Los cuervos también amenazan a Francisco

El Vaticano cuestiona un reportaje de “ficción” sobre la Secretaría para la Economía

Lombardi apunta a filtraciones a la prensa

Lombardi apunta a filtraciones a la prensa

ANTONIO PELAYO (ROMA) | El periodismo de investigación es necesario y, en muchos casos, muy conveniente, siempre que se haga de acuerdo con las normas deontológicas que garanticen su objetividad. No siempre sucede así, y la información eclesial de los últimos años corrobora esta triste afirmación. El ejemplo más reciente de esta ausencia de escrúpulos lo tenemos en el reportaje que el semanario italiano L’ Expresso ha publicado la semana pasada con el título “Santos Romanos gastos”, fácil juego de palabras del que es autor el colega Emiliano Fittipaldi.

Que las intenciones no sean nada inocentes lo demuestra el hecho de que el citado reportaje se publiara poco antes de que se hagan públicos los estatutos de la nueva Secretaría para la Economía –de hecho, estos ya eran oficiales el martes 3–, a cuyo frente está el cardenal George Pell, arzobispo emérito de Sydney. Hacia él se dirigen muchos de los ataques especialmente evidentes en el segundo artículo, titulado alevosamente “Los lujos del moralizador”.

Establezcamos antes de nada una premisa: no siendo ni mucho menos la más importante, es obvio que la reforma de las finanzas vaticanas es la que puede suscitar mayores resistencias en quienes hasta ahora han hecho –perdóneseme la expresión– “mangas y capirotes” con los dineros que entraban y salían de las arcas de la Santa Sede y del Estado vaticano. Como no vamos a remontarnos a muchos años atrás, parece también claro que la gestión llevada a cabo por el anterior secretario de Estado, Tarcisio Bertone, y por los hombres que este puso al frente de los más importantes puestos de responsabilidad económica y financiera (los cardenales Domenico Calcagno, en el APSA, y Giuseppe Versaldi, en la Prefectura para Asuntos Económicos de la Santa Sede) necesitaba un reforma a fondo, lo mismo que la gobernanza del IOR y de otros organismos con gestión más o menos autónoma. Este fue el objetivo perseguido por el Santo Padre al crear la Secretaría para la Economía.

El reportaje en cuestión maneja fuentes, documentos y opiniones cuya procedencia es, por lo menos, sospechosa de parcialidad en defensa de las anteriores posiciones. Por otra parte, se le pueden reprochar algunos errores de bulto (como, por citar solo un par de ejemplos, dar al cardenal español Santos Abril y Castelló una inconcreta nacionalidad suramericana o escribir que el purpurado australiano proviene de Melbourne y no de Sydney) y, más en general, una desinformación sobre las reales posiciones de cardenales como, de modo muy especial, el actual secretario de Estado, Pietro Parolin, supuesto líder de la oposición a Pell.

¿Una vida de lujo?

Al mismo tiempo, cabe recordar que, en el reciente consistorio extraordinario, el atacado cardenal presentó un exhaustivo informe sobre el estado de las finanzas que, según nos confesó más de uno de los asistentes, “fue muy bien acogido por todos ya que, por primera vez en estos años, se nos daba una información completa y verosímil de esta compleja cuestión”.

‘L’Expresso’ acusa de lucrarse al cardenal Pell

‘L’Expresso’ acusa de lucrarse al cardenal Pell

Que el periodista y sus interesadas fuentes pretenden demoler a la persona y la gestión del cardenal Pell y de su colaborador Danny Casey salta a la vista leyendo el segundo artículo del reportaje, en el que se le denomina como “zar”, “dominus” o “boss”, y en el que se le acusa de haber gastado en pocos meses medio millón de euros. Cifra que se sustenta en algunos billetes aéreos, gastos en la sastrería eclesiástica Gammarelli y obras de acomodo del apartamento del señor Casey.

Por lo que se refiere a los “negocios” de altura, el colega Fittipaldi maneja a su antojo cifras inverosímiles y remueve asuntos ya conocidos, como la crisis del IDI (Instituto Dermatológico Italiano, dirigido por la Congregación de los Hijos de la Inmaculada Concepción), con una deuda de 700 millones de euros y al que el nuevo presidente del IOR, Jean Baptiste de Franssu, habría negado un préstamo de 50 millones. Atribuir a un cardenal (del que no se dice el nombre) esta frase: “Estamos en una fase de sovietización; es muy preocupante”, es como de ciencia ficción.

