De vuelta a Galilea

papa Francisco en el I Congreso Internacional para Formadores de la Vida Consagrada abril 2015

papa Francisco en el I Congreso Internacional para Formadores de la Vida Consagrada abril 2015

MARCOS GARNICA, CMF | He tenido la gracia de participar en el Congreso de Formadores desde su preparación. Colaborar en esta tarea ha sido un gran desafío, porque se trataba de la primera iniciativa “mundial” de este género propuesta por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA). Algunos consagrados y consagradas fuimos requeridos a través de las “Uniones” interinstitucionales con la intención de tomar en cuenta las diferentes “formas de vida consagrada”, las regiones geográfico-culturales en que se desarrolla nuestra misión, así como la complementariedad de género y de carismas de quienes conformamos este gran cuerpo eclesial.

No niego los momentos un tanto “caóticos” que me hicieron dudar de la propuesta, de su metodología y de su logística, pero, al contemplar la evolución de los hechos, termino convencido del soplo del Espíritu que “hace nuevas todas las cosas”.

Los cerca de 1.300 participantes solo pudimos expresarnos en cinco idiomas oficiales, pero hemos podido escuchar y hablar la misma lengua del amor fraterno y vivir en carne propia lo mismo que proponemos a quienes nos son confiados: un proceso de trans-formación para “vivir en Cristo según la forma de vida del Evangelio” (PC 2), como rezaba el lema mismo del Congreso.

Seguramente, no se ha dado respuesta a todas las dudas e inquietudes, pero se ha sido abierto un espacio adecuado para compartirlas, para sentirnos acompañados en su discernimiento y para plantearlas ante quienes tienen la misión de confirmarnos en la unidad y en la caridad.

En este sentido, hemos valorado positivamente las palabras de aliento, los gestos y las actitudes de aprecio del papa Francisco, del cardenal João Braz de Aviz, de monseñor José Rodríguez Carballo, del equipo de la CIVCSVA y de los ponentes y moderadores, que supieron transmitirnos su pasión, su convicción y su sabiduría.

Como formador no me siento “huérfano”. Ahora sé que, en el mismo camino, puedo contar con muchos otros y otras que van abriendo brechas y ayudándonos a descubrir nuevos horizontes.

El Congreso deja en mí grandes desafíos, pero también profundas convicciones. La misión formativa es un servicio al Reino de Dios y busca acompañar a los llamados para dejarse plasmar por la forma de vida que Jesús nos propone en el Evangelio. Un servicio que requiere convicción esperanzada, mística y profecía, docilidad y testimonio, apertura y gozo.

Las fragilidades del formador no se pueden esconder; pero si hay amor, escucha atenta, discernimiento y actitud para “aprender a aprender” toda la vida, seguramente no faltará la consolación del Señor.

En el ambiente pascual y con la sugerencia del Papa, el Congreso ha implicado un “regresar a Galilea” para revisitar los orígenes del propio camino, recuperar el primer ardor y la pasión de quien, desde el principio, ha podido entrever la perla de gran valor por la que vale
la pena dejar el resto.

En el nº 2.937 de Vida Nueva

 

LEA TAMBIÉN:

Compartir