Luces y sombras en la relación de la Iglesia con la Cosa Nostra

La excomunión de los colaboradores con el crimen organizado marca un punto de inflexión

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Francisco con Luigi Ciotti, en un acto de recuerdo a Pino Puglisi

Luces y sombras en la relación de la Iglesia con la Cosa Nostra [extracto]

DARÍO MENOR (ROMA) | “Que alguien pueda suponer que la mentalidad de la mafia se asocia a la religiosa es una suposición calumniosa utilizada por los comunistas para atacar a la Democracia Cristiana”. La frase la escribió en una carta de 1963 el cardenal Ernesto Ruffini, arzobispo de Palermo desde 1946 a 1967. Denota bien la negación que durante décadas se hizo en el sur de Italia de la connivencia entre el crimen organizado y algunos sacerdotes y religiosos de la Iglesia católica, que no tenían empacho en pisotear el Evangelio para colaborar con los mafiosos o convertirse incluso en jefes de clanes. Al mismo tiempo, surgían numerosos ejemplos de curas que se dejaban la vida, literalmente, en la lucha contra el crimen organizado. En muchas ocasiones lo hacían ante la pasividad de la jerarquía eclesiástica y el silencio de sus hermanos en el magisterio.

Chiara Rizzo

Chiara Rizzo, extraditada a Italia desde Francia

Estos presbíteros valientes tienen desde hace dos años a un patrón oficioso, Pino Puglisi, un párroco siciliano que se enfrentó a los mafiosos que controlaban el barrio donde tenía su iglesia, en una zona deprimida de Palermo. “Me lo esperaba”, dijo Puglisi cuando fueron a matarle el día en que cumplía 56 años, en 1993. Desvelaron sus palabras sus propios asesinos, quienes luego se arrepintieron, se convirtieron y comenzaron a colaborar con la Justicia.

Uno de ellos incluso llegó a estudiar Teología y obtuvo unas excelentes notas en los exámenes, como cuenta Íñigo Domínguez en Crónicas de la Mafia (Libros del K.O.). Puglisi fue beatificado en 2013 en Palermo ante 80.000 personas. Recuerda Domínguez que, “desde el principio, hubo curas mafiosos”, y que no faltan en la antología de las distintas organizaciones criminales italianas los casos de sacerdotes y frailes que colaboraron o formaron parte directamente de la mafia.

Hay otro sacerdote que, como Puglisi, está camino de subir a los altares porque su muerte podría considerarse un “martirio por odio a la fe”. Se trata de Giuseppe Diana, asesinado por la camorra en 1994 en Casal di Principe, uno de los bastiones de la mafia napolitana. Diana se estaba preparando para celebrar misa en su parroquia de San Nicola de Bari cuando un sicario le disparó cinco veces con una pistola. Fue su castigo por oponerse al crimen organizado. Angelo Spinillo, obispo de Aversa, diócesis a la que pertenece Casal di Principe, confirmó recientemente que va a comenzar el proceso de beatificación. La causa, admite, se ha visto impulsada por el reconocimiento de Puglisi: “Nos ha permitido tener una mayor conciencia en la Iglesia sobre este asunto”.

Un silencio de siglos

Pese a ejemplos como estos, a la comunidad cristiana en Italia le queda aún un largo camino por recorrer para romper totalmente cualquier conexión con el crimen organizado. Lo dejó claro el mes pasado Franco Roberti, fiscal nacional antimafia, cuando dijo: “Estoy convencido de que la Iglesia podría hacer muchísimo contra las mafias. Gran parte de la responsabilidad la tiene precisamente la Iglesia porque, durante siglos, no ha hecho nada”.

Roberti recordó la intervención que hizo san Juan Pablo II en 1993 en Agrigento, lamentando que, desde entonces y hasta la llegada de Francisco, ha habido un “silencio absoluto”. En aquella ocasión, el Papa polaco pidió la conversión de los capos y les amenazó con que acabarían en el infierno si seguían matando. “Dios dijo una vez: ‘No matarás’. Ningún hombre, ninguna asociación humana, ninguna mafia puede cambiar y pisotear este derecho santísimo de Dios”, advirtió improvisando Karol Wojtyla, quien, en su visita anterior a Sicilia, en 1982, no dijo ni una palabra sobre la Cosa Nostra.

Claudio Scajola

Claudio Scajola, antiguo ministro italiano, detenido hace un año

Al fiscal nacional antimafia le responde el secretario general del Episcopado italiano, Nunzio Galantino, para quien “hablar genéricamente de silencio frente a estos temas” resulta “exagerado y fuera de lugar”. En cualquier caso, es innegable que, con la llegada de Jorge Mario Bergoglio al solio pontificio, se han multiplicado los llamamientos para acabar con la connivencia de algunos eclesiásticos con las organizaciones criminales.