El Vaticano, por norma, deja pasar sin rechistar muchas de las informaciones que le afectan, pero, en algunos casos, se ve obligado a reaccionar. Lo ha hecho, y en términos muy vehementes, su portavoz, Federico Lombardi: “Pasar documentos reservados a la prensa con finalidades polémicas o por alimentar contraposiciones no es nuevo, pero es siempre condenable y es ilegal”.

Por otra parte, consideró normal que “temas complejos desde el punto de vista económico o jurídico hayan sido o deban ser objeto de debate y de puntos de vista diferentes”. Por último, calificó como “indigno y mezquino” el artículo. La Secretaría para la Economía calificó como “absolutamente falsos” los artículos sobre una discusión entre el Santo Padre y el cardenal Pell con respecto a los gastos de la Secretaría. “Las hipótesis sobre el coloquio –concluyen– son pura ficción”.

Por otro lado, no ha durado mucho la marejadilla diplomática entre México y la Santa Sede a propósito del peligro de “mexicanización” que podría sufrir Argentina en el proceso progresivo del narcotráfico. En una correspondencia privada, pero hecha pública inmediatamente por el diputado argentino Gustavo Vera, responsable de la ONG La Alameda y amigo personal del Pontífice, Francisco afirmaba: “Espero que estemos aún a tiempo de evitar la mexicanización del problema. He hablado con algunos obispos mexicanos y la situación es terrible”.

Previamente, Vera había informado al Papa del incremento notable del narcotráfico en Argentina, “que ha dejado de ser un país de tránsito de la droga para convertirse en un país productor y consumidor”. Según este militante de la lucha contra el tráfico y el consumo de estupefacientes, han sido descubiertas más de 4.000 pistas clandestinas para el aterrizaje de aviones cargados de cocaína, marihuana, heroína y otros opiáceos. El diputado afirmaba igualmente que Argentina es “un paraíso para el blanqueo de dinero sucio” y acusaba a la policía y a las autoridades locales de complicidad.

Queja formal de México

Mientras el Gobierno argentino no dio importancia a la afirmación de Bergoglio, el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, reaccionó inmediatamente lamentando la declaración papal y pidiendo un “encuentro clarificador”. Con presteza, la Sala de Prensa vaticana hizo pública, el 24 de febrero, la siguiente aclaración: “La Secretaría de Estado ha entregado esta tarde una Nota al embajador de México ante la Santa Sede en la que aclara que, con la expresión ‘evitar la mexicanización’, el Papa no pretendía en algún modo herir los sentimientos del pueblo mexicano, por el cual siente un especial afecto, y menos aún minusvalorar el compromiso del Gobierno en la lucha contra el narcotráfico”.

Su responsable de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade, dio por “absolutamente zanjada” la cuestión y reiteró que la invitación al Papa para que visite el país cuando lo considere oportuno, siendo “la relación de México con el Estado Vaticano y con el Papa de gran importancia, entrañable y cercana”.

Desde siempre, el Vaticano es reacio a darse por enterado de las amenazas que pesan sobre él en general y el Papa en particular. Solo muy de vez en cuando se hacen eco de rumores o informaciones más o menos fiables sobre este punto tan sensible. Ahora que el Estado Islámico lanza precisas y muy concretas acusaciones contra la Santa Sede y da entender que la consideran uno de sus objetivos preferentes, el comandante de la Gendarmería Vaticana, Domenico Giani, ha reconocido que el Papa es “uno de los hombres más expuestos y vulnerables por su notoria influencia en todo el mundo”. A renglón seguido, ha afirmado que, “en este momento, puedo decir que no tenemos conocimiento de planes de ataque al Vaticano o al Santo Padre”. Lo que nadie puede negar es que, desde hace unas semanas, las medidas de vigilancia – visibles o no– se han multiplicado en la Plaza de San Pedro y alrededores.

  • OPINIÓN: Teresa, por Antonio Pelayo

En el nº 2.932 de Vida Nueva

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