Pablo Suess: “La escasez de misioneros abre espacios a las sectas”

Máximo exponente de la teología india

Pablo Suess

ÓSCAR ELIZALDE PRADA | A los 25 años de edad, durante un viaje a Egipto, Paulo Suess (Colonia, Alemania, 1938) se sintió atraído por la vocación misionera. Terminó sus estudios de teología en Alemania en los tiempos del Concilio Vaticano II y, cuatro meses después de su ordenación sacerdotal, en 1964, escuchó a Floriano Löwenau hablar de los indios tiriyó, que viven en la frontera de Brasil con Surinam, y de las pequeñas comunidades ribereñas de los afluentes del Amazonas brasilero, donde había “pocos operarios para tanta mies”. Llegó a Brasil el 10 de octubre de 1966.

Al año siguiente, en febrero, comenzó su travesía misionera en Juruti, a orillas del río Amazonas, tras unos meses de estudio de portugués. Su profesora le sugirió cambiarse de nombre: “Günter era demasiado germánico para el pueblo”, opinaba ella. Espontáneamente escogió Paulo, como el apóstol. Hoy es uno de los referentes en América Latina de la reflexión teológica sobre los pueblos originarios, comúnmente conocida como teología india.

PREGUNTA.- ¿A qué se debe su interés por la misión de la Iglesia con los pueblos originarios y la teología india?

RESPUESTA.- Vine a Brasil por solicitud del obispo franciscano Floriano Löwenau, porque no tenían muchos sacerdotes para atender una región tan amplia. Después de años regresé a Alemania e hice, a petición del Instituto de Teología de Manaus, un doctorado en teología fundamental. Luego volví y comencé a dar clases en el Instituto de Teología de Manaus y vivía en la periferia, donde no había agua ni luz. Entonces me invitaron a coordinar la pastoral de la tierra, en la región de Amazonía, y colaboré en la coordinación de la pastoral indígena de esa región, siendo parte del Consejo Indigenista Misionero (CIMI). Allí estuve dos años. En la Asamblea General del CIMI de 1979 me eligieron secretario general y fui a vivir a Brasilia. Entonces comencé a conocer la realidad de los indígenas en Brasil, viajando por todas las regiones. En esa época había 120.000 indígenas. Hoy son 800.000. Han crecido y están creciendo, aunque la mitad vive en las grandes ciudades, fuera de sus tierras.

PREGUNTA.- ¿En qué momento su experiencia se abrió a América Latina y el Caribe?

RESPUESTA.- Por ese tiempo descubrimos que Brasil no podía defender a los indígenas solo, necesitaba unir fuerzas con otros países donde los indígenas son mayoría. Contactamos con Argentina y les animamos a organizar su pastoral indígena. También creamos lazos con los países centroaméricanos, después con México y así sucesivamente. En 1983 hicimos un gran congreso, con la presencia de 15 países. En algunos casos, aunque llevaban tiempo trabajando con la pastoral indígena, los agentes de pastoral nunca se habían encontrado como país. A partir de ese momento comenzamos a organizar cursos latinoamericanos en diferentes regiones del continente, como el Cono Sur y América Central. Posteriormente dimos un paso hacia el ecumenismo y surgió la Articulación Ecuménica Latinoamericana de Pastoral Indígena (AELAPI). También emprendimos trabajos colaborativos. Recuerdo que Eleazar López, del CENAMI de México, y Aiban Wagua, de los kuna de Panamá, colaboraron con nosotros en São Paulo cuando organizamos un posgrado de misionología, porque los misioneros querían estudiar y prepararse mejor.

PREGUNTA.- ¿Ya se hablaba de una teología indígena como tal en América Latina?

RESPUESTA.- Fuimos pasando de una pastoral indígena a una teología indígena, sin abandonar la pastoral. Eleazar llevó adelante este proceso, enfatizando el aspecto religioso de los mitos y de los orígenes. En Brasil, los indígenas son minorías, por eso nuestro trabajo pastoral y nuestra reflexión se ha orientado en torno a su defensa. Luego surgieron otros espacios de reflexión sobre la teología india. Pastoral y teología indígenas fueron intentos para descolonizar el trabajo misionero. Entonces fue creciendo el interés, aunque con diversos énfasis en cada país.

