Apocalipsis ‘show’

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de SevillaCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“Alegrías y pesares, te vendrán sin que los buscares”. Es decir, que no sabe uno de los motivos y causas por los que llegan esos gozos y disgustos. Los refranes no solo no son infalibles, sino que arrastran consigo una enorme carga de retranca no exenta de pesimismo y, también, de sospecha.

Algún duendecillo juguetón y malvado debe estar siempre merodeando en el pensamiento y haciendo cábalas amargas acerca del futuro. Su empeño es el de hundir la esperanza en el triste hondón del fatalismo, de la irremediabilidad del mal, de la corrupción y el egoísmo, de la falta de conciencia moral, de la desconfianza como principio, de la prevaricación, de la violencia y la agresividad como noticia de cada día.

Que haya serios motivos para la preocupación, es evidente. Pero ello no justifica, en modo alguno, renunciar a poner en marcha todos los recursos de los que se pueda disponer para mejorar la situación. A mayor dificultad, mayor debe ser el empeño, la preparación, la unión de fuerzas, la confianza en el hombre y, sobre todo, en Dios.

Un análisis consciente de la situación, objetivo y real, actúa de palanca para emprender el trabajo necesario para salir del atolladero. Y sin caer en el absurdo de ese jugueteo morboso con la negrura, el pesimismo y un apocalipsis con irremediables catástrofes.

“Cuesta abajo, todos los santos ayudan”. Será para echar una mano y cambiar de dirección y salir del atolladero. Y seguimos con los refranes: “A quien madruga, Dios le ayuda, pero también al que se levanta a la una”. Es decir, que Dios no descansa ni reposa para atender a sus hijos, como dice el salmo. Otra cosa es que se le preste atención y confianza y se tenga en cuenta la hipoteca de responsabilidad que pesa, tanto individual como social, sobre los talentos de la inteligencia, de la justicia y del derecho, y ponerlos a disposición del bien de toda la comunidad humana.

Lo que cada uno pueda tener, es suyo. Pero no solo para él. Hay un deber de corresponsabilidad que asumir, conforme a las posibilidades que tiene cada uno para ayudar al bien de todos. ¿De qué sirve tener lucidez e inteligencia si no se ofrecen ideas que proyecten luz en el camino a seguir? ¿De qué sirve tener fe si no se practica la caridad fraterna?

Alejarse, pues, del peligro del jugueteo, del show sobre la incertidumbre del futuro, pues se puede caer en una irremediable ludopatía que acaba inutilizando a la persona y le impide poner en marcha los grandes valores de la investigación, el conocimiento, las técnicas y políticas necesarias para que se pueda ver realizada la promesa de Dios a Job: “Espléndido ha sido tu pasado, pero mucho mejor será tu futuro”. No era un balance político, sino de fidelidad a la fe recibida, también en medio de las dificultades.

En el nº 2.932 de Vida Nueva

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