Philippe Jourdan: “Aquí en Estonia puedo ser un verdadero padre”

niños católicos en Estonia

Único obispo de Estonia y el segundo en cinco siglos

Philippe Jourdan, único obispo de Estonia

Entrevista a Philippe Jourdan [extracto]

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA. Fotos: OPUS DEI | Cuando Philippe Jourdan se presenta como “el obispo de Estonia” no es que sea el presidente de su Conferencia Episcopal (que no existe) o el rostro más reconocible de la Iglesia allí, sino que, directamente, es el único prelado del país. Titular de Pertusa, fue designado oficialmente por Juan Pablo II el 23 de marzo de 2005, unos días antes de morir, como administrador apostólico de toda la comunidad católica nacional (hoy compuesta por 6.000 fieles, aunque hace 40 años apenas eran seis).

Pero si esto es de por sí llamativo, más lo es conocer que es el segundo obispo estonio en cinco siglos, cuando, tras el triunfo de la Reforma, el luteranismo se convirtió en la religión oficial y el culto católico fue suprimido de raíz. Su único predecesor, el jesuita Eduard Profittlich, fue el primer pastor para Estonia desde los tiempos de Lutero. Llegó en los años 30 de la pasada centuria, pero coincidió con el estallido de la II Guerra Mundial. Tras padecer el país la invasión nazi y la posterior comunista, Profittlich acabó muriendo en 1942 en el campo de concentración soviético de Kirov.

A sus 54 años, este francés, natural de Dax, no hubiera podido imaginar en sus tiempos de estudiante de Ingeniería de Caminos que su vida y su vocación iban a estar ligadas a este pequeño país del norte de Europa de apenas 1.200.000 habitantes: “Entonces, en París, junto a mis camaradas compañeros de estudios, como así nos llamábamos entre nosotros, nuestra idea ir a la Rusia soviética, a San Petersburgo, y trabajar para su departamento de Obra Pública. De ahí me vino lo de aprender ruso”, idioma que habla además del estonio, inglés, italiano, alemán y un perfecto español.

Pero todo cambió al poco tiempo y los planes previstos se trastocaron en otros muy distintos: se ordenó sacerdote y entró a formar parte de la familia del Opus Dei (en cuya sede en Madrid, en un reciente encuentro con medios, Jourdan conversa con Vida Nueva). El entonces prelado de la Obra, Álvaro del Portillo, con quien convivió unos años en Roma, creía que Estonia necesitaba un sacerdote que hablara ruso, pues el 25% de la población es originaria de países que conformaron la URSS. Entonces, en 1996, Jordan, ordenado sacerdote siete años antes, era el candidato ideal.Philippe Jourdan, único obispo de Estonia

Lo primero que hizo al llegar a Estonia y convertirse en el vicario general de su Administración Apostólica, fue renunciar a su nacionalidad francesa: “Pensé que mi gente se merecía un obispo que fuera de su país. Y, como aquí no se permite la doble nacionalidad, no lo dudé. Cuando fui a ver a la embajadora de Francia para comunicárselo, ella me felicitó y me dijo que, con ese gesto, hacía más por Francia que muchos hombres de negocios de nuestro país que vienen aquí solo por su interés”.

Lo que más le gusta a Jourdan es “poder ser un obispo pastor, un padre, como nos pide el papa Francisco. Cuando yo era niño, en Francia, veía a mi obispo como alguien lejano, como un funcionario de Dios. En cambio, aquí, aunque solo sea por nuestra situación de evidente minoría [hay un alto índice de ateísmo y, entre los cristianos, los luteranos son el 14,8% de la población y los ortodoxos el 13,9%, habiendo además unos 10.000 musulmanes, 6.000 baptistas y 1.000 judíos], los católicos vivimos la fe con una gran autenticidad”.

Una libertad sin precedentes

“Hay que tener en cuenta nuestra historia –insiste el prelado–, pues los primeros católicos estonios en muchos siglos no llegaron sino hasta los años 20-30, y a ellos les tocó también una época durísima, como experimentó Profittlich, del que estamos promoviendo su causa de beatificación como mártir. Ahora vivimos en libertad y, poco a poco, crecemos de un modo exponencial, no solo a nivel de fieles, sino de vocaciones. Hoy contamos con cuatro sacerdotes autóctonos, además de otros llegados de fuera. Pueden parecer pocos, pero, en toda la historia, solo hemos tenido 15… También hay 20 religiosas, cuya comunidad surgió al caer la URSS. Por todo esto, puedo afirmar con alegría que vivimos nuestro mejor momento en cinco siglos”.