Antes de su reciente petición en Nápoles para que los mafiosos se convirtieran, el llamamiento más potente lo hizo Francisco el año pasado cuando visitó Calabria, la zona más pobre de Italia y la que acoge a la entidad criminal más rica y poderosa del país, la ‘Ndrangheta. Anunció en aquella ocasión que los mafiosos “están excomulgados” (VN, nº 2.900), lo que propició la protesta de un buen número de criminales encarcelados, quienes dejaron de ir a misa.

Para Enzo Ciconte, asesor de la Comisión Parlamentaria Antimafia y autor de más de una docena de libros sobre este tema, con estas declaraciones el Papa no solo se dirigió a los miembros de los distintos grupos mafiosos del país, sino que también apeló “al clero, a los sacerdotes y obispos, para que disuelvan cualquier tipo de relación con las organizaciones mafiosas”. “Al decir que están excomulgados –sostiene Ciconte–, será difícil que un cura se atreva a colaborar con los criminales, como ocurre en muchos casos. También invitó a los fieles a que tengan muy claro lo que significa la connivencia con la mafia”.

Comparte su opinión Giacomo Panizza, sacerdote que lleva años oponiéndose a la ‘Ndrangheta en Lamezia Terme, por lo que ha sido amenazado de muerte en repetidas ocasiones. “La excomunión fue algo muy importante. La Navidad pasada, todos los obispos de Calabria publicaron un documento en el que decían que los mafiosos están oficialmente fuera de la Iglesia. Nuestros sacerdotes no pueden encontrar ya excusas para callar ante los mafiosos o colaborar con ellos. La excomunión del Papa supone que el cura que colabora también está excomulgado”, comenta Panizza.

Ciconte reconoce que la Iglesia “ha ido madurando un proceso positivo en los últimos años, pero, por desgracia, todavía hay muchos casos de connivencia o colaboración, protagonizados por sacerdotes muy bien relacionados con los mafiosos”. Por eso resultan tan importantes las continuas tomas de posición de Francisco frente a este problema. “Deben provocar una explosión en las conciencias, para que se libere de una vez todo lo positivo que hay en ellas”, desea el asesor de la Comisión Parlamentaria Antimafia.

Cambio de percepción

Aniello Manganiello

Aniello Manganiello

Llegado desde el norte de Italia hasta Calabria para establecer un servicio de ayuda a minusválidos y desfavorecidos, Panizza se ha topado durante años con esa actitud de mirar hacia otro lado de una parte de la comunidad cristiana. “Hasta hace unos quince años me decían que los de fuera no entendíamos cómo se hacían las cosas aquí”, cuenta este sacerdote, orgulloso de la valentía mostrada por las personas a las que asiste. La han demostrado al vivir en una casa que antes pertenecía a un clan de la ‘Ndrangheta y que, tras la detención de uno de los capos, fue requisada por el Estado y pasó a su comunidad. Este gesto valiente supuso nuevas amenazas de los mafiosos, que han llegado a disparar contra el edificio. “La Iglesia local pensaba que la lucha contra la mafia no era algo que tuviera que ver con ella, lo consideraba una obligación de la policía y del Estado. Ahora la percepción ha cambiado”, recalca Panizza.

Otro sacerdote amenazado por los miembros del crimen organizado por oponerse a ellos es Aniello Manganiello, párroco durante 16 años de la iglesia de Santa María de la Providencia, en Scampia, el deprimido barrio de Nápoles por el que Francisco empezó este sábado su visita a la capital partenopea. Manganiello era toda una autoridad moral en Scampia, célebre desde que Roberto Saviano ambientara allí su libro Gomorra. “Parece que luchas contra Goliat. Cuando afrontas la realidad, da miedo, te desanima. Sin embargo, el cambio es posible, pero debemos hacer la lucha contra dos tipos de camorra: los clanes que gobiernan el territorio y la mentalidad camorrista. Esta última lastra a la sociedad”, contaba en una conversación, en 2007, con este periodista hoy perseguido por la mafia, que ha prometido asesinarle.

Es igualmente un ejemplo a seguir el sacerdote Liugi Ciotti, fundador de Libera, una de las principales asociaciones contra la mafia de Italia y que, el pasado sábado, congregó a 200.000 personas en una manifestación en Bolonia contra la corrupción y el crimen organizado.

En el nº 2.935 de Vida Nueva

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