La Conferencia Episcopal, dispuesta a colaborar con el Estado en materia de asilo

Instituciones eclesiales critican la “insolidaridad” de España en el reparto de refugiados de la UE

Barcaza interceptada en el Mediterráneo

La Conferencia Episcopal, dispuesta a colaborar con el Estado en materia de asilo [extracto]

MARÍA PÉREZ | La Comisión Europea acaba de presentar su nueva Agenda Europea de Migración, en la que se contempla que España acoja a un total de 5.837 refugiados durante los próximos dos años, con el objetivo de reducir la presión sobre Italia y Grecia –los dos países más afectados por la crisis migratoria en el Mediterráneo–, y de ofrecer vías legales que amparen la llegada a la UE de los ciudadanos del norte de África y Oriente Próximo. Una respuesta, “sin duda, razonable”, en palabras José Luis Pinilla, director del secretariado de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española (CEE), “pero llega tarde, y cuenta muy poco con el sufrimiento y la dignidad de los emigrantes. Es un parche egoísta”.

En total, Bruselas propone repartir a 60.000 demandantes de asilo entre los países de la UE durante 2015 y 2016 mediante dos programas. El primero, a corto plazo, es un plan de reubicación de emergencia para ofrecer protección internacional a 40.000 ciudadanos de Siria y Eritrea que lleguen a las costas mediterráneas europeas (VN nº 2.942). Con una ayuda económica a cambio: los Estados recibirían 6.000 euros por persona reubicada en su territorio. “Es un tímido paso hacia la necesaria apertura de vías legales de acceso a Europa, un paso que salva vidas y reduce el modelo de negocio de los traficantes”, afirma a Vida Nueva la abogada del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), Cristina Manzanedo.

El segundo programa busca reasentar en Europa a 20.000 refugiados del norte de África, el Cuerno de África y Oriente Próximo, para que puedan acceder a la UE sin morir en barcas en el Mediterráneo. Los Estados que participen en el plan también contarían con una ayuda económica, para la que Bruselas ha destinado un total de 50 millones de euros.

“Es una respuesta pobre ante la tragedia. Responder con una mayor securitización en las fronteras y un insuficiente aumento del cupo de asilo no es la solución ante esta crisis humanitaria”, sostiene Sergio Barciela, técnico de Migraciones de Cáritas.

La negativa de España

La cuota de reparto se ha calculado en base a la población de cada país, su Producto Nacional Bruto, su tasa de desempleo y el número de solicitantes de asilo y refugiados acogidos entre 2010-2014. Sin embargo, España –junto a otros países miembros del G6 como Francia y Alemania– han cuestionado estas cuotas, exigiendo que se tengan en cuenta el esfuerzo ya realizado en materia de inmigración y la tasa de paro del país.

Frente a esta negativa, instituciones eclesiales han mostrado su lado más crítico: “El reparto es más que razonable y las cifras son ínfimas. A pesar de ello, sonroja comprobar la cicatería y la insolidaridad de España, que ya ha manifestado públicamente su resistencia”, afirma Manzanedo, del SJM. “Tienen un pánico pavoroso a lo que llaman el ‘efecto llamada’, sin embargo, las cifras que ni siquiera aceptan ahora son mínimas, si tenemos en cuenta la magnitud de la tragedia”, reitera Pinilla. En conversación con Vida Nueva, CONFER prefiere no valorar las cifras, “porque no se trata de un trozo de pastel a repartir, sino de vidas humanas”, pero su responsable de Migraciones, Esperanza de Pinedo, apunta que “la proporción entre población española y número de solicitantes de asilo es una cifra bastante baja si la comparamos con otros países de la UE”. Desde Cáritas, la posición es clara: “España tiene capacidad más que de sobra”.

¿Qué puede ofrecer la Iglesia ante esta situación? La CEE es contundente: “La Iglesia está dispuesta a colaborar con el Gobierno. Ya lo ha hecho otras veces, y la Administración pública lo sabe. Que no se nos olviden los cerca de 3,5 millones de personas atendidas en los más de 8.000 centros asistenciales católicos”. Desde CONFER, recuerdan que “la Vida Religiosa lleva haciendo durante años una labor encomiable en la atención a migrantes y solicitantes de asilo. Pero esa labor social no debería ser un trabajo de suplencia al que realiza el Estado, que es el encargado de velar por el bienestar de sus ciudadanos”. También Cáritas reitera que “nuestro trabajo es acompañar, colaborar, animar; pero en ningún caso suplantar al Estado”.

En el nº 2.944 de Vida Nueva.

 

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