Abiertos al estupor

 ma-angelesMª ANGELES MARTÍN RODRÍGUEZ-OVELLEIRO | Profesora de Evaluación de Impacto Ambiental Universidad Rey Juan Carlos de Madrid

La revolución industrial intensificó la capacidad de transformación del hombre sobre el entorno. Cambió los ritmos que la naturaleza posee y ésta “rapidación” del hombre ha desencadenado una crisis ecológica. La estructura de la naturaleza, de la que la ecología nos habla, muestra como todo está relacionado con todo. Los seres vivos como su entorno forman un sistema. “El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos”.

Una de los males de la cultura occidental es pensar que el hombre no es parte de esta relación con la naturaleza y que la degradación de ésta no está relacionada con la degradación moral y social. Desde que hemos sido conscientes de la escasez de recursos y de la acumulación de residuos en los años 70, ha habido una división ideológica que nos ha hecho olvidar la realidad. Unos han visto el discurso ecologista como algo ideológico, simplificando el problema y resolviéndolo a través de un falso optimismo tecnológico o de las leyes de mercado que corregirían desajustes. También ha habido quienes han querido construir un mundo despreciando al hombre y considerando erróneamente que debe desaparecer del planeta.

La crisis ambiental es una de las principales fuentes de conflictos actuales. La escasez de recursos hace que la población mas vulnerable sea descartada por un mundo impasible ante tanto drama. El papa Francisco con esta Encíclica no solo propone una vía de dialogo al debate social, sino que hace un llamamiento ante la incredulidad sobre la degradación del planeta, porque urge un cambio de rumbo.

La cultura del descarte hace que no nos importe que haya miles de hermanos que sufren la desigualdad de acceso a los recursos y la degradación ambiental de su entorno. El Papa alerta ante la falta de relación ética de esta casa común en la que el “gemido de la hermana tierra se une al gemido de los abandonados del mundo”

No es anecdótica la pérdida de biodiversidad, ni ideológico el cambio climático. Son hechos que además son síntomas de cómo la “degradación ambiental y humana y ética esta íntimamente unidas”. El Papa Francisco continúa con su Magistero el de sus predecesores. San Juan XXIII, en la época de la exaltación de la tecnología que puso en riesgo las estructuras sociales de la paz mundial, denunció por primera vez un abuso de la tierra.

San Juan Pablo II en su extenso pontificado género un cuerpo doctrinal en el que apuntaba que la crisis ecológica era una crisis moral e invitaba a la conversión ecológica para conseguir la paz con Dios, con la humanidad y con la creación. El papa emérito Benedicto XVI siguiendo con sus investigaciones como cardenal Razinger profundizó en una correcta relación con el entorno, a fin de revisar los estilos de vida.

La experiencia vital del papa Francisco, que ha visto de cerca en los países en vías de desarrollo el drama humano de la degradación ambiental, hace que esta encíclica sea realista y “dramática”, precisamente para no dar por hecho este drama humano, social y espiritual al que estamos abocados. Todo esta relacionado: el cuidado de mi propia vida, el de mi entorno, el que debo a mi hermano y a Dios son sólo uno.

En el Génesis se nos muestra como la existencia humana es relación: con Dios, con el prójimo y con la tierra. El pecado del hombre ha roto y desnaturalizado esta relación transformándola en conflicto. En la historia de la Salvación, en la tradición de los salmos, los profetas, o en la tradición judía del Sabthat se nos enseña cómo cuidar este don de la vida. Porque en cada cosa hay una presencia divina que asegura nuestra esperanza: todo está destinado a la Resurrección.

“El fin último de las demás criaturas no somos nosotros. Todas avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el termino común, que es Dios “El ser humano, dotado de inteligencia y de amor, y atraído por la plenitud de Cristo, esta llamado a reconducir todas las criaturas a su Creador”. La figura de san Francisco patrono de los ecologistas y considerado como el hombre mas identificado con Cristo entendió esta interdependencia con las criaturas. Llamaba “hermana madre” a la tierra, y con todas las criaturas alababa al mismo Padre.

La realidad es que la naturaleza es Creación: es un Misterio dado por un Padre que lleva impreso una promesa de Amor. La vida del hombre y de cada criatura no es fruto del azar o del caos sino que ha sido querido y elegido por un Dios Creador confiriendo a todo lo creado una “dignidad infinita” y un valor propio. Los seres no son solo objetos de los que disponer arbitrariamente. Como nos recuerda el Papa en el Catecismo (339),“las distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios. Por esto el hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura para evitar un uso desordenado de las cosas”.

El Papa propone un camino sencillo para esta reconciliación con la naturaleza: “Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin esta apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumidor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos (…) El mundo es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza”

En el nº 2.946 de Vida Nueva

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