‘Negociador’: mejor risas que balas

Fotograma de 'Negociador'

J. L. CELADA | Ya ha llovido desde que Borja Cobeaga dirigiera en 2003 la primera temporada de Vaya semanita. Tanto que el humor de sus parodias televisivas parece haber calado definitivamente en la sociedad vasca, hasta el punto de que casi nadie se rasga hoy las vestiduras cuando un paisano decide ironizar sobre el gran tabú (y preocupación) de sus gentes: ETA y la tensa convivencia entre terroristas y demócratas. Solo así podría explicarse el alumbramiento de Negociador, primera tragicomedia que se atreve a “desacralizar” y desactivar un tema altamente explosivo, argumento habitual de historias en clave realista y dramática.

Lo que aquí nos propone el realizador donostiarra es una “versión libre” de los encuentros que mantuvieron, en 2005 y 2006, el Gobierno español y la banda armada en el sur de Francia. Concretamente, el que fuera presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren, y los etarras Josu Ternera y Thierry. La cita fue objeto de especulaciones y filtraciones por parte de la prensa, pero ahora Cobeaga ha querido imaginar qué pudo ocurrir entonces fuera de la sala de reuniones, en los intermedios, en la soledad de la habitación o en el comedor del hotel…

El resultado de su arriesgado envite es un cinta austera –en su metraje y en su puesta en escena–, aunque sobrada de agudeza e intención para sacar los colores a cuantos se aferran a dogmatismos caducos. O se extravían en el camino hacia la ansiada reconciliación, enredados en disquisiciones terminológicas sin salida (¿violencia o conflicto?, ¿diálogo o negociación?…), difícilmente traducibles para el ciudadano de a pie y que, a sus ojos, resultan tan ridículas como ese eufemismo empeñado en distinguir entre “prostituta” y “acompañante” (¡atención al momento de lúcido surrealismo que nos regala el director!)

Dos escoltas sentados a la misma mesa, sociedades gastronómicas donde vecinos o antiguos compañeros de pupitre comparten confidencias y viandas, una corbata negra anunciando sutilmente el fin de tregua… Cobeaga no necesita mucho más para radiografiar las fracturas y heridas de su pueblo. Apenas unas pocas pinceladas le bastan también para reivindicar que la solución al problema tiene que salir de allí… y hablando.

El resto lo deja en manos de actores de confianza (con el impagable Ramón Barea a la cabeza, felizmente secundado por Carlos Areces y Josean Bengoetxea), protagonistas de ingeniosos diálogos y situaciones inverosímiles (la breve secuencia del cara a cara entre los comensales y el camarero encarnado por Secun de la Rosa bien merece la carcajada unánime del público). Ellos son los principales culpables de esa sonrisa afligida que suscita a cada rato Negociador.

El coguionista de Ocho apellidos vascos, que demostró en el pasado conocer sobradamente los resortes de la comedia, da un paso más, invitándonos a descubrir la risa terapéutica: la que no se conforma con alegrarnos la tarde; la que quizá duela, pero que, a la postre, cura. Ojalá cunda su ejemplo. Mejor risas que balas o bombas.

FICHA TÉCNICA

Título original: Negociador.

Dirección y guión: Borja Cobeaga.

Fotografía: Jon D. Domínguez.

Música: Aránzazu Calleja.

Producción: Nahikari Ipiña, Borja Cobeaga.

Intérpretes: Ramón Barea, Carlos Areces, Josean Bengoetxea, Melina Matthews, Raúl Arévalo, Secun de la Rosa, Santi Ugalde, Óscar Ladoire.

En el nº 2.934 de Vida Nueva

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