Nuevas estructuras eclesiales

P.- El papa Francisco y los obispos en la Conferencia de Aparecida, han llamado la atención sobre la difícil situación que atraviesa la Amazonía. ¿Qué implica esto para la pastoral indígena?

Pueblos indígenasR.- Los indígenas en Brasil no se encuentran solamente en la Amazonía; se encuentran en todas las regiones del país, incluso en el sur. Todos se encuentran amenazados por explotaciones de minería, madera, hidroeléctricas y agronegocios, entre otras, que realizan las grandes empresas nacionales y multinacionales. La Iglesia, aunque siempre ha estado presente, despertó a esta realidad y está tratando de cumplir cada vez mejor su misión. Por otra parte, la pastoral en la Amazonía aún es muy limitada. Yo viví ocho años en una parroquia con 10.000 kilómetros cuadrados, donde solo podía visitar las comunidades una o dos veces al año. Por lo tanto, normalmente la gente no podía celebrar la Eucaristía. Estas comunidades rurales claman por nuevas estructuras eclesiales para poder tener acceso a los sacramentos y al liderazgo pastoral. Esto nos lleva a cuestionar la forma de cómo asumimos los ministerios y la administración de los mismos sacramentos. A veces tengo la impresión de que el tratado sacramental no ha aterrizado en las regiones, como ocurre en la Amazonía. Desde hace muchos años experimentamos una significativa escasez de misioneros, que abre muchos espacios a las sectas fundamentalistas, que no valoran las culturas. Todo esto nos lleva a pensar que en nuestra pastoral todavía hay mucho por construir. San Pablo, el apóstol misionero, no dejó a ninguna de las comunidades que fundó sin ministro de Eucaristía.

P.- Ante esto, ¿qué tarea cumple la teología india?

R.- En la teología india se reconoce la alteridad. Los indígenas tienen su cultura, su tierra y sus problemas. Por eso esta teología reconoce su pasado milenario y su mundo religioso, en lugar de imponerse, como ya se hizo en el pasado. Por la inculturación asumimos que somos diferentes dentro de nuestra catolicidad. Más aún, se podría decir que la universalidad se entiende desde la diversidad y no desde la uniformidad, que, en último término, acabaría siendo otra forma de colonización. No podemos repetir los errores del pasado, cuando se unificaron 400 lenguas bajo un único lenguaje general. Necesitamos diversificar los ministerios y la liturgia misma. En esto ayuda la teología india.

P.- Finalmente, ¿en qué consiste la propuesta del “Sumak Kawsay” (“Buen Vivir”) de los pueblos indígenas?

R.- Una utopía es una crítica al momento presente que nos hace caminar. Yo veo el “Sumak Kawsay” como una utopía muy importante porque nos abre los ojos hacia otras perspectivas. Uno podría decir que en la práctica aún no funciona, porque los países que lo incorporaron en su Constitución, como Ecuador y Bolivia, si bien han logrado aplicar algunas medidas, no han llegado a incorporarlo como parte fundamental de sus planes de gobierno. El “Buen Vivir” es una larga marcha hacia la reconstrucción de los Estados que tenemos hoy. El motivo por el cual algunos gobiernos no dialogan con los pueblos indígenas es porque, a diferencia de los grandes empresarios, con ello supuestamente no tienen nada que negociar. De ahí que los tres grandes poderes –el ejecutivo, el legislativo y el judicial– recaigan desfavorablemente sobre los indígenas. Lo más irónico es que la monocultura del agronegocio crea el superávit que alimenta los programas sociales para los pobres, mientras que los indígenas pierden sus tierras y perspectivas de vida. La democracia actual se torna cada vez más una oligarquía donde pocos deciden sobre el futuro del país.

En el nº 2.946 de Vida Nueva

 

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