La respuesta unida de la Vida Consagrada es ya una realidad

Los proyectos intercongregacionales se han multiplicado en diez años

Asociación Puente de Esperanza

Un joven buscando empleo acude a la asociación intercongregacional Puente de Esperanza

MARÍA PÉREZ. Foto: SERGIO CUESTA | En cada crisis hay una oportunidad. Y cuanto más profunda la crisis, más importante y mejor resulta la oportunidad. Solo esto explica que ante la escasez vocacional y la crisis económica, distintas congregaciones hayan aunado fuerzas para promover distintos proyectos sociales. Vida Nueva acude a la Asociación Puente de Esperanza, una entidad constituida por doce congregaciones, todas ellas femeninas, en el multicultural barrio de Tetuán (Madrid).

Es lunes por la mañana, y a las 10:00 en punto, su entrada se llena de más de veinte personas que acuden a la búsqueda de empleo semanal. Puente de Esperanza comenzó su andadura hace una década, “como respuesta a una llamada que sentimos tres congregaciones (Apostólicas del Corazón de Jesús, Religiosas de la Asunción y Hermanitas de la Asunción) ante la inmigración que veíamos en las calles”, explica una de las fundadoras, María Estrella Morales, apostólica del Corazón de Jesús.

Esa llamada, respaldada por sus respectivas congregaciones, se concretó en una asociación sin ánimo de lucro centrada en la acogida y apoyo a inmigrantes, a la que se fueron incorporando la Sagrada Familia de Burdeos, las Religiosas de Nuestra Señora de la Compasión, las Misioneras Franciscanas de la Madre del Divino Pastor, la Congregación Romana de Santo Domingo, las Misioneras de la Doctrina Cristiana, las Siervas del Sagrado Corazón, las Ursulinas de Jesús, la Compañía de Santa Teresa y las Mercedarias Misioneras de Bérriz.

Mercedes Ginel, religiosa de Nuestra Señora de la Compasión y presidenta de Puente de Esperanza

Mercedes Ginel, religiosa de Nuestra Señora de la Compasión y presidenta de Puente de Esperanza

La primera acción es la acogida, recibir a la persona en la situación que venga. Le escuchamos, le tomamos los datos, vemos qué demandas presenta y, en función de eso, le derivamos a uno u otro de nuestros servicios”, explica la presidenta de Puente de Esperanza, Mercedes Ginel, religiosa de Nuestra Señora de la Compasión. Desde la asociación, buscan empleo, ofrecen formación orientada al mercado laboral (geriatría, cocina, manipulación de alimentos, corte y confección…), enseñan nuevas tecnologías y enseñan castellano.

La Asociación Puente de Esperanza es en la actualidad una fusión de sensibilidades, carismas, vocaciones y nacionalidades en pleno Madrid. Sus 86 voluntarios (mitad religiosas y mitad laicos) atienden a usuarios de muy distinta procedencia: Ecuador, República Dominicana, Bolivia, Marruecos, Etiopía, Bangladesh… y hasta China. “El 70% de las personas que acuden a nosotros son mujeres–explica una de las voluntarias, Ana Lázaro, laica–, con un nivel de formación muy bajo, principalmente de Madrid, aunque recibimos gente de muchos municipios de alrededor”.

La intercongregacionalidad es el futuro”, sostiene su presidenta, pero “también la misión compartida con laicos. O nos unimos, estamos en comunión y vamos haciendo fraternidad, o desaparecemos”. “Desde el principio, las congregaciones que empezamos teníamos carismas muy distintos” –recuerda la religiosa María Estrella Morales–, pero nunca salieron a relucir nuestros carismas, sino el objetivo y el proyecto común: el seguimiento a Jesús desde la opción por los pobres. Y eso es común a todas las congregaciones”.

Artículo íntegro solo para suscriptores 

En el nº 2.947 de Vida Nueva.

 

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