El sacerdote: padre de los pobres y profeta de la alegría del Evangelio

Tras los pasos del Buen Pastor

portada Pliego El sacerdote mayo 2015 2939

JOSÉ MARÍA AVENDAÑO PEREA, vicario general de la Diócesis de Getafe | San Juan de Ávila, cuya fiesta conmemoramos el próximo 10 de mayo, nos recuerda que quienes rigen la comunidad deben ayudar en las necesidades de los que sufren, porque “los clérigos son padres de los pobres”. En estos días, con el gozo de la Pascua, cuando celebramos la vida de este verdadero cristiano y sacerdote, patrono del clero y doctor de la Iglesia, comparto aquí unas reflexiones con el fin de que puedan ayudar a mis hermanos presbíteros.

A los que estaban cargados de dolor, agobiados de pobreza, les aseguró Jesús, el Salvador, que Dios los tenía en el centro de su corazón: “¡Felices vosotros, los pobres, porque el Reino de Dios os pertenece!” (Lc 6, 20). Con ellos se identificó: “Tuve hambre y me disteis de comer”, y enseñó que la misericordia hacia ellos es la llave del cielo (cf. Mt 25, 35). Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen el Cristo sufriente. “Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos”. (EG 198).

“Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret” (Misericordiae Vultus, bula de convocación del Jubileo extraordinario de la Misericordia).

Os invito a traer a la memoria y, sobre todo, a los ojos del corazón a los pobres y sus diferentes pobrezas: materiales, morales, espirituales, existenciales. Les pongo rostro, nombre y apellidos. Y me pregunto: ¿qué hago por los pobres? ¿Los conozco? ¿Me acerco a ellos, los miro a los ojos, los escucho, toco sus llagas…? ¿Qué hago, de forma personal y comunitaria, para aliviar su sufrimiento?

El papa Francisco nos decía en la Cuaresma de este año: “Quiero pedir a todos en esta Cuaresma… un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas… Un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro”.

(…)

A los hijos e hijas de Dios de todas las periferias

“Los pobres son tan queridos del Señor, que puede decirse que son cosa suya (S 19). Por eso, un buen cristiano debe desempeñar el oficio de padre con todos los necesitados” (san Juan de Ávila).

El sacerdote que vive en Dios, con Dios y para Dios está lleno de su Espíritu, de su gracia de su amor; un don que requiere ser cultivado cotidianamente. Llenos de alegría como la Virgen María, abogada nuestra, madre de los sacerdotes. Si Dios es el centro de nuestra vida, también será la fuente de nuestra alegría.

“El llamamiento de Cristo es absoluto; exige siempre una respuesta total y definitiva: ‘El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios’ (Lc 9, 62). Los apóstoles tienen conciencia de lo absoluto del llamamiento y la respuesta: ‘Nosotros lo hemos dejado todo’ (Mt 19, 27)”, nos enseña el cardenal Pironio.

Señor Jesús, somos sacerdotes débiles, frágiles, pero alegres por habernos llamado a colaborar contigo en la Iglesia y en el mundo. Haznos limpios de corazón y que seamos capaces de entusiasmarnos, estremecernos y abrirnos a tus pensamientos. Danos un corazón puro y fuerte, capaz de soportar las dificultades, tentaciones y debilidades.

Que nuestra vida sea fiel reflejo de la tuya, que nuestras palabras y gestos sean los tuyos. Que hablemos a Dios de los hombres y a los hombres de Dios, con verdadera alegría y como hermanos de los pobres. Que busquemos siempre la gloria de Dios y la salvación de los hombres y mujeres. Se nos pide que seamos padres de los pobres.

Con la radical pobreza de la Virgen María o el estilo sacerdotal de san Juan María Vianney o de san Juan de Ávila, nuestros patronos. Que no nos falten sacerdotes santos…

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Pliego íntegro publicado en el nº 2.939 de Vida Nueva. Del 2 al 8 de mayo de 2015

 

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