El asesinato de un sacerdote en Sevilla evita un posible crimen machista

MATEO GONZÁLEZ ALONSO | El sábado 18 de julio, la Iglesia de Sevilla despedía al sacerdote Carlos Martínez Pérez, fallecido el jueves anterior víctima de una agresión a las puertas de su domicilio, en una céntrica calle de la ciudad hispalense. Allí se dirigía al final de la tarde, tras celebrar la eucaristía como capellán en la iglesia del convento de San Leandro. Templo que se vio desbordado por el más de medio millar de personas que acudió a su funeral, y durante el cual el arzobispo Juan José Asenjo destacó la “entrega pastoral de este sacerdote en activo” a sus 75 años de edad. Un presbítero, además, que era muy apreciado en diferentes hermandades y cofradías de la ciudad.

El presunto agresor, José Eugenio Alcarazo, de 52 años, paciente de psiquiatría, estaba siendo trasladado para que se le realizase un diagnóstico cuando logró escaparse, dirigiéndose al portal de la vivienda del sacerdote. Allí le esperó hasta el momento de la agresión, siendo detenido minutos después. La policía se pudo hacer con el arma homicida, un cuchillo de grandes dimensiones.

El fallecido era tío de la esposa del detenido, quien, tras acabar con la vida del sacerdote, y antes de ser detenido, se dirigía a casa de su mujer con las mismas intenciones. Por ello, las fuerzas de seguridad no han dudado en resaltar que se ha evitado “una posible agresión que pudiera ser de violencia de género”, según el jefe superior de Policía, Francisco Perea.

Según declaraciones de vecinos y amigos recogidas por varios medios sevillanos, el sacerdote había recibido con anterioridad alguna amenaza por alentar a su sobrina a que iniciase el proceso de separación. Por esta cuestión, el agresor había intentado quitarse la vida la semana anterior, lo que le había llevado a ingresar en un hospital. El detenido ha pasado a disposición judicial.

En el nº 2.951 de Vida Nueva

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