‘La fiesta de despedida’: ¿ayudar o matar?

Fotograma de 'La fiesta de despedida'

J. L. CELADA | Muerte digna, suicidio asistido… Ajenos al debate que suscitan estas y otras cuestiones, los protagonistas de La fiesta de despedida emprenden una cruzada proeutanasia en un geriátrico de Jerusalén que sorprende para bien… y para mal. Llama la atención que, en una sociedad de profundas raíces religiosas como la israelí, no haya la más mínima referencia a las implicaciones morales de tales decisiones. Superado este escollo –no menor– y la apología más que evidente de ciertas prácticas, es de justicia reconocer también las bondades de una cinta que, a su modo, se erige en un canto a la amistad cuando llega el momento postrero de la separación.

La que fuera Espiga de Oro en la Seminci vallisoletana viene a demostrarnos, asimismo, que aquel Amor entre esposos llevado al extremo por Michael Haneke no tiene por qué vivirse como la crónica de una muerte anunciada; que el humor, por muy negro que sea, alivia las situaciones dolorosas propias de la etapa final de la existencia; que la risa es la mejor sedación contra esos infiernos que, en forma de lágrimas, afloran a los ojos del enfermo y de sus seres queridos…

Fotograma de 'La fiesta de despedida'Tal Granit y Sharon Maymon arrojan sobre la tercera edad una mirada tierna y compasiva –nunca lastimera–, alejada de dramatismos, que nos permite descubrir los diversos modos (no todos, ya lo advertimos al principio) de enfrentar el trance más duro: de la paciencia a la desesperación, del aferrarse al dejarse ir, antes de acudir a un extraño artilugio que ejecute la última voluntad del paciente. O de la familia, porque nunca quedará claro si la decisión adoptada es un acto de generosidad o de egoísmo. Tampoco si lo que hacen los personajes es ayudar o, simplemente, matar.

Juicios al margen, La fiesta de despedida nos brinda una ocasión inmejorable para asomarnos al “país de nunca jamás” de los ancianos, un universo de niños con cuerpos envejecidos (¡atención a la desinhibida reunión en el invernadero!), donde el cáncer, los infartos o el alzhéimer pasan implacable factura mientras unos cantan bingo y otros se buscan sin encontrarse. Un tejido de relaciones en el que se mezclan asistencia y resistencia, servicio y negocio, lucha y fragilidad… El escenario, en suma, donde conviven y actúan estos jinetes del Apocalipsis con su máquina en ristre.

Aunque polémica en su posicionamiento, estamos ante una película cuya frescura narrativa e interpretativa bien merece una oportunidad. Pero no solo su propuesta cinematográfica lo tiene casi todo para despertar el interés del espectador. Que condenemos lo que aquí se defiende no nos impide reconocer su habilidad para seguir interpelándonos sobre una de las piedras de toque de la condición humana: ¿cuándo se quiere lo suficiente a alguien como para dejarle marchar?, ¿qué hacer si el sufrimiento acaba devorando al amor de nuestra vida?… Parece claro que no haya una única respuesta.

FICHA TÉCNICA

Título original: Mita Tova.

Dirección y guión: Tal Granit y Sharon Maymon.

Fotografía: Tobias Hochstein.

Música: Avi Belleli.

Producción: Haim Mecklberg, Estee Yacov-Mecklberg, Talia Kleinhendler, Osnat Handelsman-Keren, Thanassis Karathanos, Karl Baumgartner, Moshe Edery, Leon Edery.

Intérpretes: Ze’ev Revah, Levana Finkelstein, Aliza Rozen, Ilan Dar, Hanna Rieber, Rafael Tabor.

En el nº 2.938 de Vida Nueva

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