La alegría del Evangelio viaja a América Latina

Del 5 al 13 de julio, el papa Francisco visita Ecuador, Bolivia y Paraguay

rosarios y atrapasueños con la imagen del papa Francisco en un mercadillo en América Latina previo al viaje de julio 2015

JORGE OESTERHELD, director de ‘Vida Nueva Cono Sur’ | Habría que comenzar haciéndose una pregunta: ¿por qué el Papa ha elegido estos países para su primer viaje a América del Sur? Es difícil aventurarse en los motivos que guardan las personas en sus corazones, y más difícil resulta aún si esa persona se llama Jorge Mario Bergoglio, alguien impredecible que siempre, por alguna razón, sorprende. Esa es una de sus características desde mucho antes de ser el papa Francisco. Una particularidad que, en una lectura apresurada, puede entenderse como una maquiavélica y opaca manera de gobernar, pero que también puede verse como el abandono de Maquiavelo y el constante retorno al Evangelio: nadie sorprendió –ni sorprende– como el carpintero de Nazaret.

Si no tenemos en cuenta a los países de América Central y del Caribe, y nos limitamos a los de Sudamérica, Ecuador, Bolivia y Paraguay son los países con mayor cantidad de población pobre y excluida. Una vez más, por ahí comienza Francisco. Desde su primer viaje a Lampedusa, esa ha sido una constante: primero los pobres.

Detrás de todos los gestos del Papa hay un contenido simbólico que no es posible desconocer y que marca un rumbo especialmente dirigido a los pastores, pero que alcanza a todos los cristianos. Francisco es muy concreto, la opción por los pobres no se hace desde un Mercedes-Benz blindado, sino desde la proximidad simple y directa del pastor junto a su pueblo. Y la mirada de ese pastor está habituada a dirigirse a los que menos tienen, a los que menos pueden, a los que menos saben; en una palabra, a los que el Señor llamó en su sermón del monte “los bienaventurados”.

No hay que buscar entonces oscuras explicaciones de geopolítica internacional a la elección de estos tres países: la razón está en los evangelios. Otro tema es que tomar decisiones desde los evangelios tenga consecuencias políticas. Eso es así desde el primer momento; es uno de los retos que debió enfrentar Jesús: la interpretación de sus gestos trascendentes como intromisiones en la pequeña política doméstica.

Cuando el Maestro habla del Reino de Dios, la madre de dos discípulos le pide que uno se siente a la izquierda y otro a la derecha del trono. Ella no había entendido, escuchaba el mensaje más sublime desde sus pequeños intereses. Los jefes del pueblo judío y Pilatos ven en él a un agitador. El Señor no se detiene, a pesar de las distorsiones baratas de su discurso, y será eso lo que en definitiva lo llevará a la muerte. Las decisiones tomadas desde el Evangelio tienen consecuencias políticas de mucho más largo alcance y profundidad que las que se toman leyendo El Príncipe de Maquiavelo.

Esta manera de actuar de Francisco contiene un primer mensaje importante para los que tienen responsabilidades de gobierno en los países de la región y actúan atrapados en el corto plazo, carentes de una visión trascendente en todos los sentidos de la palabra. Es más, es un mensaje para un tiempo y un mundo en los que las decisiones de los políticos están marcadas más por sus urgencias que por las de sus pueblos. Primero los pobres. Ese es el primordial y más obvio de los significados de esta visita a Latinoamérica.

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En el nº 2.948 de Vida Nueva

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