Y eso que su pastoral no está exenta de momentos de dificultad, especialmente por las divisiones: “La mitad de los católicos aquí son propiamente estonios y la otra mitad son rusófonos. Esto no es anecdótico, pues hay que tener en cuenta que aún no han cicatrizado muchas heridas producidas por el dominio soviético y, por desgracia, proliferan muchos recelos a nivel general en la sociedad por este motivo. Por suerte, esto empieza a cambiar entre las generaciones jóvenes. Y en ello tiene mucho que ver Cáritas, que impulsa numerosas campañas de integración y conocimiento recíproco”.

Una segmentación, por cierto, que hace que Jourdan sea también el obispo de la comunidad greco-católica del país. Sin embargo, hay algo que los une a todos: “No hay un solo católico estonio adulto que no sea un converso proveniente de otra confesión. Esto hace que todos tengan un carácter muy especial: viven con una profunda humildad su fe, repitiendo frecuentemente que no son dignos de ella. Son personas que han abierto su corazón a la gracia de Dios y, por ello, sienten un respeto muy hondo por lo sagrado. Esto se aprecia con los catecúmenos adultos a los que preparo para su bautismo, unos 40 cada año. La primera vez que les enseñas a persignarse, experimentan dentro de ellos mismos un sentimiento como místico, de sincera emoción. Son muy apasionados. Todos recuerdan cómo, en los tiempos de la URSS, cuando por ley se cerraba toda iglesia en la que no hubiera al menos una persona en su interior, hubo un carnicero polaco que no dejó que cerraran la suya. Su ejemplo fue muy reconocido y acabó siendo condecorado por ello por Roma”.

Afortunadamente, se congratula el obispo, en estos tiempos de libertad y reconocimiento de la Iglesia católica –ya hay vigente incluso un Concordato entre la Santa Sede y el Estado estonio, el primero en firmarse por un país de la tradicional Europa luterana– todo es más fácil y les permite, como en todos los países, apostar por construir sociedad: “Nosotros fuimos los primeros en impulsar una red de escuelas cristianas a las que, por supuesto, puede ir cualquiera, independientemente de su fe. Hoy están de moda en el país, debido a su apuesta por la calidad, y ahora los luteranos y los ortodoxos se acaban de sumar con sus propios centros. Hasta el Estado nos apoya económicamente, pues conoce nuestra eficacia. Al contrario que en otros países de Europa, como Francia, aquí no se ve como una ataque a la laicidad del Estado”.niños católicos en Estonia

En este sentido, confiesa Jourdan, todos trabajan codo con codo para que el papa Francisco visite el país, entendiendo el Estado y todas las confesiones que sería un revulsivo para la vida nacional, como ya lo fue el viaje de Juan Pablo II en 1993: “Este 2015 se cumplen 800 años de la consagración del antiguo reino de Livonia a la Virgen María. Pese a la gran tradición luterana del país, este siempre ha tenido a gala ser ‘tierra de María’, que viene a ser el lema de Estonia. Todos lo consideramos el hito que dio inicio a la cristianización de la región, por lo que esperamos que el Papa lo quiera celebrar con nosotros. Juan Pablo II dejó huella aquí, y estoy seguro de que ahora, con Francisco, sería algo especial. Aquí es un auténtico referente social, un líder”.

Se multiplica la evangelización

Si a Philippe Jourdan le preguntan por el significativo incremento de los fieles católicos, lo tiene claro. Por un lado, está la cercanía: “Al consagrarme como obispo, vino un estonio que vive en California. Era el único miembro vivo de la primera familia conversa al catolicismo, en los años 20-30, aunque luego tuvieron que huir con la guerra. Él recordaba perfectamente cómo el obispo Profittlich iba de casa en casa a ver a los catecúmenos. Hoy mantenemos esa esencia: buscamos ser una familia”.

Pero, sobre todo, cree que la gente se convierte al catolicismo “por nuestra claridad de ideas. Los luteranos no dan muchas respuestas, nosotros sí. De hecho, cuando ellos abordan cuestiones morales de importancia, siempre recaban nuestro consejo. Eso lo ven quienes están en una situación de búsqueda real”.

En este sentido, concluye, “nuestra gran apuesta es por hacer ver a los jóvenes la necesidad de una familia fuerte. Solo el 13% de los niños viven con sus dos padres biológicos. Hay muchísimas separaciones y abandonos. El de la familia es nuestro gran reto”.

En el nº 2.931 de Vida Nueva

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