Khalil Jaar: “Me siento un párroco de los refugiados”

Sacerdote en Ammán, trabaja con el millón de las víctimas de la guerra acogidas en Jordania

Khalil Jaar, párroco de Ammán

Khalil Jaar: “Me siento un párroco de los refugiados” [extracto]

FELIPE MONROY | Ha pasado medio año desde el recrudecimiento bélico en la Franja de Gaza y también desde la dominación de Mosul, Irak, por parte del Estado Islámico (EI). Ambos episodios tuvieron como consecuencia lógica la expulsión de casi un millón de víctimas palestinas, cristianas y musulmanas. Tanto del sur como del norte, caravanas incesantes de refugiados solo pudieron encontrar cierta paz en Jordania, el único país que ofrece estabilidad y tolerancia entre ciudadanos, tribus, etnias y religiones. De hecho, acoge a un millón de víctimas de la guerra.

En este contexto trabaja Khalil Jaar, sacerdote católico de la Iglesia Latina del Patriarcado de Jerusalén, titular de la parroquia María Madre de la Iglesia, en la capital de Jordania. La iglesia está a un costado del aeropuerto de Ammán, cuya urbanización nació de un campo de refugiados palestinos.

Desde esa pastoral ha participado en el rescate de personas secuestradas y él mismo ha padecido las secuelas de este compromiso. Solo en julio pasado, durante las operaciones bélicas en Palestina y la Franja de Gaza, su parroquia recibió a más de un centenar de refugiados, muchos menores de edad traumatizados. Ello explicaría, como confiesa en conversación con Vida Nueva, su sentimiento más íntimo: “Me siento un párroco de refugiados. Más de la mitad de los fieles de la parroquia son refugiados de Siria, Irak, Egipto o Palestina. Y puedo decir que es una comunidad muy bonita, participativa y corresponsable”.

“Primero hay que partir de un hecho –explica–. Los cristianos en Jordania somos también una minoría. Pero lo que siempre digo es que, como cristianos, aunque seamos una minoría en el país, debemos construir el puente entre varias comunidades y hacer la paz. Nuestra responsabilidad es ser mensajeros de la paz y ayudar a la gente; enseñarles el valor del perdón y la reconciliación. Creo que es la única manera de acabar con el odio, la guerra, la lucha”.

Pero, ¿cuál es el horizonte que vislumbra si se mantienen los disturbios y la guerra? “Primero hay que decir que el conflicto entre los israelitas y palestinos es muy duro; yo no veo una solución hasta que todos crean en el perdón y la reconciliación. Puedo entender que Israel necesita seguridad para su vida y también que los palestinos necesitan justicia. Así que solo cuando lleguemos a saber con objetividad y caridad lo que necesita cada bando nos pondremos camino hacia la paz”.

El equilibrio hachemita

El sacerdote defiende que un modelo social que permitiera salvaguardar el bienestar de tantos despojados podría ser el propio reino hachemita de Jordania: “Aunque somos vecinos de estos países en graves dificultades, y constatando que también padecemos los problemas que desatan sus conflictos o problemas, en Jordania tenemos un Gobierno y un rey muy equilibrado. Es un Gobierno abierto y que quiere honestamente a su pueblo. Nosotros también queremos a nuestro rey, y ese intercambio de sentimientos de respeto ayuda a vivir mejor”.

Y es que, destaca Khalil Jaar, “cada vez que el rey se dirige al pueblo para hablar sobre la paz, dice siempre: ‘Quiero que mi pueblo sea consciente de la tarea que tiene. Sanar a los que sufren la injusticia, sanar a los fanáticos y darles una educación mejor’. Los jordanos sabemos muy bien que tenemos que dar ejemplo en los países árabes, porque no es el desorden lo que va a cambiar el panorama, sino el diálogo sobre una base de justicia y el respeto mutuo”.

“Cuando sobrevino la tragedia en Mosul –recuerda– y los cristianos salieron de la ciudad, el rey fue el primer líder de los países árabes que condenó todo lo que estaba pasando. Pero no con palabras, sino que dijo: ‘Mi país está abierto para recibir a toda esta gente buena’. Él es un ejemplo único; nosotros creemos, respetamos y rezamos siempre por él”.

Mensajeros de la Paz

Khalil Jaar también atiende una oficina regional de la asociación internacional de Mensajeros de Paz: “Tenemos una oficina en Ammán, aquí en Marka, que represento. El objetivo es ayudar a los refugiados, a los que sufren y, de manera especial, a los niños que han perdido padre o madre. A mí me secuestraron porque iba a acompañar y rescatar a dos niños de un hospital de Bagdad, en Irak, para traerlos aquí. Ese es el trabajo de nuestra organización. Gracias a Dios, hay muchos voluntarios en Jordania, cristianos y musulmanes, que me ayudan; porque es una institución que quiere ayudar al hombre, al ser humano, sin saber si es cristiano o musulmán”.

En el nº 2.931 de Vida Nueva

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