Teresa de Jesús, la santa inquieta y andariega. Claves para la lectura de sus escritos

Santa Teresa de Jesús escribiendo

Mística, doctora… y mujer

Santa Teresa de Jesús escribiendo

ANDRÉS PÉREZ GARCÍA, SM | España celebra el V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, ocurrido un 28 de marzo de 1515 en Ávila. Instituciones religiosas, académicas y culturales se han implicado en actividades diversas para acercarnos más al conocimiento de una gran santa, muy mujer y muy española.

Santa Teresa ha sido muy conocida, leída y ponderada por santos, místicos y papas. Sería fascinante conocer la incidencia que Teresa ha tenido en la renovación de la Iglesia en estos casi cinco siglos, gracias a su ejemplo de vida y a sus escritos. ¿Tiene hoy algo que decirnos a quienes vivimos en un mundo tan distinto, tan sumido en el consumismo, tan apegado a lo terrenal y tan ajeno e indiferente a lo espiritual?

En una de sus últimas audiencias, nuestro venerable papa emérito, Benedicto XVI, nos decía: “En nuestra sociedad, a menudo carente de valores espirituales, Teresa nos enseña a ser testigos incansables de Dios, de su presencia y de su acción, nos enseña a sentir realmente esta sed de Dios que existe en lo más hondo del corazón humano, ese deseo de buscar a Dios, de dialogar con Él y de ser sus amigos. Que el ejemplo de esta santa castellana, profundamente contemplativa y eficazmente activa, nos impulse también a nosotros a dedicar cada día un tiempo adecuado a la oración, a buscar a Dios, para verlo, para encontrar su amistad y así la verdadera vida”.

(…) portada Pliego Vida Nueva Escritos de Teresa de Jesús 2952 agosto 2015

Teresa, escritora

Teresa de Jesús, la primera escritora española en prosa y en verso con todos los honores, no alcanzó a serlo por azar. Desde niña mostró afición por los libros. Si bien fue autodidacta, su inclinación a la lectura se la debió a sus padres. La madre se interesaba por las novelas de caballería; y el padre, por los textos religiosos. Ella se decantó más por la lectura seria y profunda de temática religiosa. Las Confesiones fue, sin duda, el libro que más la impactó: “Como comencé a leer las Confesiones, parecíame que me creía yo allí”.

Con la publicación del Índex experimentó una profunda contrariedad: “Cuando se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen, yo lo sentí mucho, porque algunos me daban recreación; yo no podía ya por dejarlos en latín, me dijo el Señor: ‘No tengas pena, que yo te daré libro vivo’. Sería el trato con Jesucristo, el libro verdadero donde he visto las verdades”.

Aunque la sombra de la Inquisición intimidaba, Teresa no se dejó amilanar. Se inició como escritora en 1562, siempre con el visto bueno del confesor de turno. Por cierto, la lista de sesudos varones es inacabable: desde su segunda conversión se pueden enumerar más de 35; de ellos, nueve jesuitas, diez dominicos, carmelitas como Juan de la Cruz y Jerónimo Gracián. En unos buscó el estímulo para crecer en su vida interior; y en otros, la aprobación, el níhil óbstat de la autoridad eclesial.

Su mayor mérito literario reside en un autoanálisis psíquico y espiritual describiendo con finura y precisión sus vivencias. Para conocer la experiencia teresiana, es recomendable leer con detenimiento sus libros más significativos: Camino de perfección, Las Moradas, Libro de la vida, Fundaciones y Epistolario. La autobiografía, Libro de la vida, es una lectura necesaria, pero insuficiente. Retazos de su historia personal se encuentran dispersos en varios libros. Sus escritos brotan de su experiencia vital, pero no solo en diálogo con el Señor, sino con la realidad de su tiempo y sus coetáneos.

Escribe desde la cátedra de la vida por obediencia. Sus miles de páginas son vida comunicada, carta íntima al lector. A veces se excusa por la falta de tiempo y es consciente del desorden que ofrece su relato: “Escribo sino a pocos a pocos. Pueden ser algunas cosas mal declaradas y otras puestas dos veces”.

Observamos en bastantes de los escritos de la santa un emisor doble, ella y el Espíritu Santo: “Porque veo claro que no soy yo quien lo dice; que ni lo ordeno con el entendimiento ni sé después cómo lo acerté a decir… Aclaró Dios mi entendimiento, unas veces con palabras y otras poniéndome delante cómo lo había de decir”.

El receptor en muchos casos es múltiple: uno inmediato, el confesor; pero, además, habla a Jesucristo, a sus monjas y a todos sus lectores. No pocas veces parece que escribiera a un lector docto, varón, letrado, que debe velar por su ortodoxia.

Su estilo –humilde, espontáneo, detallista, fácil de leer, de pluma ocurrente y creativa, uso de un lenguaje llano, familiar, engarzado con una sintaxis sencilla– busca la eficacia comunicativa. Con sus vivencias quiere servir de guía a quienes desean adentrarse por los caminos del encuentro con Dios.

Teresa es muy consciente del reto permanente al que se enfrenta como mística: “Una merced es dar el Señor la merced, y otra es entender qué merced es y qué gracia; otra es saber decirla y dar a entender cómo es”. Por eso se nutre de comparaciones, símbolos, metáforas, alegorías para paliar la insuficiencia del lenguaje. “Habré de aprovechar alguna comparación, aunque yo las quisiera excusar por ser mujer y escribir lo que me mandan; este lenguaje del espíritu es tan malo de declarar a los que no saben letras, como yo”. “Las groseras comparaciones para tan preciosa causa no me contentan, pero no sé otras”.

Pliego íntegro publicado en el nº 2.952 de Vida Nueva. Agosto de 2015

 

ESPECIAL TERESA DE JESÚS:

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