El grito de Francisco por los crucificados de hoy

Los mártires marcan la Semana Santa del Papa en Roma

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Las 15 frases y 15 fotos de la Semana Santa del papa Francisco en 2015

ANTONIO PELAYO (ROMA) | La de 2015 ha sido la Pascua más dramática de Jorge Mario Bergoglio desde que hace dos años fue elegido sucesor del Apóstol Pedro. Durante toda la Semana Santa, el Papa ha tenido muy presentes a los “mártires de hoy”, a los que ha recordado en numerosas ocasiones, como si esta fuera una idea que no se aparta de su mente y de su corazón de pastor.

El lunes de la semana de Pascua –que en Italia se conoce como “el lunes del Ángel”–, al saludar a los numerosísimos fieles que se habían concentrado en San Pedro, resaltó la presencia del movimiento Shalom, cuyo objetivo es “sensibilizar a la opinión pública sobre las persecuciones de los cristianos en el mundo”.

“Vuestro itinerario sobre los caminos –les dijo Francisco– ha finalizado, pero debe continuar por parte de todos el camino espiritual de intensa oración, de concreta participación y de ayuda tangible en la defensa y protección de nuestros hermanos perseguidos, exiliados, asesinados, decapitados por el solo hecho de ser cristianos. Ellos son nuestros mártires de hoy, y son muchos; podríamos decir que son más numerosos que en los primeros siglos. Deseo que la comunidad internacional no asista muda e inerte frente a tal crimen inaceptable, que constituye una preocupante deriva de los derechos humanos más elementales. Deseo de verdad que la comunidad internacional no dirija su mirada hacia otra parte”.

Este dolorido recuerdo es el núcleo principal del mensaje urbi et orbi, proclamado desde el balcón central de la basílica vaticana el 5 de abril, Domingo de Pascua. Francisco, con rostro y voz graves, indicó que, con la resurrección de Jesucristo, “el amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad. (…) Con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos la vía de la vida y la felicidad; esta vía es la humildad, que comporta la humillación. Este es el camino que conduce a la gloria. Solo quien se humilla puede ir a hacia los ‘bienes de allá arriba’. (…) Para entrar en el misterio hay que ‘inclinarse’, abajarse. Solo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino. (…) Esto no es debilidad, sino auténtica fuerza. Quien lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar la violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor”.

“Imploremos al Señor crucificado –prosiguió con tono de lamento– la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la paz. Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y de las violencias que se están produciendo”.

Un catálogo del horror

viernes-santo-papa-franciscoA continuación, Francisco expuso el catálogo más doloroso de las violencias de hoy. “Roguemos ante todo –comenzó– por Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países. Que la comunidad internacional no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria”. “Pidamos la paz para Libia –añadió–, para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre por el que está pasando, así como toda la bárbara violencia, y para que cuantos se preocupan por el destino del país se esfuercen por favorecer la reconciliación y edificar una sociedad fraterna que respete la dignidad de la persona”. “Y esperemos –prosiguió el Pontífice argentino– también que en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población”.

Llegado al continente africano, Francisco se detuvo especialmente en la trágica situación de naciones como Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones de Sudán y de la República Democrática del Congo. A continuación, reclamó la atención de todos sobre el espantoso crimen de un centenar y medio de muchachas y muchachos en Kenia, obra de los islamistas fanatizados de Al-Shabab.

“Que todas las personas de buena voluntad –suplicó– eleven una oración incesante por aquellos que perdieron su vida (y pienso muy especialmente en los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia), los que han sido secuestrados, los que han tenido que abandonar sus hogares y sus seres queridos”. El Papa ya había expresado su “profundo dolor” por el ataque a la Universidad de Garissa en un telegrama al cardenal John Njue, arzobispo de Nairobi, y había condenado “la insensata brutalidad” de sus autores.

