Cuba, en la agenda de paz del Papa

Una visita para fortalecer el diálogo

Cuba-G

El cardenal Ortega y Andrew Cuomo, gobernador del estado de Nueva York, en La Habana

GUSTAVO ANDÚJAR, presidente de SIGNIS Internacional y director de la revista cubana ‘Espacio Laical’ | En primer lugar, habría que destacar que el anuncio realizado por la Santa Sede ha sido que el papa Francisco visitará Cuba, no que hará una escala en Cuba. Es cierto que su visita a la Isla es una etapa añadida a su viaje a Estados Unidos a finales del mes de septiembre, ya programado desde hace algún tiempo en función de su participación en el Encuentro Mundial de las Familias que se celebrará en Filadelfia.

No obstante, pensar que se trata simplemente de una escala, aprovechando la cercanía a Estados Unidos, equivaldría a ignorar una estrategia desplegada consistentemente por el Santo Padre en sus visitas pastorales.

El Papa ha estado visitando países y regiones donde quiere fortalecer o reanimar procesos hacia el establecimiento de acuerdos de paz, o apoyar a los que se encuentran inequívocamente en un camino firme hacia ella. Así, estuvo en Tierra Santa, visitando Israel, Jordania y Palestina, asoladas por los violentos conflictos armados entre Israel y sus vecinos, en particular con los palestinos. Su visita a Corea del Sur concluyó con una gran misa por la reconciliación, en la que invitó a todos los coreanos a “rechazar una mentalidad fundada en la sospecha, en la confrontación y la rivalidad”.

Es obvio que el papa Francisco tiene una clara agenda de paz en sus visitas pastorales. ¿Cómo podría pensarse que la inclusión de una visita a Cuba dentro de su viaje a Estados Unidos responda a una intención diversa de esta, que es el denominador común de todos sus viajes?

Para mí está clarísimo que, con su presencia en ambos países durante este mismo viaje, el Santo Padre quiere apoyar los pasos que dan Cuba y Estados Unidos hacia la normalización de sus relaciones, en un proceso iniciado a instancia suya, con la activa participación de la diplomacia vaticana y canadiense, en pacientes negociaciones que se extendieron durante dieciocho meses y que culminaron con la entrega de cartas personales suyas dirigidas a los presidentes de ambos países, tras lo cual se tomaron acuerdos que significaron la liberación de presos de ambos lados y un paso decisivo hacia la eventual desaparición de una enemistad de decenios, última reliquia de la Guerra Fría.

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En el nº 2.939 de Vida Nueva.

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