Religiosos y laicos, colaboradores de una única misión

Elías Royón, SJ, con Miguel Ángel Malavia
Elías Royón, SJ, con Miguel Ángel Malavia

Elías Royón con Miguel Ángel Malavia

ELÍAS ROYÓN, SJ, coordinador de la Jornada de misión compartida

En los años sesenta, las instituciones de los religiosos tenían una fuerte presencia de religiosos y religiosas. Después, comienzan a disminuir las vocaciones y, en consecuencia, disminuye esta presencia; siempre hubo laicos en estas instituciones, sobre todo en los colegios y hospitales, pero eran valorados por su competencia profesional.

Poco a poco, se va produciendo un cambio de tendencia; por un lado, una importante incorporación de los seglares en las instituciones y en sus puestos de responsabilidad, incluidos la pastoral y la dirección, y, a la vez, se inician procesos de acercamiento y formación de los laicos en la espiritualidad de las familias religiosas. No se trata, pues, simplemente de “sustituir” a los religiosos, sino de la comprensión de los laicos de que en su profesión pueden realizar su vocación eclesial derivada del bautismo.

Esta historia no es, pues, la de un proceso que tiene únicamente su causa en una pobreza de recursos humanos en las congregaciones. Esa historia está cruzada de un impulso del Espíritu, que nace en el Concilio, que reconoce, como una gracia de nuestro tiempo y una esperanza para el futuro, el que los laicos tomen parte activa, consciente y responsable de la misión de la Iglesia.

Desde aquí, entendemos que “misión compartida” es el modo en que la Vida Religiosa está colaborando de manera decisiva para que se haga realidad en la Iglesia este deseo del Concilio, y una toma de conciencia del laicado de realizar su vocación y misión eclesial junto con los religiosos y en su ámbito espiritual.

El papa Juan Pablo II, en su exhortación sobre la Vida Consagrada, decía: “No pocos institutos han llegado a la convicción de que su carisma puede ser compartido con los laicos. Estos son invitados, por tanto, a participar de manera más intensa en la espiritualidad y en la misión del instituto mismo” (VC 54). Y el papa Francisco, en su carta con motivo del Año de la Vida Consagrada, invita también a estos laicos, “precisamente en su condición laical, a participar en el mismo espíritu carismático… para responder a las llamadas del Espíritu en la sociedad actual”.

En el trípode Vida Religiosa, laicado y misión hay un punto de referencia que es la misión, evangelizar. Lo importante es ella. Todos somos colaboradores de la única misión, la de Cristo, a la que la Iglesia nos convoca. Estos laicos responden a esta llamada desde su vocación cristiana en la misión de las instituciones educativas, sociales o sanitarias de las familias religiosas y alimentan su fe desde su espiritualidad y carisma.

En su mayoría, no pertenecen a movimientos ni están encuadradas en las estructuras diocesanas, pero eso no debe interpretarse como que no forman parte sustantiva de la Iglesia y de las Iglesias particulares, como la misma Vida Religiosa. Su formación y su presencia numerosa en los diversos ámbitos desde donde evangelizan están mostrando su importancia y su necesidad en la Iglesia; no es posible no reconocer su presencia evangelizadora en las Iglesias diocesanas y en la comunión eclesial.

En el nº 2.933 de Vida Nueva

 

LEA TAMBIÉN:

Compartir