Huérfanas en Nepal: ahora ellas son las madres

Veinte niñas de un orfanato alimentan a más de 3.000 víctimas de los terremotos

orfanato de Bhaktapur en Nepal presta ayuda a los supervivientes de los terremotos abril mayo 2015

El orfanato, fundado en 2002, educa a las 20 huérfanas con un nivel más alto que la mayoría de los niños nepalíes

ETHEL BONET. Fotos: DIEGO IBARRA | Al llegar a la plaza de Durbar de Bhaktapur, en Nepal, uno no puede contener las lágrimas. Nueve siglos de historia han sido borrados a golpe de temblor. El majestuoso pórtico real, el templo de Nyatapola o el de los Seis Escalones han quedado reducidos a escombros. Ahora, la puerta real es una entrada imaginaria. Solo en el centro, diez templos están destruidos, así como cientos de casas tradicionales. En menos de un minuto, la antigua capital de Nepal (Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO), fundada por el rajá Ananda Deva Malla, ha desaparecido de la Historia.

En Bhaktapur, 250 personas perdieron la vida en la primera catástrofe, hace tres semanas. Muchos quedaron sepultados cuando se les vino la vivienda encima. Sus calles son un laberinto por explorar, con nuevas entradas bloqueadas por las montañas de escombros. Uno de los pocos templos que ha soportado la embestida del terremoto es el de Dattatraya, dedicado al dios Shiva. Los centinelas del templo, un león alado y un águila protectora de Shiva, coronando dos columna de mármol, siguen intactas. Este centro religioso y palaciego era el hogar de 3.500 familias que ahora están viviendo en la calle. Los damnificados han ocupado todas las escuelas, las salas de fiesta, o las fuentes y baños reales.

En medio de tanta desgracia, las niñas del orfanato de Bhaktapur dan un poco de sosiego a 3.000 supervivientes del terremoto.

El orfanato de la Fundación Unatti, creado por la fotógrafa comercial estadounidense Stephanie Waisler-Rubin en 2002, es un ejemplo de superación. El área fue fuertemente golpeada por el seísmo, pero, por fortuna, el albergue de las niñas no resultó dañado. Las veinte huérfanas que viven allí tienen un nivel educativo más alto que la mayoría de los niños nepalíes, ya que están estudiando en los mejores colegios privados de Katmandú.

“Pasamos mucho miedo. El director nos cogió a todos y nos fuimos corriendo a un espacio abierto para salvar la vida. Allí estuvimos refugiados en tiendas con otras familias durante cinco días”, explica Sangita Adhikari, una de las alumnas. En menos de 48 horas, Waisler-Rubin movilizó fondos para ayudar a la comunidad de Bhaktapur. “Desde el primer día, decidimos ayudar a la comunidad. Al principio solo con galletas y té, o compartíamos nuestra comida. Fue muy triste ver a todas esas personas que lo han perdido todo, y nosotras tan afortunadas. Queríamos ayudar”, relata.

Cuando regresaron al orfanato, el director, Ramesh Prahananga, utilizó parte de los fondos de donaciones para comprar sacos de arroz, legumbres y verduras. Y, como todas las escuelas han parado las clases para poder acoger allí a miles de familias que no pueden regresar a sus hogares, él puso a las huérfanas a cocinar y a repartir comida para 3.000 estómagos hambrientos. “Cada mañana –explica el director– cargo sacos de arroz en mi coche, conduzco a cada punto en la zona y pregunto cuántos sacos necesita la gente. Estoy muy orgulloso de lo que estamos haciendo. Y agradezco su implicación a la Fundación Unatti, porque me ha dado la oportunidad de hacer todas estas cosas por la comunidad”.

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En el nº 2.942 de Vida Nueva

 

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