En uno de los últimos párrafos de su mensaje pascual, el Pontífice pidió “paz y libertad para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales. Paz y libertad para la víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados de los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana. E imploremos la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas, que son tantos y se benefician con la sangre de mujeres y hombres”.

viernes-santo-papa-francisco2Dos días antes de la Pascua, el Viernes Santo, al finalizar el vía crucis que, como todos los años, tuvo lugar en el Coliseo de Roma, el Papa hizo una breve meditación que inició con estas palabras: “¡Oh Cristo crucificado y victorioso! Tu vía crucis es la síntesis de tu vida; es el icono de tu obediencia a la voluntad del Padre; es la realización de tu infinito amor por nosotros, pecadores; es la prueba de tu misión; es el cumplimiento definitivo de la revelación y de la historia de la salvación. El peso de tu cruz nos libera de todas nuestras cargas”.

“En tu cuerpo descarnado, hecho pedazos y destrozado –ahondó el Pontífice, evidentemente compungido–, nosotros vemos los cuerpos de nuestros hermanos abandonados a lo largo de las calles, desfigurados por nuestra negligencia y nuestra indiferencia. En tu sed, Señor, vemos la sed de tu Padre misericordioso, que en Ti ha querido abrazar, perdonar y salvar a toda la humanidad. En Ti, divino amor, vemos también hoy a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en Ti, bajo nuestros ojos y, con frecuencia –y aquí Francisco detuvo significativamente el ritmo de sus ya de por sí impactantes palabras–, con nuestro silencio cómplice”.

En una de las meditaciones que fueron leídas durante las catorce estaciones del piadoso ejercicio (transmitido en directo a todo el mundo), su autor, el obispo emérito de Novara, Renato Corti, destacaba “el drama de hombres y mujeres que son encarcelados, condenados e incluso masacrados solo por ser creyentes y estar comprometidos en favor de la justicia y de la paz”. También se le pedía al Señor que “sostenga interiormente a los perseguidos” y “se difunda en el mundo el derecho fundamental a la libertad religiosa”. A su vez, se dio lectura al testamento del que fue ministro de las Minorías Religiosas en Pakistán, Shahbaz Bhatti, asesinado en 2011. “Pensé corresponder al amor de Jesús –escribía– dando amor a nuestros hermanos y hermanas, poniéndome al servicio de los cristianos, especialmente de los pobres, de los necesitados y de los perseguidos que viven en este país islámico”.

Morir con las manos juntas

viernes-santo-3Como gesto de solidaridad con estos “mártires de hoy”, llevaron la cruz durante algunas de las estaciones religiosas de las Dominicas de Santa Catalina de Siena procedentes de Irak y parejas de fieles nativos de Siria, Nigeria y Egipto. En la homilía pronunciada esa misma tarde, durante la celebración de la Pasión del Señor en la basílica vaticana, el predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamesa, afirmó: “Los verdaderos mártires de Cristo no mueren con los puños cerrados, sino con las manos juntas”. Para completar este catálogo de alusiones del papa Bergoglio a los “mártires de hoy”, digamos que, en su homilía del Domingo de Ramos, los citó expresamente definiéndolos como “esos que, por ser fieles al Evangelio de Jesucristo, lo pagan con su propia vida”.

Volvió a hacerlo en la catequesis de la audiencia general del miércoles 1 de abril al referirse a los que “también hoy, tantos hombres y mujeres, verdaderos mártires, ofrecen su vida por Jesús para confesar la fe, solo por esa razón. Es un servicio, un servicio del testimonio cristiano hasta la efusión de la propia sangre, servicio que nos hizo Cristo: nos ha redimido hasta el final”.

“Rezad para que sea más esclavo de vosotros”

Los expertos en contabilizar el flujo de peregrinos a la Ciudad Eterna aseguran que este año se han superado las cifras de los últimos diez años. Los informadores, obligados a fiarnos de esos datos “científicos”, nos guiamos también por lo que podemos observar directamente. Así, puedo asegurar que el Domingo de Ramos se registró en San Pedro y alrededores un número muy considerable de fieles con una extraordinaria variedad de procedencias.

