Un auténtico albergue sobre las aguas del Sena

barco albergue Fleuron Saint Jean de la Orden de Malta en el río Sena en París

La Orden de Malta apoya en París la obra de un barco donde viven 50 personas sin hogar

barco albergue Fleuron Saint Jean de la Orden de Malta en el río Sena en París

Un auténtico albergue sobre las aguas del Sena [extracto]

Texto y fotos: BLANCA RUIZ ANTÓN | El Sena divide con tranquilidad majestuosa París. Bajo sus elegantes puentes navegan pequeñas embarcaciones que pasean a turistas y curiosos, deseosos de ver una perspectiva nueva de la Ciudad de la Luz. Sin embargo, en este emblemático río también hay cabida para quienes más lo necesitan. Se llama Fleuron Saint Jean y es un barco en donde viven 50 personas sin hogar con sus mascotas.

En el embarcadero número 20 del muelle de Port Javel Bas, en París, ondea la bandera de la Orden de Malta. Allí, entre barcos con restaurantes llenos de turistas, atraca el Fleuron Saint Jean, donde el calor y la acogida siempre están presentes. Las historias que han traído a sus 50 pasajeros a cruzar la pasarela de esta peculiar embarcación son muy variadas, pero con las tristes notas comunes de la soledad.

Bajo la sobria estética marinera, el barco se divide en tres plantas: dos para habitaciones, aseos y comedor, y la tercera, mucho más pequeña, para oficinas. Allí se encuentra Monique Lauthier, capitana de la embarcación, que lucha contra viento y marea para ayudar a quienes lo necesitan, en estrecha colaboración con la Orden de Malta, la ONG 30 Millions d’Amies (dedicada al cuidado de animales) y los servicios sociales galos.barco albergue Fleuron Saint Jean de la Orden de Malta en el río Sena en París

La acción en este barco-albergue comenzó en 1998 gracias al empeño de Monique, decidida a dar cobijo a los necesitados de París. Buscando un lugar en el que alojarlos, dio con esta embarcación, que remodeló para convertirla en un albergue.

El día comienza temprano en el Fleuron Saint Jean, que se cierra de ocho de la mañana a seis de la tarde. Sus pasajeros deben abandonar la embarcación, explica Monique: “Algunos tienen trabajo y otros van a albergues de día, ya que la Orden de Malta no tiene capacidad para ocuparse de ellos durante la jornada”. Así, al atardecer, se abre de nuevo para que sus habitantes tengan tiempo de darse una ducha, descansar y cenar. “Antes de dormir, algunos juegan a las cartas, leen o ven una película hasta las diez, que es el momento en el que cada uno debe ir a su camarote”, afirma la capitana del barco.

Con dos euros al día

“Cada vez más jóvenes y niños solo conocen la pobreza como condición de futuro”. Son palabras del presidente de Francia, Francois Hollande, pronunciadas hace tan solo un año. INSEE, siglas en francés del Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos, publica periódicamente este dramático informe que, desde hace años, no trae cambios a mejor. En 2013, se reveló que en Francia había 8.700.000 personas en condiciones de necesidad. Un número que aumenta cada año en miles y que hoy representa al 14,3% de población de la quinta potencia económica mundial.

Vivir bajo el umbral de la pobreza en Francia significa percibir 977 euros de media de ingreso mensual. Tras pagar el alquiler en una de las ciudades más caras de Europa, el agua, el gas y el transporte, quedan menos de 100 euros (o dos euros al día) que estirar para llegar a final de mes, algo que rara vez se consigue. Los más golpeados son los desempleados, las familias monoparentales y los ancianos. A principios de 2013, el Gobierno aprobó una serie de ayudas para combatir la exclusión. Estarán vigentes hasta el año 2017.

Sin embargo, todavía hay miles de personas que no llegan a ese mínimo de ingreso mensual. Se estima que, tan solo en París, hay más de 30.000 personas sin techo. Es decir, que llevan alojándose en albergues durante los nueve últimos meses; tiempo de media que, según el informe de INSEE, tardan en conseguir un hogar estable. Los más afortunados de ellos perciben la RSA, algo así como una Tasa de Solidaridad Activa, que se estima en 400 euros al mes.

