Libros

‘El sacerdote inmaduro’


Un libro de Stefano Guarinelli (Ediciones Sígueme, 2014). La recensión es de Antonio García Rubio

El sacerdote inmaduro. Un itinerario espiritual, Stefano Guarinelli

Título: El sacerdote inmaduro. Un itinerario espiritual

Autor: Stefano Guarinelli

Editorial: Ediciones Sígueme, 2014

Ciudad: Salamanca

Páginas: 192

ANTONIO GARCÍA RUBIO | La sensación de vivir en una situación generalizada de inmadurez le lleva a Stefano Guarinelli (Milán, 1960), sacerdote y psicólogo que trabaja el acompañamiento personal, aprovechando las notas preparadas para redactar un manuscrito sobre ejercicios espirituales, a publicar El sacerdote inmaduro. Un itinerario espiritual. Con él, no solo entrega una aproximación psicológica a la realidad de la inmadurez, que existe en todos los ámbitos de la persona humana, en esta sociedad y esta cultura, sino que, ante todo, da, con un toque de meditación y oración, una apertura al mundo de la gracia que actúa en el centro de la inmadurez. Según apunta él mismo, estas reflexiones nacieron y maduraron en el diálogo con seminaristas de varias diócesis de Italia, con motivo de sus ejercicios espirituales.

Acompaña al lector con maestría en el camino audaz de aproximarle a ser, a la vez, adulto y niño, inmaduro y maduro. Y esto, que sirve para todo cristiano, lo centra en el ministerio sacerdotal. “No hay que inventar nada –dice– porque el mismo Jesús ofrece indicaciones precisas para ser a la vez adultos y niños”. A través de las contradicciones de la vida, el sacerdote, y todo creyente, va desvelando los secretos que se ocultan en la interioridad de su ser. La mayoría de las veces, la inmadurez psicológica es el gran anuncio de la madurez espiritual. Stefano Guarinelli se entretiene, intentando armonizar la perspectiva psicológica y la espiritual, en diez palabras clave que son el soporte de su estudio.

El Evangelio no piensa en obtener seguidores de Jesús que sean personas maduras e intachables, y menos en esta cultura que provoca personas frágiles por sus contradicciones e inmadureces, sus lagunas y sombras, sino que busca hombres y mujeres santos, que perfilen día a día, a través de sus oscuridades y negaciones, la identificación con la Buena Nueva, con Jesús. “Tened entre vosotros los sentimientos de Cristo Jesús”. En sus aportaciones envolventes, y conducidas con energía a través de ejemplos y de anacolutos diversos, va mostrando cómo emerge la acción de la gracia, la luz de la santidad de la vida.

Y la percibimos directa y estrechamente vinculada a lo que se puede considerar como inmadurez de la persona o del sacerdote. Existe una ligazón, preciosa ligazón diríamos, entre el pecado y la gracia. No pocos santos, a lo largo de la historia pasada y presente, han tenido una personalidad y una psicología “particular”, y, a pesar de sus contradicciones y de sus sombras, han avanzado, incluso vertiginosamente, en el camino de la perfección evangélica.

Gracia y plenitud

En este camino de la fe, cualquier creyente y cualquier lector atento a las aportaciones luminosas y transparentes de Guarinelli podrá desvelar el fondo permanente, misterioso y contradictorio de su humanidad, que le llevará a interesarse por la gracia inherente al mismo y por la plenitud que ese misterio anuncia, tanto a partir de las experiencias narradas en el libro como de las sugeridas para ser vividas por el lector, como de la pluralidad de sus hábitos, de sus vivencias y de sus frustraciones.

Recuerdo que, al final del Diario de un cura rural, Georges Bernanos apostilla, tras tanta sombra, tanta inmadurez y tanta vida frustrante como narra, aquella frase lapidaria, bella y cierta: “Todo es gracia”. Así también, el padre Guarinelli consuela bellamente al lector, al sacar a relucir la gracia en el proceso y entramado psicológico y contradictorio de la madurez-inmadurez. Ofrece una imagen de la vocación sacerdotal y cristiana para la misión apostólica que reconforta grandemente. Y acierta a poner el énfasis en el uso constante de la responsabilidad de ser hombres libres, y de su esfuerzo, en el que ha de conjugarse la voluntad firme y decidida con la fragilidad asumida; la grandeza de la vocación con los rasgos de inmadurez y contradicción. Y, en todo, en el centro de todo proceso humano y psicológico, va haciendo aparecer la gracia, y va desvelando que está en todo y que todo vive bajo su signo permanente.

Las palabras, en el proceso creciente y emocionante de su estudio, ayudan a desvelar los secretos escondidos en el hombre, sacerdote inmaduro, como en la inmensa mayoría de las personas de las comunidades creyentes y de la sociedad tecnológica. Las palabras que él pone a danzar ante los ojos atentos del lector, todas ellas están cargadas de fragilidad y de gracia. La oración, la tentación, la ansiedad, la visión, la desorientación, la belleza, la transgresión, la pertenencia, la soledad y la presidencia.

Parece que con el análisis de estas palabras fuera dando una de cal y otra de arena, pero la realidad es que, siendo todas ellas palabras que nos hablan sobre la luz y la sombra en la vida cotidiana de un sacerdote o de un cristiano, sin embargo, son perlas, que, desmenuzadas, hacen descubrir la grandeza del ser humano y sacerdote. “Una vez más –dice Guarinelli– hay que dejar interactuar al adulto y al niño… Ambas personalidades se encuentran ‘dentro’ de la personalidad del sacerdote. El sacerdote le dice al adulto que hay un mundo afectivo que se ha despertado y que hay que escuchar. El adulto le dice al adolescente que ese despertar no debe ser un pretexto, sino ocasión de gracia”.

La grandeza del sacerdote se sumerge cada día, sufriente y orante, en sus propias heridas y en las heridas de sus hermanos, para, a través de su contacto amoroso con la Palabra de Dios, descubrir en todo y por todas partes la grandeza de un amor que se desparrama abundantemente sobre esas heridas y en el interior de las mismas, hasta hacer brotar la más pura, trascendente, suave y humanizada gracia.

En el nº 2.933 de Vida Nueva

Actualizado
13/03/2015 | 04:14
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