Editorial

Comprometidos contra el maltrato

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EDITORIAL VIDA NUEVA | España está viviendo un verano negro en materia de violencia de género, con 25 mujeres muertas en lo que va de año. El trágico final de las dos jóvenes de Cuenca asesinadas por el que fuera novio de una de ellas pone de manifiesto la vulnerabilidad de las mujeres y de su entorno –familiares, menores, amigos– ante los agresores y sitúa el maltrato como una asignatura pendiente para una sociedad que se considera avanzada en materia de igualdad.

Compete a los poderes públicos una profunda reflexión sobre el repunte de la violencia machista para promover una verdadera política social y judicial de prevención, actuación y protección. Faltan recursos para proteger a las víctimas, pero, sobre todo, urge romper aún la barrera del silencio de las víctimas, de aquellas mujeres que ven minada su autoestima y se sienten culpables y no víctimas. Resulta apremiante eliminar todo signo de complicidad de quienes forman parte del entorno familiar, laboral o vecinal, el silencio de quienes intuyen que detrás de una mala contestación puede haber algo más, pero miran para otro lado.

Amén del papel de la Administración, corresponde a todos analizar y responder, por ejemplo, ante las encuestas, que reflejan una mayor tolerancia por parte de los jóvenes ante el maltrato, cuando se les presupone una generación más y mejor preparada. Los cristianos, en tanto que identificados desde Jesús de Nazaret con la defensa de la dignidad de la mujer, están llamados a abanderar la erradicación de esta forma de violencia verbal, psicológica, sexual o física.

Esta contundencia es especialmente necesaria en quienes acompañan a las parejas, desde quienes capitanean los cursillos prematrimoniales a los asesores de los Centros de Orientación Familiar. Vida Nueva expone en sus páginas la labor de instituciones ligadas a congregaciones religiosas, ONG católicas y organismos diocesanos, que son mano tendida y casa de acogida. Muestra de esta implicación de la Iglesia es el reciente fallecimiento en Sevilla de un sacerdote a manos del marido de su sobrina por protegerla.

No estaría de más aplicar las
recomendaciones de los obispos estadounidenses a los sacerdotes
para que aborden en sus homilías este asunto,
como un instrumento pedagógico de prevención y concienciación.

Crímenes como este urgen a un compromiso mayor, que pasa por un pronunciamiento firme por parte de los obispos, así como por la aplicación de protocolos de alerta y actuación en parroquias, escuelas, hospitales, residencias, comedores, talleres de promoción… Solo si se cuenta con las herramientas adecuadas, se podrá acabar con el silencio y el miedo, las principales armas de los maltratadores.

No estaría de más aplicar las recomendaciones de los obispos estadounidenses a los sacerdotes para que aborden en sus homilías este asunto, como un instrumento pedagógico de prevención y concienciación, para que las víctimas reconozcan si sufren abuso, y sientan que su comunidad les arropa. Sin ir más lejos, explicando la carta de Pablo a los efesios sobre el amor conyugal que se proclamó el pasado domingo sin dejar resquicio alguno a la dominación o la explotación. Que nadie pueda aferrarse a argumentos religiosos para justificar el maltrato. Porque atacar a una mujer física, emocional o espiritualmente es atacar a toda la sociedad, a su familia, a sus hijos. También a la Iglesia.

En el nº 2.953 de Vida Nueva. Del 29 de agosto al 4 de septiembre 2015

 

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