Jerusalén, al fondo

Santo Sepulcro en Jerusalén

Santo Sepulcro, Jerusalén

LUIS GRANDAL, periodista y profesor de Periodismo Internacional en la Universidad Carlos III de Madrid

La retórica diplomacia vaticana siempre se ha caracterizado por la prudencia, a veces rayana en lo misterioso, sibilina. El reconocimiento de un Estado palestino soberano por parte del Vaticano se suma así a la actual corriente mayoritaria de la ONU y viene a ratificar la resolución 181 de este organismo, aprobada en noviembre de 1947, mediante la cual se acordaba para esos territorios de Oriente Medio la creación de dos estados, ante la imposibilidad de que judíos y palestinos convivieran en uno solo.

Pero, ¿por qué el Vaticano ha dado el paso ahora y no lo ha hecho mucho antes? Aquí es donde entran las especulaciones. En mi opinión, no es solo una cuestión de justicia, sino de oportunidad que bien puede servir para proteger a los cristianos palestinos frente a las hordas irracionales de los radicales terroristas islámicos.

La Declaración de Balfour de 1917 fue un fiasco y solo el Holocausto posibilitó la creación del Estado de Israel en 1948. Recordémoslo, con el apoyo de EE.UU. y la URSS y la abstención de Gran Bretaña, que fue incapaz de resolver el problema. La ONU concedió a Israel el 55% del territorio, que pronto pasó a ser del 78% tras el primer enfrentamiento (1948-49), y todo el control de Jerusalén. La caída del Muro de Berlín aceleró el proceso de acercamiento entre judíos y palestinos y, en 1993, la OLP, liderada por Yasir Arafat, reconocía el Estado de Israel a cambio de la autonomía de Gaza y Cisjordania. Paz por territorios era la clave de las negociaciones. Aún sigue siéndolo para Israel.

Al Vaticano esto no le parece mal. Pero los palestinos tienen también que arreglar sus cuitas internas, como el enfrentamiento ANP-Hamas, para evitar que el Estado palestino no se frustre por el guerracivilismo. Hamas no reconoce a Israel y quiere un Estado islámico. Al Vaticano esto no le conviene, de ahí su apoyo a Mahmoud Abbas, que al menos no va a atacar al cristianismo.

En cualquier caso, aunque existan dos estados –Israel y Palestina–, el muro en el que pueden estrellarse todos es Jerusalén. Palestinos, israelíes y el Vaticano tienen visiones distintas sobre la Ciudad Santa. ¿Cuál debe ser su estatus? Cuando llegue el momento de las negociaciones, quizás EE.UU. y Europa, también el Vaticano, cambien de posición respecto a israelíes y palestinos.

En el nº 2.942 de Vida Nueva

 

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