La Iglesia en la tormenta de Burundi

Carga policial contra las protestas en Bujumbura

Carga policial contra las protestas en Bujumbura

GERMÁN ARCONADA (MISIONERO DE ÁFRICA)

Nos llegan noticias y fotos inquietantes de Burundi: manifestaciones, asesinatos y, especialmente, dudas sobre el desenlace de esta situación con las elecciones en el horizonte. Como se trata de un país casi invisible en el mapa africano, también las informaciones que nos llegan son escasas y casi siempre en letra pequeña. Y como no tenemos relaciones comerciales de importancia con ellos, para nosotros, cuanto allí sucede no es noticia. Solo lo será si la tragedia toma unas proporciones escandalosas para la conciencia internacional. En nuestro mundo civilizado, solo tienen derecho a ser noticia y acaparar las primeras páginas de nuestros periódicos los países con poder y dinero.

Mientras tanto, las cámaras fotográficas y de televisión atisban la situación de Burundi buscando imágenes de muertes y de sufrimiento para mostrar que “somos los mejores” y que nuestro mundo nada tiene que ver con lo que pasa en esa “periferia del mundo”. Pero en estas periferias también está Dios, aunque a veces no sepamos apreciar su presencia. Dios no conoce barreras, y se hace presente aquí y allá, de una manera especial a través de su Iglesia.

He vivido en Burundi durante décadas. Y, en los diferentes momentos de turbulencia, muchos se preguntaban: “Y la Iglesia, ¿qué ha hecho?, ¿qué hace?”. La Iglesia ha heredado de Jesucristo, que conoció la persecución y la muerte en cruz pero, sobre todo, su resurrección, un mensaje lleno de esperanza: En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo (Jn 16, 33). Y el mundo es la mentira, la venganza, las divisiones y cuanto viene del Maligno y acarrea tanto sufrimiento y muerte.

Burundi ha conocido tiempos de grandes tribulaciones, durante los que la Iglesia no ha vivido al margen, sino en medio de ellas. Conoció la persecución en el martirio del arzobispo Joachim Ruhuna, de no pocos sacerdotes, religiosos y otros tantos cristianos que murieron como testigos del amor de Dios. Algunos quisieron ver en la Iglesia a una enemiga, porque no protegía sus intereses egoístas y despóticos. Pero en su seno tienen cabida todas las razas y naciones del mundo.

En estos tiempos duros, la Iglesia nunca cesó de transmitir el mensaje de Jesucristo, que invita a todos los hombres a la reconciliación y al perdón. Y los burundeses han sabido reconocer el valor de ese mensaje, de tal manera que el 80% de los habitantes del país están bautizados y el 65% son miembros de la Iglesia católica. Esta fe en la Iglesia hace también que las vocaciones sacerdotales y religiosas sean muy florecientes.

Mártires de la fraternidad

¡Qué bonita ha sido la Iglesia en Burundi en medio de la tribulación! Solo un ejemplo. Seminario de Buta, 1996. Muy de mañana, al amanecer, un grupo armado entra en el dormitorio de unos jóvenes seminaristas. De pie junto a sus camas, miran asustados a los fusiles que les apuntan. De los asaltantes sale un grito potente: “Separaos los hutus de los tutsis”. Nadie se mueve. La voz se repite con más fuerza, pero no llega al corazón de los que se saben verdaderamente hermanos en la fe. Enfurecidos al ver que sus órdenes son desobedecidas, los fusiles escupen balas de odio y sangre. Ese día, en la Iglesia de Burundi, en el Seminario de Buta, florecieron 39 jóvenes seminaristas, “mártires de la fraternidad”. ¡Aleluya!

Desde su referencia al Evangelio, la Iglesia de Burundi ha sabido ser “experta en reconciliación y respeto de la dignidad de cada hombre” en medio de tantas tribulaciones. De ahí que, con valentía, los obispos del país le hayan escrito un mensaje al presidente Pierre Nkurunziza, para pedirle que no se presente como candidato a los comicios de junio, avasallando la Constitución admitida por todos. Lo que le piden es respetar al pueblo burundés, reflejado en esa Carta Magna. Y añadían a este pronunciamiento una petición de nueve días de oración por todos los cristianos, para que el país recobre un clima de paz.

Aunque, abusando de su poder, el presidente vuelva a presentarse como candidato, lo que la Iglesia no hará es utilizar o bendecir las armas de los que pretenden derrocarlo por la fuerza. No es el estilo de Jesucristo, que no empleó su poder para vencer a sus enemigos. La Iglesia burundesa llorará a cada compatriota que muera asesinado por la violencia. Es así como seguirá creciendo en el amor y seguimiento de Jesucristo.

Judas vendió a Jesús, pero nunca fue su enemigo; fue un amigo engañado por sus ambiciones egoístas.

En el nº 2.940 de Vida Nueva.

 

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