En todo caso, es una de las liturgias más sugestivas de toda la Semana Santa: la procesión de las palmas que parte desde el centro de la plaza a los pies del obelisco, los ornamentos rojos de los cardenales y obispos concelebrantes, el verdor de los olivos o la refinada ornamentación floral del altar la convierten en un “espectáculo” difícil de olvidar. La presencia, además, de millares de jóvenes llegados este año al Vaticano desde los cinco continentes para celebrar la XXX Jornada Mundial de la Juventud, le añadió aires de frescura.

A ellos se dirigió Francisco tras del ángelus: “Queridos jóvenes, os exhorto a proseguir vuestro camino, sea en las diócesis, sea en la peregrinación a través de los continentes que os conducirá el año próximo a Cracovia, patria de san Juan Pablo II, iniciador de las Jornadas Mundiales de la Juventud. El tema de ese gran encuentro, Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia, se combina bien con el Año de la Misericordia. Dejaos llenar de la ternura de Dios para difundirla alrededor de vosotros”.

Santo cansancio

papa-carcel-GEl Jueves Santo, en la secular tradición cristiana, revive la institución del sacerdocio y del sacramento de la Eucaristía; por eso, en todas las diócesis de mundo, el obispo se reúne con su presbiterio en la catedral para celebrar la llamada “misa crismal”, donde se bendicen los óleos de los catecúmenos y de los enfermos, así como el crisma que será utilizado en la administración del Bautismo y de la Unción de enfermos. A las nueve y media de la mañana, Bergoglio dio inicio a la eucaristía que concelebraron con él 40 cardenales, numerosos arzobispos y obispos, y hasta casi 2.000 sacerdotes (cifra nunca alcanzada antes). Dada la especial condición de su auditorio, Francisco, contrariamente a sus hábitos, pronunció una homilía bastante más larga y centrada en el cansancio de los sacerdotes, que L’Osservatore Romano, en su titular, transformó en un “santo cansancio”.

“¿Sabéis cuántas veces pienso en esto –les dijo el Papa–, el cansancio de todos vosotros? Pienso mucho y ruego a menudo, especialmente cuando el cansado soy yo. Rezo por los que trabajáis en medio del pueblo fiel de Dios que os fue confiado, a muchos en lugares muy abandonados y peligrosos. Y nuestro cansancio, queridos sacerdotes, es como el incienso que sube silenciosamente al cielo. Nuestro cansancio va directo al corazón del Padre”.

Francisco, a continuación, les pidió que no descansasen “de cualquier manera”. “No caigamos –advirtió– en esa tentación… Cuando uno sabe que, muerto de cansancio, puede postrarse en adoración y decir: ‘Basta por hoy, Señor’, y claudicar ante el Padre, uno sabe también que no se hunde, sino que se renueva, porque, al que ha ungido con óleo de alegría al pueblo fiel de Dios, el Señor también lo unge”.

El obispo de Roma enumeró ante sus presbíteros tres clases de cansancio:

