Iglesias solidarias en el hemisferio sur

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La presencia misionera de la Iglesia del sur de Brasil en Mozambique completa 21 años

“Cuando me encontraba en tierra africana siempre me cuestioné qué es evangelizar. En estos años de misión viví la fuerte experiencia de evangelizar con gratuidad, con medios pobres y con pocas palabras. Estar ahí, visitar, oír, compartir y celebrar la Eucaristía con un pueblo que permanece más de un año sin misa, todo esto constituye, propiamente, el contenido de la evangelización con el pueblo Makua”. Con estas palabras el sacerdote brasilero Maurício Jardim, párroco de San Vicente Padre de los Pobres, en la arquidiócesis de Porto Alegre, evoca su experiencia misionera de tres años y medio en Nampula, al norte de Mozambique.

Como el padre Jardim, más de 50 misioneros, entre sacerdotes, religiosas/os y laicas/os, han hecho parte del proyecto Iglesias Solidarias, que desde hace 21 años ha favorecido la presencia misionera de la Iglesia del sur de Brasil en una región de Mozambique, en el continente africano, que también se encuentra ubicada en el hemisferio sur del planeta.

Un pueblo abandonado

Monseñor Jaime Pedro Kohl, obispo de Osório y responsable de la dimensión misionera del Regional Sur 3 de la Conferencia Nacional de Obispo de Brasil (CNBB) comenta que “a inicio de los años 90 monseñor Francisco Silota, un obispo mozambiqueño, visitó la región de Rio Grande do Sul. En esa época solicitó que la Iglesia de Brasil enviara misioneros a Mozambique, a fin de apoyar a su pueblo que se sentía abandonado. Sensibilizados, los obispos del Regional Sur 3 entendieron que debían hacer algo ante el ‘llamado de Dios’ que provenía de África y fue así como en julio de 1994 fue enviado el primer grupo de seis misioneros”.

Mozambique posee una tasa de analfabetismo de 40%

Mozambique posee una tasa de analfabetismo de 40%

Con 22 millones de habitantes, aproximadamente, el territorio de Mozambique (800.000 km2) se encuentra dividido en diez provincias, además de Maputo, la capital. Aunque el portugués es la lengua oficial –y la más hablada en el país–, también se hablan diversas lenguas nativas. Su historia reciente ha estado marcada por las guerras que le dieron la independencia de Portugal en 1975 y por una prolongada guerra civil que concluyó en 1992. El pueblo de Mozambique posee una elevada tasa de analfabetismo de 40%, una expectativa de vida de 42 años, 17% de la población tiene VIH-SIDA y, en general, las condiciones de pobreza solo les permite una ración alimenticia diaria.

En la provincia de Nampula –donde se encuentran los misioneros que participan en el proyecto Iglesias Solidarias– se habla el makua y predomina la organización tribal. Cada tribu tiene un rey a quien se le otorga un papel social y religioso de carácter vitalicio. El rey aconseja y acompaña los problemas sociales, tiene un rol determinante en la distribución de la tierra y preside el culto religioso. La práctica de la poligamia, derivada de la tradición musulmana, permite que los hombres puedan casarse con varias mujeres, aunque la primera sea considerada la más importante. Asimismo, la mujer es quien garantiza la continuidad de la tribu. Con relación a la religión, antes de ser cristiano o musulman, cada pueblo tiene su religión tradicional que se fundamenta en el culto a los antepasados.

En este contexto los misioneros “encarnan” su labor evangelizadora, para la cual se preparan, antes de viajar, a través de un curso de un mes promovido por el Centro Misionero de Brasil para los candidatos a la misión Ad Gentes. Aunque el curso proporciona herramientas muy útiles para la acción pastoral, Jardim considera que “la paciencia ayuda a entrar en la cultura del otro. En mi caso, aunque me encontraba a 12.000 km de mi país, al inicio pensaba, sentía y reaccionaba como brasilero del sur de Brasil. Con el tiempo, los misioneros y los líderes locales me ayudaron a entender y vivir la dinámica de aquella Iglesia pobre y, simultáneamente, rica en ministerios”.

