Antonio Pelayo: “No saben lo que hacen los clérigos cegados por la ambición”

Antonio Pelayo, sacerdote y periodista de Vida Nueva, pronuncia el Sermón de las Siete Palabras Valladolid Viernes Santo 2015

Íntegro, el Sermón de las Siete Palabras en Valladolid del corresponsal de Vida Nueva

Antonio Pelayo, sacerdote y periodista de Vida Nueva, pronuncia el Sermón de las Siete Palabras Valladolid Viernes Santo 2015

M. Á. MALAVIA | De entre los innumerables actos que, a lo largo de la geografía española, han conmemorado esta Semana Santa, uno de especial relevancia fue el que se celebró el Viernes Santo en Valladolid. En su abarrotada Plaza Mayor y ante personalidades como el cardenal pucelano, Ricardo Blázquez; el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz; o la titular de Agricultura, Isabel García Tejerina; Antonio Pelayo, sacerdote local y corresponsal de Vida Nueva en el Vaticano, fue el encargado de pronunciar este año el prestigioso Sermón de las Siete Palabras, que ofrecemos íntegro.

Se trató de un discurso de hondura espiritual y afectiva –Pelayo recordó cómo nació a escasos metros del lugar y que allí pasó su infancia y juventud, forjándose además entonces su vocación sacerdotal–. Tras recordar con gran cariño a algunos de sus predecesores en dicho puesto de honor (como los cardenales Marcelo González y Antonio María Javierre, así como el sacerdote, periodista y escritor José Luis Martín Descalzo), dio paso a la profunda autocrítica, tanto social como eclesial.

“Políticos corruptos y codiciosos”

De la misma no escaparon nuestros dirigentes públicos: “No, Señor Jesús, no saben lo que hacen esos políticos corruptos y corruptores que anteponen su codicia a la búsqueda del bien común; los que halagan los más bajos instintos con la demagogia y el populismo olvidándose de que la verdad no puede ser ni tergiversada ni camuflada; los que solo buscan el poder para servirse de él y no para servir al pueblo del que provienen”.

Un aldabonazo que también se dirigió a todo tipo de ámbitos, como evidencia este párrafo: “No, no saben lo que hacen esos científicos que juegan con la vida humana como si fuera un objeto, un producto que se puede manipular, transformar, vender o alquilar; esos sabios que en sus laboratorios ya pueden clonar al ser humano privándole de su verdadera naturaleza de hombre libre y de criatura nacida del amor entre un hombre y una mujer”.

“No, no saben seguramente lo que hacen los que trafican con los seres humanos, incluso con los niños; los que les arrojan en miserables pateras al mar, expuestos a todos los peligros con la única esperanza de dejar atrás un pasado de hambre, de violencia y de muerte”.

“(…) No saben tampoco lo que hacen quienes explotan la tierra como si fuera su propiedad y no un don que hemos recibido en préstamo para transmitírselo mejorado a las futuras generaciones; esos desalmados egoístas que no respetan las leyes de la naturaleza y que ignoran que no se puede jugar impunemente con la salvaguardia del planeta”.

“No saben tampoco, por desgracia, lo que hacen esos jóvenes desesperanzados que se entregan a la más cobarde de las fugas, refugiándose en las redes del alcohol o de las drogas que matan; jóvenes que han perdido la brújula de su existencia y desconfían de un amor que nunca han conocido y por eso lo minusvaloran”.

Autocrítica a los sacerdotes

Por su significatividad, llamó especialmente la atención esta autocrítica en clave clerical: “No saben lo que hacen (y esto sí que es aún más alarmante) los clérigos (y yo el primero) cegados por la ambición, la búsqueda del poder y la avaricia del dinero; los que se atreven a violar las conciencias y los cuerpos de niños y adolescentes; los que cargan los hombros de los demás con yugos que ellos mismos no son capaces de soportar y se olvidan de la misericordia que debe ser su única norma de comportamiento”.

Sin embargo, sentenció, frente a todas estas cruces siempre está la misericordia de Dios: “Jesús se deshace de todos esos quizás y pide al Padre que perdone a todos sin excepción. Para eso vino al mundo. (…) Porque, como repite sin cesar Bergoglio, ‘Dios perdona siempre, Dios perdona todo, Dios no se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón’. Así somos de estúpidos y orgullosos los hombres. (…) Jesús le promete a Dimas estar con él en el Paraíso. Ese Paraíso que nos espera a todos, pero (¡atención, vallisoletanos que me escucháis!) no nos equivoquemos, no busquemos el cielo en la tierra, no nos dejemos engañar por quienes nos prometen paraísos artificiales, efímeros, virtuales y al final decepcionantes. No podremos alcanzar el Paraíso que Jesús nos promete sin pasar por el Calvario, por la cruz de cada día”.

Íntegro, el texto en PDF con el Sermón de las Siete Palabras de Antonio Pelayo

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