Libros

‘Tras la losa de ETA’


Un libro de Javier Elzo (PPC, 2014). La recensión es de José Ignacio Calleja

Título: Tras la losa de ETA. Por una sociedad vasca justa y reconciliada

Autor: Javier Elzo. Prólogo de Iñaki Gabilondo

Editorial: PPC, 2014

Ciudad: Madrid

Páginas: 305

JOSÉ IGNACIO CALLEJA | A través de la editorial PPC, Javier Elzo vuelve a convocarnos en este libro a una lectura en primera persona de lo que indica el subtítulo del mismo: Por una sociedad vasca justa y reconciliada. Lo hace como profesor en la materia, sociólogo y filósofo, y con la fuerza del testigo que ha pasado los hechos por el corazón. Es, por tanto, la obra de un profesor, militante y testigo de aquello que quiere contarnos. Así se lo reconoce Iñaki Gabilondo en el prólogo, y lo hace con verdad.

Elzo no despacha la cuestión en un santiamén, sino que se toma sus más de 300 páginas, siempre intensas y clarificadoras, y solo en algún momento más densas de lo que el sociólogo vasco nos tiene acostumbrados. Elzo lo ha escrito desde la compasión con las víctimas, desde la escucha del otro, desde la vocación de contar la verdad y colaborar a una paz justa; lo ha querido al servicio de la concordia o del encuentro entre diferentes, es decir, de la reconciliación y la convivencia. Y algo muy importante para el lector: lo ha escrito a partir del hecho y la emoción resultante de que ETA declarara el “cese definitivo de la violencia”.

Todas estas claves de lectura las desvela el autor por aquí y por allá, hasta decirlo expresamente al final; piensa y escribe “mirando al futuro desde el presente, [e] integrando, con justicia, el pasado” (p. 252). Este propósito tiene dificultades muy grandes, pues las reacciones sociales para su (in)cumplimiento son claras: mirar hacia otro lado, muchos; pensar solamente en los propios, casi todos; y abrirse a los otros y hacer posible “una sociedad vasca con las cuentas ajustadas, en un ajuste ecuánime y justo” (p. 289), todavía pocos, pero están ahí y crecen.

El libro consta de nueve capítulos que se estructuran en tres partes, aunque Elzo cree que se pueden leer juntos y por separado. Tiene razón, pero lo lógico es leerlos todos y en su orden. Los capítulos iniciales describen las actitudes con que la sociedad vasca recibe el final de la violencia de ETA, y recogen la narración de algunas historias de dolor de las que el autor ha tenido especial conocimiento. Todas ellas importantes y muy conmovedoras. Historias que hacen sentir y pensar, podrían llamarse.

Vienen después cuatro capítulos en los que la obra informa de perspectivas que no siempre se tienen claras: en qué consiste ETA, por qué se llamó movimiento de liberación nacional vasco, cuál es la pluralidad de la sociedad vasca ante ETA y, en particular, el sentir de la juventud ante ella y cómo ETA se ha justificado a sí misma en todos estos años.

Las víctimas

Por fin, la tercera parte acoge un capítulo fundamental para el propio autor y para el conjunto de la obra, cual es el de las víctimas, en su significado conceptual y, sobre todo, moral y político. Elzo se empeña a fondo en ello y aporta mucho. Sigue un capítulo sobre la reconciliación como posibilidad y sus significados, y cierra el trabajo con una reflexión sobre la memoria debida, “el deber de memoria basado en la justicia” y, por tanto, con “unos relatos que podamos compartir… como se comparte una mesa”. El requisito imprescindible, “el reconocimiento del daño injusto causado por todos los victimarios a sus víctimas” (p. 226). Sin este mínimo, no hay mesa común ni relatos legítimos que escuchar.

¿Un relato común? Cuando sea posible, y si alguna vez lo es –y apela en este punto a Paul Ricoeur–, tendrá que ver con cómo acogemos cada uno y todos juntos –cada ciudadano de los vascos y de cualquier pueblo– lo que nos viene dado como identidad por el lugar de nacimiento y/o de vida, y lo que como identidad nos construimos conscientemente cada uno. En este equilibrio del doble rostro de la identidad se juega sin remedio nuestra moralidad cívica y política, la que nos libra de todo totalitarismo y hace posible la reconciliación.

Imposible recoger los matices teóricos y las emociones que se hilvanan alrededor de cada tema. Elzo es un nacionalista vasco moderado, cuyo talante intelectual y moral le obliga a buscar de mil modos la claridad en los conceptos más discutidos (“violencia terrorista”, “víctimas del terrorismo”, “conciencia nacionalista”, “reconciliación y perdón”, “identidad heredada y construida”, “tortura”…), y lo logra con suficiencia sobrada para merecer la confianza del lector. Sus matices dan que pensar. El equilibrio logrado no es equidistante, sino que denota la certeza de que la verdad de las cosas reside en los matices y diferencias justas.

Humanismo y moral

El volumen es atractivo, porque el texto es claro –algo denso en su capítulo final, de la mano de Todorov y el citado Ricoeur–, y narrativo, a menudo. No es un libro de política, sino de humanismo y moral ante una crisis de humanidad inaceptable. Cualquiera puede leerlo con provecho para confrontarse con lo que ETA ha sido y con la forma de ser “nacionalista” de un lugar. Verificará, además, las actitudes reconciliadoras que crea tener y su conciencia moral ante las víctimas del terror, y, por supuesto, ante la tortura. Elzo tiene esa capacidad del cristiano para situar las preguntas en su justo punto.

Dos aspectos me hubiera gustado debatir. Uno es que Elzo obvia en demasía la violencia como partera del mundo democrático en todos los lugares, por desgracia (p. 272); y el otro, que –si le entiendo bien– los individuos tenemos pertenencias identitarias múltiples o complejas, pero los pueblos y las naciones, ¿no? Creo, además, que le cuesta entender que alguien no dé apenas valor a su ser nacional. Algo así. ¡Ojalá mucha gente quiera y pueda leer este libro!

En el nº 2.929 de Vida Nueva

Actualizado
13/02/2015 | 04:10
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