Editorial

Espiritualidad en pantalla plana

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EDITORIAL VIDA NUEVA | “¿Te imaginas qué pasaría si la gente no creyese? ¿Todas las maldades que podrían hacer?”. “Exactamente lo mismo que ahora, pero al descubierto”. Este diálogo entre Martin y Rust, los dos protagonistas de True Detective, nace como una provocación al espectador, como lo es el argumento de cada capítulo, que bucea en las miserias del ser humano con aura pseudorreligiosa de fondo.

Y es que, más allá de una industria que busca un beneficio económico a través del entretenimiento, las series han tomado el testigo del cine como espejo de la sociedad. De ahí que, coincidiendo con el período estival, Vida Nueva se adentre a través de la sección A fondo en el tratamiento del hecho religioso desde la reciente hornada de series televisivas desde una mirada; y en el Pliego se asome a los largometrajes más significativos para la Vida Religiosa, coincidiendo además con el Año de la Vida Consagrada.

Los medios audiovisuales han evolucionado a tal velocidad que ni el cine se piensa ya solo para ser visto en pantalla grande ni las series se producen para un pase programado por un canal de televisión. La personalización del consumo a través de las nuevas tecnologías hace que una película pueda visionarse en un móvil o que el espectador dedique un día entero a una temporada completa de una serie desde una tableta.

Como la música o los videojuegos, también se han convertido en instrumentos de socialización no solo para niños y jóvenes, sino también para los adultos, con una incidencia más que significativa frente a los agentes institucionalizados: la familia, la escuela o la propia Iglesia. Baste señalar que un español pasa una media de 19 horas a la semana frente a la televisión.

Esta mirada a las series y películas con ojos de Dios
entronca con la preocupación de Benedicto XVI y Francisco
por un sano diálogo entre la fe
y las diferentes expresiones artísticas y corrientes de pensamiento
que emanan del nuevo ecosistema en el que nos movemos.

En sus guiones describen situaciones cotidianas, exponen modelos –y antimodelos- de conducta, plantean las preguntas esenciales de la vida… Claro está que no nos encontramos ante productos nacidos con fines evangelizadores ni promovidos por empresas con sello católico. Sin embargo, se generan en la sociedad a la que pertenecen los cristianos y que consumen destinatarios reales y potenciales del mensaje del Evangelio.

De ahí la necesidad de situarse ante la pantalla con un sentido crítico, que permita desmenuzar los intereses y objetivos que hay detrás de cada guión sin censura o condena previa, sino precisamente para extraer información acerca del ambiente, así como de los valores y normas que reflejan. Esas mismas pautas de las que se han permeado los pastoralistas que llevan décadas trabajando en explorar y trabajar el humanismo cristiano presente en los grandes estrenos.

Este análisis del relato audiovisual, o lo que es lo mismo, esta mirada a las series y películas con ojos de Dios, entronca con la preocupación de Benedicto XVI y Francisco por un sano diálogo entre la fe y las diferentes expresiones artísticas y corrientes de pensamiento que emanan del nuevo ecosistema en el que nos movemos, donde cohabitan diferentes voces en un complejo pluralismo social, ideológico y político. El impacto social y los cambios culturales que esconden invitan a la Iglesia estar al tanto de estos lenguajes si lo que busca es estar “en salida”.

En el nº 2.951 de Vida Nueva. Del 25 al 31 de julio de 2015

 

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