Nigeria prohibe al fin la mutilación genital femenina

“Es una gran victoria para las mujeres”

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M. Á. MALAVIA | Con la prohibición de la mutilación genital femenina, este 28 de mayo, Nigeria ha marcado un hito, pudiendo ser espejo para las 29 naciones del entorno que aún no penan un fenómeno tristemente extendido en determinados contextos de mayoría islámica. Según datos de Amnistía Internacional, hasta 140 millones de mujeres y niñas padecen hoy la mutilación genital. De ellas, 20 millones son nigerianas.

Este logro es representativo de un cambio de paradigma en Nigeria, donde, en solo unas semanas, las cosas están cambiando significativamente. Algo que coincide con el fin del agitado mandato de Goodluck Jonathan (2010-2015), cuya presidencia ha estado marcada por su personalismo, por acusaciones de sostener una red clientelar y corrupta, y por liderar un plan de choque contra Boko Haram que, lejos de evitar los frecuentes atentados de los terroristas islamistas (a principios de este año alcanzaron su máximo auge), ha perjudicado gravemente a la población norteña del país (mayoritariamente islámica, rural y desabastecida por el Estado), víctima en muchas ocasiones de ataques indiscriminados por parte del ejército nigeriano.

Tras las elecciones presidenciales del pasado 31 de marzo, en las que ganó Muhammadu Buhari (general de 72 años, ex presidente entre 1983 y 1985, musulmán, originario del Norte y víctima en su día de un atentado de Boko Haram), se rompió por primera vez con el monopolio del Partido Democrático Popular, en el poder desde que el país se constituyera en democracia en 1999. Paradójicamente, el solo anuncio de que cambiaría el Gobierno (lo que no se hizo efectivo hasta el 29 de mayo, siendo Jonathan quien firmó la abolición de la mutilación genital femenina), ha disminuido ostensiblemente el ambiente de hostilidad en el país.

Pese a estos gestos esperanzadores, aún queda mucho por cambiar. En el propio caso de la prohibición de la ablación del clítoris, la religiosa italiana Caterina Dolci, que lleva 30 años en Nigeria, se muestra escéptica en declaraciones a la agencia misionera Misna: “Son prácticas muy comunes en las zonas rurales, que son más tradicionalistas y donde los cambios tardan más en llegar”.

Eso sí, este es un primer paso al que se deben unir “la educación y un sistema de control eficaz”. “Es una gran victoria para las mujeres”, concluye.

En el nº 2.945 de Vida Nueva.

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