Luces y sombras de una Pascua unificada

cristianos encienden velas y rezan en el Santo Sepulcro de Jerusalén

La propuesta del Papa sería un gesto ecuménico con los ortodoxos, pero rompería lazos históricos con los judíos

Cristianos en el Santo Sepulcro  de Jerusalén

Cristianos en el Santo Sepulcro de Jerusalén

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Aunque ha trascendido mediáticamente ahora, uno de los comentarios del papa Francisco que más eco tuvo en el III Retiro Mundial de Sacerdotes, celebrado el 12 de junio en la basílica romana de San Juan de Letrán, fue su deseo de que se consensúe una fecha fija en el calendario entre todas las confesiones cristianas para celebrar cada año juntas la Pascua de Resurrección.

Aunque es una posibilidad que se ha sugerido muchas veces por parte católica a raíz del Concilio Vaticano II (entonces, como ahora, se hablaba del segundo domingo de abril como la fecha idónea), sobre todo con Pablo VI, siempre ha contado con el rechazo de las comunidades ortodoxas, fieles al calendario juliano (el rito latino lo marca el gregoriano).

Ahora, no han tardado en llegar las primeras reacciones desde gran parte de los episcopados (en España, el secretario de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo, mostró la apertura de los obispos a lo que se pueda acordar a un más alto nivel) y, también, desde las Iglesias ortodoxas, donde ha imperado el rechazo. Pero, si la negativa más contundente ha sido la del Patriarcado de Moscú, falta por comprobar la reacción del histórico Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, cuando es pública la estrecha relación que une al Papa con Bartolomé I, colaborando ambos en diferentes proyectos.

Aunque aún aparece como un reto a largo plazo, ya ha despertado el debate a nivel mundial y en distintos niveles, no solo el religioso. Ante la complejidad de la cuestión, Vida Nueva ha recabado la opinión del reconocido liturgista Juan María Canals, durante muchos años responsable de la Comisión de Liturgia de la CEE. Desde la prevención, apunta “luces y sombras” en caso de conseguirse algún día una Pascua unificada para todos los cristianos. Respecto a las primeras, aparte de la “claridad” que aportaría a todos los niveles saber de un modo fijo la fecha de las principales celebraciones religiosas del año, “la principal, indudablemente, es que sería un gesto ecuménico enorme de cara al diálogo y la convivencia entre todos los que nos decimos cristianos”.

Sin embargo, “la gran consecuencia negativa es que se vería afectado el más global diálogo interreligioso, sobre todo en la relación con los judíos. El que nos una en una misma noche la luna llena de primavera, ellos celebrando su Pascua y nosotros la Última Cena, que desemboca en la Pascua de la Resurrección, es un gesto con una fuerte carga teológica y, además, de gran belleza”.

Al principio no era en domingo

De hecho, Canals apela a los primeros siglos de tradición, cuando las comunidades cristianas celebraban la Pascua de Resurrección el mismo día que la Pascua judía, que no tenía un día fijo. “Siendo cierto que esto hace ya muchos siglos que se ha perdido, al menos aún nos une a cristianos y judíos la celebración principal de nuestra fe en torno a la luna llena de primavera”. Algo que, de cambiar, nos separaría definitivamente en este sentido de nuestros hermanos mayores en la fe.

Pese a que el liturgista se muestra escéptico en cuanto a que se llegue a un acuerdo con los ortodoxos, cree que un paso sería “acordar un calendario unificado un año y luego, entre todos, evaluar si la experiencia fue positiva o no”. Algo que debería estudiarse “no solo en la esfera religiosa, con teólogos, biblistas y científicos, sino de un modo global, pues afecta a la sociedad civil”. De hecho, apunta, “la ONU ha planteado varias veces la idea de unificar internacionalmente determinadas celebraciones religiosas… Pero, siendo realistas, un acuerdo así es muy complicado”.

El caso específico del Santo Sepulcro

Aunque sea en un punto específico, por su significatividad, Juan María Canals pide que se tenga en cuenta la realidad que se vive en el Santo Sepulcro de Jerusalén, a cargo de las distintas confesiones cristianas, cuya relación es siempre tensa. “Durante varios años viví allí la Semana Santa –recuerda–. Formaba parte de una comisión vaticana para adaptar el rito litúrgico del Concilio Vaticano II, pues, hasta hace solo diez años, celebraban la Pascua según lo establecido en Trento. En 2001, por coincidencia de los calendarios, se celebró el mismo día la Pascua. Tristemente, fue un caos; solo había ruido. Todos, en su celebración, elevaban la voz para tapar las del resto. Una vez más, fue un antitestimonio… Y en el punto donde más deberíamos estar unidos”.

En el nº 2.948 de Vida Nueva.

 

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