Francisco, en Bolivia

nicolas-castellanos NICOLÁS CASTELLANOS | Obispo emérito de Palencia

Bolivia vibra, hasta el presidente Evo Morales. Esto parece un tsunami de alegría y esperanza. No es para menos. Para una lectura humana y creyente de la próxima visita del Papa a Bolivia (8-10 de julio), nos puede servir de pórtico el filme La Misión. Nos presenta la importante obra misional de las Reducciones Jesuíticas. En ese contexto aparecen los dos modelos de Iglesia: un modelo de Iglesia política, mundana, triunfal, habitada por príncipes con capisayos rojos, en medio de esa parafernalia cortesana.

El otro modelo, la Iglesia de los jesuitas expulsados, fiel reflejo del Evangelio, de san Ignacio. Y hoy –afirmaríamos– también del obispo de Roma, Francisco, jesuita, como los de las Reducciones de los siglos XVI y XVII. Una Iglesia pobre, con los pobres y para los pobres, accidentada antes que enferma, que sale a las periferias geográficas y existenciales, con pastores que huelen a oveja y no tienen cara de vinagre; una Iglesia abogada de la justicia y defensora de los pobres ante intolerables desigualdades sociales y económicas, que claman al cielo.

En Bolivia, la Iglesia, junto con los medios de comunicación, son las dos instituciones de mayor credibilidad en la sociedad. Toda la Iglesia contribuye a ello. Resalto dos actores principales: las religiosas y religiosos, con sus presencias multiplicadas, su labor callada y sacrificada y su entrega a fondo perdido en las periferias, donde sufre el pobre y excluido. Y la presencia liberadora del cardenal Julio Terrazas Sandoval.

Con todo, en el aire quedan dos preguntas y una respuesta: ¿la Iglesia de hoy refleja aquella Iglesia que nos evocan los sencillos e imponentes templos restaurados, levantados por los jesuitas de los siglos XVI y XVII? ¿Nuestra Iglesia se parece a la que reclama el obispo de Roma, el jesuita Francisco?

Porque todo el Pueblo de Dios, y particularmente los pastores, mayores y menores, se encuentran en las periferias geográficas y existenciales, pisando el barro y los basurales de los barrios marginales: Plan 3.000, la Villa 1º de Mayo, la Pampa de la Isla, La Cuchilla, Los Lotes, Los Tusequis…, o acompañando al mundo marginal rural o indígena, abandonados a su suerte.

Este tendría que ser el fruto de la visita pastoral del obispo de Roma. Esta es la respuesta.

En el nº 2.947 de Vida Nueva.

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