Espiritualidad en serie. La religión en la nueva época dorada de la televisión

protagonistas de series de televisión norteamericanas de éxito

Tramas de éxito como ‘True Detective’, ‘Juego de Tronos’ o ‘Perdidos’ incorporan la fe en sus argumentos

protagonistas de series de televisión norteamericanas de éxito

Tyrion Lannister (Juego de Tronos), Rust Cohle (Tue Detective), Walter White (Breaking Bad) y Tony Soprano (Los Soprano)

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | El cristianismo es el gran fenómeno histórico que ha condicionado el concepto de tragedia durante los últimos dos mil años. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento son, entre otras muchas definiciones, relatos trágicos de carácter ejemplar, que pretenden comunicar un orden, un sentido trascendente. De forma similar, en el auge del discurso televisivo contemporáneo –en la llamada nueva época dorada de las series de televisión–, la religión es parte fundamental en muchas de las de mayor éxito y consagración popular. Especialmente, de las que vienen de Estados Unidos, de canales como HBO, o incluso de cadenas más tradicionales como ABC o FOX.

De hecho, es raro encontrar alguna serie que no tenga algún capítulo o trama donde la religión –la católica principalmente–, asuma su protagonismo, ya sea en un drama o en una comedia. La fe no está oculta: es visible como puede serlo en la vida de la propia audiencia. Está ahí, junto a nosotros. Del mismo modo que nos acordamos de ella cuando vivimos alguna tragedia, proliferan en las series de éxito los momentos de desesperanza, duda o conflicto, igual que descargamos nuestra ira en Dios cuando el revés se fija en nuestras vidas.

A diferencia de las series españolas –en donde, por regla general, se ridiculiza a la religión–, el entramado de series norteamericanas, y hablamos de las más consolidadas por el éxito, con una sobrada calidad y un seguimiento amplísimo en todo el mundo –es decir, desde Los Soprano y Perdidos hasta True Detective o Juego de Tronos–, incorporan la fe en sus argumentos desde el sentido crítico, la reflexión, la duda, el drama, la moral, el testimonio o, inevitablemente, también el rechazo.

Es posible en la ficción televisiva americana, sin duda, encontrar aspectos de una visión positiva y reconciliadora de la religión, pero esto no significa que, a la vez, no se difundan críticas abrumadoras al edificio eclesiástico o, simplemente, al credo católico, incluso al teísmo entendido como un sistema de creencias opuesto al ateísmo, en una recurrente simplificación al absurdo.

La diversidad de la adaptación de la religión a la pequeña pantalla es amplia. Pero, si hay que generalizar, es válida la apreciación de que la presencia de lo religioso es mucho más concluyente y rotunda de lo que podría parecer. Hoy, viendo series, en su mayoría norteamericanas –pero también británicas y nórdicas, principal contrapunto europeo de calidad a la industria estadounidense–, que tienen millones de seguidores en todo el mundo, la religión es uno de sus grandes temas.

Basta asomarse al peso que ha tenido, por ejemplo, en tres de los grandes fenómenos contemporáneos. Perdidos (ABC), emitida entre 2004 y 2010; True Detective (HBO), sobre todo la primera temporada, estrenada en 2014, y la singular Juego de Tronos (HBO), que acaba de finalizar la quinta de las siete temporadas anunciadas.

La religión no solo es relevante en sus desenlaces finales; es mucho más explícita en la trama policíaca en apariencia de True Detective y va cada vez a más en el desarrollo de Juego de Tronos, la serie que más difusión tiene actualmente, emitida simultáneamente en 170 países.

Ya sea en géneros como la ciencia ficción o el realismo contemporáneo. Da igual. O incluso en ese otro género tan resbaladizo como la ficción política. Ha ocupado escenas capitales en, por ejemplo, dos series de culto en torno a la presidencia de los Estados Unidos. La primera es la insuperable creación de Aaron Sorkin, El ala oeste de la Casa Blanca (NBC), emitida entre 1999 y 2006. La segunda, aún en las pantallas, es la cínica House of Cards (Netflix).

Y, por ejemplo, interviene con un papel secundario –pero significativo– en la épica y añorada creación de David Chase, Los Soprano (HBO). Y cobra un papel extraordinario en el final de Perdidos, aunque está subyacente en sus 120 capítulos. Aunque irrelevantes –en comparación a la honda huella de las series anteriores– tiene, en cambio, todo el protagonismo en The Leftovers (HBO) y Resurrection (ABC), si bien desde una perspectiva singular.

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En el nº 2.951 de Vida Nueva

 

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