Sin embargo, los que viven en el Fleuron Saint Jean están muy lejos de conseguirla, porque no suelen tener permiso de residencia, lo que dificulta encontrar un trabajo estable. Una pescadilla que se muerde la cola y de la que es tremendamente complicado salir… Pero contra la que luchan todos los días Monique, los voluntarios y los trabajadores sociales del Fleuron Saint Jean.barco albergue Fleuron Saint Jean de la Orden de Malta en el río Sena en París

Apoyo legal y psicológico

Asesoran y apoyan a sus tripulantes de origen migrante a regularizar su situación para poder integrarse en el mercado laboral y, poco a poco, conseguir normalizar su situación en Francia. De ahí la importancia de las terapias sociales que imparte un equipo de profesionales de la Orden de Malta, que cada día dan un paso adelante en la reconstrucción de las vidas de los tripulantes de este barco.

Noemie O’Neill pone su granito de arena cada semana desde hace cinco años para ayudar a los necesitados del Fleuron Saint Jean. Tiene 27 años, está casada y asegura que pasar la noche del viernes y del sábado sirviendo las cenas es “algo no negociable”. “Cuando era pequeña –declara con una gran sonrisa–, estaba en los scouts y me gustaban los proyectos de ayuda. Al cumplir 22 años, ya no había ningún proyecto en el que pudiera colaborar por mi edad. Por eso decidí entrar en la Orden de Malta. Para mí, estar en este barco ayudando es absolutamente imprescindible, y mi marido lo sabe y lo acepta”.

Como voluntaria, prepara y sirve la cena, pero también da conversación, acompaña y anima a los que viven en este peculiar albergue. El número de jóvenes que ayudan es muy variable. Así, asegura Noemie, “podemos estar solo una o encontrarnos diez personas”.

De las 50 plazas disponibles para vivir en el Fleuron Saint Jean, 44 son fijas y seis se reservan para “situaciones de emergencia”. Hasta hace poco, la estancia máxima en este peculiar albergue era de 15 días, pero se vio que no era tiempo suficiente para reconducir la vida de los que llegaban a él. Y es que el fin de este barco no es solo dar cobijo, sino ayudar a retomar el rumbo o, como dicen desde la Orden de Malta, “disponer de la comodidad necesaria para rehacer su proyecto de vida y para recuperar las fuerzas físicas y morales”. Por eso, actualmente, el tiempo de estancia se ha ampliado hasta alcanzar los seis meses.

Pese a todo, la plaza en este albergue no está asegurada, ya que, si uno se ausenta durante tres días seguidos sin explicación, su lugar pasa a estar automáticamente disponible para otro. En este barco tan solo se admite a hombres, porque representan la inmensa mayoría de las personas sin techo en Francia. El perfil mayoritario lo componen menores de 50 años y extranjeros, aunque francófonos.barco albergue Fleuron Saint Jean de la Orden de Malta en el río Sena en París

Los 25 camarotes dobles constan de una litera y un pequeño armario en donde sus habitantes pueden dejar sus pertenencias, en un espacio privado solo para ellos. Diariamente, se les proporcionan útiles como cuchillas desechables y jabón para su aseo personal. Porque, a bordo del Fleuron Saint Jean, lo que cuenta es la humanidad con la que se trata a sus pasajeros. Detalles pequeños que marcan la diferencia, como las sábanas de tela y almohadas en sus habitaciones. Los voluntarios saben que las sábanas de usar y tirar que se utilizan en otros albergues no calientan lo suficiente y hacen que los usuarios tengan que dormir con sus abrigos y ropas, utilizando su mochila como almohada.

En definitiva, más que un barco o un albergue, se busca que el barco sea una verdadera familia sobre la que apoyarse y volver a caminar.

Acogida “sin distinción”

En el Fleuron Saint Jean se cuida de sus pasajeros y también de sus mascotas. Según señala Noemie O’Neill, “hay quien viene con su perro y quien no; de hecho, en los últimos meses, vienen bastante pocos con mascota. Pero sabemos que es algo muy positivo para ellos, porque así son más responsables y, además, les hacen mucha compañía”.

La ONG 30 Millions d’Amis hace revisiones veterinarias de los habitantes caninos. “Es el primer lugar en París que acoge a personas y también a sus perros. Tenemos capacidad para albergar a cinco perros a la vez”, cuenta Monique Lauthier.

Desde la Orden de Malta insisten en que en el Fleuron Saint Jean se acoge a todos, “sin distinción de su religión, raza o procedencia”. Y es que, aproximadamente, cada año pasan por este peculiar albergue unas 875 personas y unos 14 perros de media.

En el nº 2.933 de Vida Nueva

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