Editorial

Francisco en Sarajevo: reconstruir un país desde la convivencia

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papa Francisco en Sarajevo 6 junio 2015 preside la misa en el estadio Kosevo

EDITORIAL VIDA NUEVA | Fueron tres años y medio de guerra. Entre muertos y desaparecidos se contabilizaron más de 243.000 víctimas. El conflicto que vivió Bosnia-Herzegovina dejó un país prácticamente destruido, tanto que nunca pudieron calcularse los daños totales que generó en la región. Solo un dato: al firmarse la paz, el 80% de la población recibía algún tipo de ayuda alimenticia para salir adelante.

Dos décadas después, el país comienza a levantarse y las divisiones entre una población conformada en su mayoría por croatas, serbios y bosnios al menos se han reducido en la superficie. Pero para lograr que se curen todas las heridas del pasado aún queda un largo trecho. De ahí que haya quien considera que el país todavía no ha logrado dar por terminada su transición hacia la estabilidad democrática.

Por un lado, la corrupción de los diferentes Gobiernos no ha ayudado a dar credibilidad a las reformas sociales y políticas puestas en marcha. Por otro, los ciudadanos no perciben una reflote real en lo económico con un paro juvenil que alcanza al 67%. Otra prueba de este letargo de posguerra es que el 1 de junio, con siete años de retraso, entraba en vigor el Acuerdo de Asociación y Estabilización de la Unión Europea, que marca el inicio de una lenta carrera para la adhesión del que es hoy por hoy el país más pobre del continente.

Este es la nación que acogió el sábado 6 de junio a Francisco durante doce horas en las que tomó el relevo como peregrino de la paz de Juan Pablo II, que pisó Sarajevo dos años, después del fin de la guerra.

El tiempo que separa una visita de la otra ha permitido comprobar cómo la que fuera considerada la Jerusalén de Europa retoma de nuevo esa vocación de ejercer de punto de encuentro entre diferentes culturas, tradiciones, etnias y religiones, puente que se ha forjado más en las calles, en las aulas y en los templos que desde los organismos institucionales.

Sin embargo, la frágil historia de la humanidad cuenta que todo el trabajo hecho en este tiempo puede venirse abajo si no se fortalecen los pilares del Estado de Derecho, si se pierde la memoria y se descuidan los instrumentos que hagan posible reconstruir una convivencia que promueva la igualdad en la diferencia.

Todavía quedan miedos y cicatrices latentes, como ejemplificaba la cruz dañada por metralla que presidió la eucaristía en el estadio de Sarajevo. Heridas que toca restaurar, como simbólicamente también parecía mostrar el báculo del Papa, que se quebró poco antes de la ceremonia y que hubo que recomponer con cinta aislante.

Esta tarea de minuciosa recomposición es la que corresponde ahora sobre el terreno a musulmanes, ortodoxos y católicos, llamados a reducir las sombras del resentimiento para impulsar una auténtica reconciliación en una tierra que tampoco se libra de la irrupción de los grupos fanáticos islámicos.

Es ahí donde Francisco incidió en todas y cada una de las intervenciones de este viaje exprés, invitándoles a convertirse en “pacientes artesanos de diálogo” y estableciendo una meta compartida: “Nosotros queremos ser ‘nosotros’. Tú eres musulmán, tú eres judío, tú eres ortodoxo, tú eres católico… Pero somos ‘nosotros’. Esto es hacer la paz”.

En el nº 2.945 de Vida Nueva. Del 13 al 19 de junio de 2015

 

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