  • El cansancio de la gente: “Es cansancio del bueno, cansancio lleno de frutos y de alegría… Es el cansancio del sacerdote con olor a oveja… Pero con sonrisa de papá, que contempla a sus hijos o a sus nietos pequeños. Nada que ver con esos que huelen a perfume caro y miran desde lejos y desde arriba. Somos los amigos del Novio, esa es nuestra alegría… Si Jesús está pastoreando en medio de nosotros, no podemos ser pastores con cara de vinagre, quejosos ni, lo que es peor, pastores aburridos”.
  • El cansancio de los enemigos: “El demonio y sus secuaces no duermen y, como sus oídos no soportan la Palabra, trabajan incansablemente para acallarla o tergiversarla. Aquí el cansancio de enfrentarlos es más arduo… Aquí necesitamos pedir la gracia de aprender a neutralizar el mal, no arrancar la cizaña, no pretender defender como superhombres lo que solo el Señor tiene que defender”.
  • El cansancio de uno mismo: “Es quizás el más peligroso… Se trata del cansancio que da el ‘querer y no querer’, el haberse jugado todo y después añorar los ajos y las cebollas de Egipto, el jugar con la ilusión de ser otra cosa. A este cansancio me gusta llamarlo ‘coquetear con la mundanidad espiritual’. Y cuando uno se queda solo, se da cuenta de que grandes sectores de la vida quedaron impregnados por esta mundanidad y hasta nos da la impresión de que ningún baño la puede limpiar. Aquí sí puede haber cansancio malo”.

La conclusión fue positiva: “El Señor nos lava y purifica de todo lo que se ha acumulado en nuestros pies por seguirlo. Eso es sagrado. No permite que quede manchado. Así como las heridas de guerra él las besa, la suciedad del trabajo él la lava”. Con estas palabras parece que Bergoglio se abría paso intelectualmente hacia el acto que horas más tarde iba a protagonizar en la cárcel de Rebibbia, un penal situado en las afueras de Roma, donde están recluidos varios centenares de presos de ambos sexos, algunos de alta peligrosidad.

papa-lava-pies-GA doce de ellos –seis hombres y seis mujeres– les lavó los pies en el trascurso de la misa in coena Domini. Algunos no pudieron contener su emoción ante el gesto papal y lloraron. “Hoy –les había dicho Francisco poco antes en su homilía– yo lavaré los pies a doce de entre vosotros, pero en estos hermanos y hermanas estáis todos vosotros, todos, todos. Todos los que viven aquí. Vosotros los representáis. Pero también yo tengo necesidad de ser lavado por el Señor, y para esto rezad durante esta misa, para que el Señor lave también mis suciedades, para que yo sea más esclavo de vosotros, más esclavo al servicio de las gentes, como lo fue Jesús”.

Al final de la celebración, Bergoglio se mezcló con la población carcelaria; abrazó y se dejó abrazar por todos, recibió cartas a él dirigidas, bendijo rosarios y estampas. Todo ante los ojos atónitos de los servicios de seguridad, que no le quitaban la vista de encima ni un solo instante… Porque nunca se sabe.

Italia y la santa sede, unidas contra el fraude fiscal

Coincidiendo con estos días de celebración de la Semana Santa, el 1 de abril tuvo lugar en la Secretaría de Estado vaticana la firma del convenio entre la Santa Sede y el Gobierno de la República Italiana en materia fiscal. Los firmantes fueron el secretario para las Relaciones con los Estados, Paul Richard Gallagher, y el ministro de Economía y Finanzas, Pier Carlo Padoan.

“Las reformas introducidas a partir de 2010 –dice la nota vaticana– y la creación, dentro de la Santa Sede, de instituciones con específicas competencias en materia económica y financiera, permiten hoy la plena cooperación administrativa incluso con fines fiscales. En el marco de la especial importancia de las relaciones bilaterales, Italia es el primer país con el que la Santa Sede suscribe un artículo que reglamenta el intercambio de informaciones”.
En una nota difundida el mismo día, el Instituto para las Obras de Religión (IOR) manifiestó su pleno apoyo al convenio, al que se ha llegado después de “un trabajo intenso llevado a cabo durante meses”. “El acuerdo –se decía más adelante– garantiza a nuestros clientes claridad y certeza en cuanto a los derechos y obligaciones respecto a las autoridades fiscales italianas”.

Sin entrar en tecnicismos que no corresponden al estilo de nuestra revista, podemos afirmar que este acuerdo es un paso más hacia la transparencia, la vigilancia y la información en el ámbito económico-financiero de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano.

En el nº 2.935 de Vida Nueva

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