Luis Héctor Villalba: “Hay que rezar por los que están desorientados con Francisco”

Luis Héctor Villalba, cardenal arzobispo emérito de Tucumán, Argentina

Cardenal arzobispo emérito de Tucumán (Argentina)

Luis Héctor Villalba, cardenal arzobispo emérito de Tucumán, Argentina

Entrevista con Luis Héctor Villalba [extracto]

Texto y fotos: DARÍO MENOR | Entre los cardenales creados por el papa Francisco en el consistorio del pasado mes de febrero, había alguien especial para él: Luis Héctor Villalba, amigo y compañero durante años en el vértice del Episcopado argentino. Arzobispo emérito de Tucumán, de más de 80 años y, por tanto, sin derecho a participar en un eventual cónclave, el cardenal Villalba reivindica la postura mantenida por la Iglesia del país latinoamericano, hoy convertida en universal por el Pontífice: “En Argentina se sigue la línea de salir, de ir en busca de la gente, no quedarse a esperarla. Queremos ser una Iglesia realmente misionera y apostólica”.

PREGUNTA.- ¿Qué supone para Argentina su creación como cardenal?

RESPUESTA.- Como dije allá en mi país, es un reconocimiento grande al noroeste y al Tucumán, que nunca había tenido un cardenal, como sí había pasado con otras regiones. Es una zona muy importante porque por ella entró una de las corrientes evangelizadoras. Otra entró por el Río de la Plata, pero la principal vino de Lima y, de hecho, la primera diócesis del país es la del Tucumán, que abarcaba todo el territorio del noroeste, y que tenía como sede al principio Santiago del Estero y luego el obispo la trasladó a Córdoba. Sus gentes se sienten muy reconfortadas y reconocidas por tener en la región a un cardenal. El trabajo de la Iglesia a lo largo de estos siglos ha sido muy grande. De hecho, todavía, gracias a Dios, es una zona muy religiosa, como se ve en las muchas confesiones que tenemos. Existe una fuerte religiosidad popular.

P.- ¿Por qué cree que el papa Francisco le hizo cardenal?

R.- Hemos trabajado juntos muchos años. Durante dos períodos, él fue presidente del Episcopado argentino y yo fui vicepresidente segundo. Eso hizo que nos reuniéramos prácticamente todos los meses, que preparásemos reuniones de la Permanente y de la Asamblea sobre diversos temas… Los miembros de la Ejecutiva viajamos, además, tres veces a Roma. Eso hizo que hubiera una relación muy cercana y fluida entre los dos; seguramente él sabe cómo soy. En aquella época se me encargó la presidencia de la comisión encargada de redactar Navega mar adentro, un documento pastoral importante para nosotros. El Santo Padre también ha tenido en cuenta en mi nombramiento, como digo, el reconocimiento a la zona del Tucumán.

P.- Tras aquella estrecha relación que mantuvieron, ¿siguen hablando ahora que Jorge Mario Bergoglio es papa?

R.- Vine a Roma cuando fue elegido papa. Gracias a Dios, en 48 horas pude resolver el viaje, la estadía y me vine; pensaba que tenía que estar cerca de él en ese momento.

El legado de Aparecida

P.- ¿Le seguía viendo como a su amigo Jorge, o el hecho de haber sido elegido obispo de Roma cambiaba su percepción hacia él?

R.- Cuando lo vi por primera vez de blanco, me arrodillé y le besé el anillo, porque vi ante mí al sucesor de Pedro. Y luego le di un abrazo de amigo, porque creo que es lo que corresponde. Aquel día yo estaba parando en la iglesia argentina de Roma, a la que me llamó, para que fuera a verle a la Domus Santa Marta antes de regresar a mi país. Después no he tenido más relación con él, no me gusta molestarlo. Sí le seguía todas sus intervenciones, sus homilías, sus documentos… pero no tuve más contacto con él. Ni le escribí ni hablamos por teléfono. Hasta que me creó cardenal. Luis Héctor Villalba, cardenal arzobispo emérito de Tucumán, Argentina

P.- ¿Qué le dijo en ese momento?

