, Nueva York, Tokio, Georgia… No para.

“El contacto con los públicos es siempre fabuloso, porque ves la pasión, la emoción y las posibilidades inmensas que tiene la música. Es lo mejor que puedo hacer con mi vida”, añade. Lo dice Savall, con su viola de gamba, con cuarenta años rescatando el rico patrimonio musical hispánico medieval, sinónimo de trascendencia, de pasión y de independencia.

PREGUNTA.- ¿Qué ve en los ojos del público cuando interpreta?

RESPUESTA.- Lo que agradece el público es la capacidad de transmitir la emoción personal a través de la música, es decir, hacer que la música renazca, no de la interpretación impersonal, sino desde la emoción y de un rigor también histórico, de una diversidad, de una profundidad… que a mí se me da bien por mi experiencia. El ser que uno tiene se involucra en el momento de hacer música y es el que transmite todas estas vivencias con el sonido, con la manera de comunicar.

P.- Sobre todo, paz interior, esa espiritualidad…

R.- El arte del concierto es una transmisión muy íntima: entre el músico que transmite la belleza y la emoción de la música, y el público que la percibe, también, de un modo muy individual. Es muy mágico. En un aforo de quinientas o de mil personas, cada una de esas personas percibe de modo diferente lo que estamos haciendo los músicos. Ese es el gran misterio y la gran suerte de la música.

P.- Usted ha hecho gala y ha rescatado el gran repertorio histórico hispánico.

R.- Sí, pero en este momento estoy tan decepcionado con las autoridades de nuestro país, que no apoyan esto, que ahora estoy trabajando, por ejemplo, con las músicas sobre la naturaleza, para recordar que necesitamos salvarla; estoy trabajando sobre la música histórica del pueblo armenio… Estoy trabajando también sobre la música de los esclavos, que es un programa en el que estoy intentando dar voz a los descendientes de los esclavos para recordarlos…

Jordi SavallP.- En este sentido, reconoce usted que la música es “el mejor lenguaje de convivencia y civilización”.

R.- Todos esto me interesa ahora más que la pura recuperación de un patrimonio. Lo que quiero es volver a que la música nos permita comprender qué es el ser humano, qué es lo que hemos sido como seres humanos, y que nos permita encontrar también soluciones para los problemas del mundo de hoy en día. Creo que la música tiene que hacer mejor la época que vivimos y hacer que este mundo sea más justo. La música es el lenguaje del alma y del ser humano, que nos permite comunicarnos a todas las culturas.

P.- Pero, por ejemplo, el tema de la esclavitud…

R.- Fíjese en las tragedias de estos pobres refugiados que intentan venir a Europa desde África y lo poco que hace Europa para acogerlos. ¿Usted cree que algunos de los que están en los despachos de los ministerios de los países europeos y que deciden sobre el futuro de estas personas se acuerda de que, durante más de trescientos años, estos mismos países han esclavizado a treinta millones de africanos llevándolos a América? ¿Y de cuánta riqueza se benefició Europa? Si pensaran en eso, tendrían un poco más de generosidad…

P.- Por eso es tan importante la historia…

R.- En este momento nos horrorizamos por lo que está haciendo el Estado Islámico, pero quién se acuerda de que hace cinco siglos nosotros quemábamos a los heréticos, a las supuestas brujas. Y todo esto en nombre de la religión. La cruzada contra los cátaros, por ejemplo, causó la muerte de veinte mil personas. Esta es la historia. Y la música nos tiene que recordar lo que ha sido la historia para que aprendamos.

P.- Usted ha dedicado todo un espectáculo a Erasmo y su Elogio de la locura…

R.- Es el modelo que, sin duda, más me gusta recordar en la historia de la religión: Erasmo de Rotterdam, quien, ante la reforma de Lutero contra Roma, no quiso tomar partido, aunque le daba la razón. Erasmo sabía que si tomaba partido habría nuevas guerras… y es lo que pasó. Siempre tenemos que estar pendientes del diálogo, del respeto. La música nos ayuda a entender que, para dialogar, tenemos que ponernos al mismo nivel que las demás personas, y respetarlas y escucharlas.

P.- Espectáculos como Guerra y paz [estrenado en 2014] cobran mucho sentido…

R.- Claro. En Barcelona he presentado, por ejemplo, El espíritu de los Balcanes, donde he reunido a más de setenta músicos: hay serbios y bosnios, turcos y armenios, judíos y cristianos, rumanos y húngaros… Es una maravilla, y cada uno expresa su música. Piense que, cuando expresan su música, cada uno de ellos habla con toda la intensidad de su alma, porque es su vida misma la que expresan. Después me fui a Salzburgo, en donde expliqué la vida de san Francisco Javier, ese gran personaje que se fue a Oriente y que convenció, país a país, a la gente con su fe y respetando su cultura. Lo que yo quería decir a través de la música es que así hablaba san Francisco Javier. La Iglesia es también estas cosas, gentes como san Francisco Javier, que cambió su vida para hacer el bien.

P.- Su música es memoria y testimonio, ¿no?

R.- Si el ser humano no es capaz de recordar, pierde su humanidad. Lo que hace a un ser humano plenamente humano es su capacidad de recordar; cuando pierdes esa memoria, pierdes la humanidad. Por eso es muy importante recordar los momentos importantes de la historia, y aprender. Intentar construir el futuro mirando atrás, sabiendo dónde nos hemos quedado, por qué esto no ha funcionado. Nunca había habido tantos refugiados en el mundo como en este momento. Es verdad que tenemos la máxima tecnología, los instrumentos y los medicamentos para vivir más que nunca, pero, en cambio, hay más guerras que nunca. Y más gente sufriendo. Esto no es la civilización. El negocio de la guerra es el más rentable del mundo. Y, ¿esto quién lo va tocar? Nadie.

“La cultura no es un lujo, es una necesidad de la sociedad”

P.- Usted rechazó el Premio Nacional de Música reclamando que la música y los músicos necesitan un mayor apoyo institucional.

R.- Estoy profundamente convencido de que el arte es útil a la sociedad y contribuye a la educación de los jóvenes, a elevar y fortalecer la dimensión humana y la espiritual del ser humano. Pero, ¿cuántos españoles han podido escuchar en directo las músicas sublimes de Cristóbal de Morales, Francisco Guerrero y Tomás Luis de Victoria? La inmensa mayoría nunca podrán beneficiarse de la fabulosa energía espiritual que transmite la divina belleza de estas músicas. ¿Podríamos imaginar un Museo del Prado donde todo el patrimonio antiguo fuera inaccesible? Pues eso pasa con la música, porque la música viva solo existe cuando un cantante la canta o un músico la toca; los músicos son los verdaderos museos vivientes del arte musical. Es gracias a estos que podemos escuchar las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio, por ejemplo. Por eso es indispensable dar a los músicos un mínimo de apoyo institucional y estabilidad, porque sin ellos nuestro patrimonio musical continuaría durmiendo el triste sueño del olvido y la ignorancia. La cultura, a veces, se considera un lujo. Y no lo es. Es una necesidad ineludible para la sociedad, para la espiritualidad del ser humano.

P.- Ha reivindicado usted con frecuencia la accesibilidad a la música en prisiones, en hospitales…

R.- Sí. Es lo que más cura. La música nos llega al corazón, no hay nada más verdadero. Nunca miente.

En el nº 2.953 de Vida Nueva.

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