En Nampula, los misioneros brasileros acompañan dos parroquias compuestas por 146 comunidades ministeriales (ver recuadro). Además de esto, el proyecto misionero atiende diferentes campos sociales en el área de la salud, la educación, los derechos humanos, la promoción de la mujer –respetando las particularidades de la cultura local–, y el fortalecimiento de la comunión y la fraternidad, valores que son propios del espíritu del cristianismo.

Más de 50 misioneros, entre sacerdotes, religiosas/os y laicas/os, han hecho parte del proyecto Iglesias Solidarias

Más de 50 misioneros, entre sacerdotes, religiosas/os y laicas/os, han hecho parte del proyecto Iglesias Solidarias

Villa de Moma

En la villa de Moma, por ejemplo, la presencia solidaria de la Iglesia brasilera ha posibilitado el desarrollo de algunos proyectos con un positivo impacto en las condiciones de vida de la población. La Biblioteca Watana es un espacio de acogida y de estudio para los niños y los jóvenes de la villa, dispuesto con materiales bibliográficos y ambientes para la realización de actividades de refuerzo escolar. La fotocopiadora Ophavela Owária también beneficia a la comunidad escolar, mediante servicios de fotocopiado y digitalización a precios accesibles y con alto nivel de calidad.

De igual forma, el proyecto de Medicina Natural es una iniciativa que apoya el trabajo del hospital de la villa, colaborando en el tratamiento de algunas enfermedades sencillas a través de medicamentos naturales, como jarabes y pomadas para la piel, la columna y el estreñimiento. El programa de acompañamiento nutricional Ana Akumi combate la malnutrición y la anemia de los niños, favoreciendo su crecimiento saludable a través de un compuesto alimenticio denominado Multimistura, cuyas propiedades nutritivas y medicinales se derivan de la moringa, una planta que abunda en la región. Más recientemente, con la participación de la población y bajo la orientación de los misioneros, se han construido más de 60 pozos en comunidades que carecen de agua potable.

Ante las dimensiones del proyecto Iglesias Solidarias, el padre Atílyo Zatycko, de 55 años, antes de partir hacia Mozambique para reforzar el equipo misionero, en febrero de 2015, expresó su deseo de ponerse en actitud discipular, abierto a aprender y a colaborar en todas las dimensiones que hacen parte de la misión: “mi referente es Jesús, por él me siento llamado y enviado a la misión, mi único deseo es servir, sin embargo, con humildad y sencillez reconozco que es mucho más lo que podré recibir que lo que podré ofrecer”.

La vida del misionero en Nampula es muy dinámica. A su llegada toma algún tiempo adaptarse a las costumbres, a los ritmos y al aprendizaje de la lengua nativa de la cultura Makua. La mayor parte del tiempo comparte con las comunidades. Entre semana se dedica a la formación para los ministerios y al acompañamiento de los trabajos sociales. El fin de semana se desplaza a alguna comunidad para acompañarla y celebrar los sacramentos. Además de esto, se realizan las actividades del día a día: cocinar, limpiar la casa, lavar la ropa…

“Dando lo mejor de nosotros, desde nuestra pobreza, todos ganamos”, apunta el padre Jardim y explica que “nuestra Iglesia de Brasil se ha vuelto más misionera. La Iglesia de Mozambique también nos enseña mucho y recibe nuestro apoyo, sobre todo en el servicio de la animación vocacional”. En la villa de Moma, donde se encuentra la sede del proyecto, existe un “hogar vocacional” que acoge a más de quince jóvenes que se preparan para entrar al seminario de la diócesis de Nampula.

Con el tiempo, y en la medida que vayan surgiendo vocaciones locales, es posible que Iglesias Solidarias apoye otras iglesias locales. Por lo pronto, los feligreses de las 18 diócesis del Regional Sur 3 de Brasil se preparan para participar en la colecta anual que se realiza el día de Pentecostés para sostener esta importante acción misionera que comunica al sur de América Latina con el sur de África.

Óscar Elizalde Prada

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