María Ward, una mujer movida por el Espíritu

La fundadora de las M.M. Irlandesas fue “una religiosa diferente”

portada Pliego María Ward, mayo 2015 2942

MARÍA DE PABLO-ROMERO, religiosa del Instituto de la Bienaventurada Virgen María (IBVM), doctora en Historia y licenciada en Lengua y Literatura Románica | De haberse casado, María Ward (1585-1645) podría haber sido un bastión del catolicismo en la Inglaterra que nacía al anglicanismo. En los Países Bajos y en Roma, acabó siendo un símbolo de los convulsos tiempos de la Contrarreforma. Libre y visionaria, apostó por un modo de ser mujer y religiosa diferente, renegando de la clausura y apostando por la vida activa cuando eso suponía un desafío. Varios papas la admiraron. Acabó juzgada por la Inquisición y con su obra, el Instituto de la Bienaventurada Virgen María (IBVM), casi socavada. Pero el impulso era tan grande que su profecía sobrevivió a su muerte. Hoy sigue más viva que nunca. Y va camino de los altares…

María Ward, fundadora del Instituto de la Bienaventurada Virgen María (IBVM), conocido en España como M.M. Irlandesas y en el mundo como Loreto Sisters, fue una mujer atenta a los signos de los tiempos y, como tal, supo responder a sus necesidades concretas. Es, pues, un personaje que pertenece de lleno a la historia de la Iglesia, por el importante papel precursor que desempeñó en su heroica vida. Porque estar atenta a estos signos capacita para ser un factor de cambio y detectar la inspiración del Espíritu que busca renovar a la Iglesia con nuevos caminos, de modo que el mensaje evangélico no quede fuera de una época concreta.

María Ward, con su visión de futuro y con una vida incomprendida por tantos contemporáneos suyos y por la propia Iglesia, hizo posibles las formas más actuales del apostolado en los institutos religiosos femeninos, y constituye uno de los casos más sorprendentes entre las pioneras que han abierto nuevos cauces para la mujer apostólica. Muchos se interesaron por enterrarla en vida y consiguieron hundirla tanto en el olvido que ahora, cuatro siglos después, todavía puede parecernos como sumida en la nebulosa de lo impreciso. Y, sin embargo, hay quien la sitúa, en el devenir de la historia de la Iglesia, a la misma altura que santa Teresa de Ávila.

Lo cierto es que a la revolución de María Ward todavía no se le ha ido la fuerza y, hoy, su figura es absolutamente vigente y válida en nuestro mundo. Una valía que quedó reconocida el 19 de diciembre de 2009, cuando fue declarada venerable por el papa Benedicto XVI.

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Lo auténticamente revolucionario de las propuestas de María Ward radicaba en considerar normal la actividad apostólica femenina fuera de la clausura y su dedicación a ella en forma totalmente similar a la masculina de vanguardia en su tiempo. Este planteamiento se enfrentaba abiertamente con todo lo habitual entonces, e incluso contra el Derecho Eclesiástico en esta materia que acababa de salir reforzado del Concilio de Trento. (…)

La espectacular innovación fue crear un Instituto religioso femenino nuevo cuyos miembros, sin renunciar a la vida comunitaria, no estuvieran condicionadas, en el ejercicio de la actividad apostólica, ni por el coro ni por la clausura ni por el hábito, pudiendo moverse libremente, y que se constituyeran en una única gran corporación, bajo el gobierno de la superiora general, dependiendo directamente del Papa. La idea no cuadraba con ningún patrón canónico vigente. Por eso, olía poco menos que a desafío y derribo. Era casi una heterodoxia.

Pliego íntegro publicado en el nº 2.942 de Vida Nueva. Del 22 al 29 de mayo de 2015

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