R.- Me dijo que era un reconocimiento al trabajo pastoral que había hecho. Él aprecia mucho Navega mar adentro, que es un documento pastoral importante, porque nos sirvió después como base para ir a la V Conferencia del CELAM en Aparecida, en 2007. Yo también formé parte de Aparecida. Modestamente, y aunque por supuesto no está citado, hay cosas de Aparecida que parten de Navega mar adentro. En la comisión en la que yo estaba, introduje algunas cosas que eran de aquel documento. Había, en ese sentido, una coincidencia con el trabajo del Episcopado latinoamericano y del Caribe. En Argentina se sigue la línea de salir, de ir en busca de la gente, no quedarse a esperarla. Queremos ser una Iglesia realmente misionera y apostólica.

P.- Esa forma de trabajar con una teología de la Iglesia de pueblo, ¿estaba ya presente en aquel documento?

R.- Sí. En Argentina, gracias a Dios, ha habido grandes teólogos que han hecho este trabajo, sobre todo el P. Lucio Gera, profesor mío durante años y que fue decano de la facultad de Teología. Tiene grandes escritos y nos inspiró mucho, aportó mucho a la Iglesia con su reflexiones, charlas, conferencias y retiros que daba prácticamente en todo el país. El papa Francisco lo conoció bien. De hecho, cuando murió hace poco, quiso que lo enterraran en la catedral.

P.- Usted conoce bien a Bergoglio. ¿Le sorprenden las decisiones que está tomando en su pontificado, o encajan con su trayectoria anterior?

R.- No me llevo muchas sorpresas, porque creo que es su forma de ser. No ha cambiado en ese sentido. Es sencillo, muy cercano a la gente, misericordioso. Quizás para el que no lo conocía, y a nivel mundial, ha sorprendido, sobre todo esos cambios como el no ir en un gran auto, sino en un pequeño utilitario. Pero también en Buenos Aires viajaba en colectivo y en subterráneo. Para mí no fue tanta la sorpresa, porque le conocía. Creo que es su gran valor: sigue siendo lo que es. Su estilo, su modalidad, su forma de trabajar, el ir a las villas, a los lugares más pobres. El Jueves Santo allí tampoco celebraba en la catedral, sino en un hospital o en una cárcel, donde les lavaba los pies a las personas más necesitadas. En ese sentido, uno no se sorprende.

P.- Hay un sector en la Iglesia que está desorientado con Francisco. ¿Qué les responde?

R.- Hay que rezar por ellos. Creo que el tiempo lo dirá. El Papa sabe bien lo que quiere, es un hombre seguro, que consulta, estudia, reza y discierne. Cuando toma una decisión, lo hace de forma firme y segura. La Iglesia está tranquila. El timón de la Iglesia lo lleva Jesucristo, nosotros somos simples servidores. Gracias a Dios, el que conduce a la Iglesia es el Señor, que no abandona a su Iglesia. Tenemos que estar con mucha confianza y seguridad.

P.- Tres cuartas partes de los veinte nuevos cardenales no provienen de Europa. ¿Cómo interpreta esta decisión del Papa?

R.- El Papa quiere hacer un Colegio cardenalicio más universal, que abarque a todo el mundo. No ha tenido en cuenta lo que antes se llamaban sedes cardenalicias, sino que ha nombrado cardenales a miembros que llamamos de la periferia, como le gusta decir.

P.- ¿Cómo vivió el consistorio?

R.- Muy bien, fue muy interesante, porque se trataba la reforma de la Curia. Los aportes que escuché me parecen muy interesantes. Hay mucho material. Sin duda esto va a llevar mucho tiempo, pero nos va a enriquecer. Se quiere simplificar la Curia, hacerla más ágil, más apostólica, más misionera, descentralizarla para darle el lugar que le corresponde al obispo diocesano. Me parece que es un tema muy importante para la vida de la Iglesia.

P.- ¿Hizo alguna intervención o prefirió que hablasen sus colegas del Colegio cardenalicio más veteranos?

R.- No hice ninguna aportación. De hecho, no tuve el documento de trabajo hasta el último momento. Algunos lo tuvieron tiempo antes, lo pudieron leer y trajeron aportaciones escritas, pero yo lo recibí en la sesión.

En el nº 2.943 de Vida Nueva

 

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