Los bandos eclesiales (una parodia artificial)

JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES DoJesús Sánchez Camacho, profesor CES Don Boscon Bosco

Se terminan de retocar y, entre bambalinas, calientan sus voces. Se preparan dos actores. Uno ubicado en el flanco derecho del escenario; y otro, en el de la izquierda. Se abre el telón, ambos se lanzan a las tablas y, tras un cruce de miradas iracundas, comienza la función. Un cronista, que ha acudido al teatro para hacer la crónica de la obra, saca su libreta y describe a los personajes.

José Luis Martín Descalzo, en el nº 470 de Vida Nueva“(…) El integrista no salva al mundo. Pero salva al menos su mundo, sacralizándolo, clericalizándolo (…); confunde la verdad eterna con la verdad inmóvil, (…) queriendo unir a la Iglesia a formas permanentes, la ata a fuerzas del pasado (…); permite que el futuro nazca fuera de la Iglesia (…); confunde el celo de la verdad con los celos de la verdad; tratando de acaparar toda para él, renuncia a los fragmentos de la verdad que pudieran nacer del jardín de al lado (…); y defiende la verdad con métodos indignos de ella”.

El progresista ha de “llegar a una revisión total de las estructuras. [Y] una vez aquí rechaza todo lo estructural por temor al juridismo, rehúsa todo elogio por miedo al triunfalismo y se embarca en un carismatismo antijerárquico que, en el fondo, es infantil. Centralismo, curialismo, clericalismo, son para él peligros tales que, con tal de traerlos, no teme hacer vacilar los cimientos que hay en su base (…)”. Su progresismo es: “En lo doctrinal, relativista. En lo moral, laxista. En lo político, laicista. En lo social, anarquista”.

Al periodista que hemos forzado para que se siente en el teatro, y dibuje a estos personajes, es al mismísimo José Luis Martín Descalzo. En el nº 470 de Vida Nueva, el cronista del Concilio caricaturiza a los católicos integristas y progresistas, sosteniendo la casi inexistencia de estos. Propone hablar, con mayor pertinencia, de banderas renovadoras o conservadoras, como las del cardenal Suenens u Ottaviani. Gran lección para los que hoy envenenan la teología de Kasper o Müller, transformando un diálogo fecundo en un problema artificial.

En el nº 2.941 de Vida Nueva

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