Fundamentalismo: no en nombre de Dios

Pepa Torres, religiosa Apostólica del Corazón de Jesús e integrante de la Red Interlavapiés, con musulmanes y judíos en Madrid
Pepa Torres, religiosa Apostólica del Corazón de Jesús e integrante de la Red Interlavapiés, con musulmanes y judíos en Madrid

La religiosa Pepa Torres con inmigrantes musulmanes en el barrio madrileño de Lavapiés

Fundamentalismo: no en nombre de Dios [extracto]

ÁNGELES LÓPEZ. Fotos: SERGIO CUESTA | Tras los atentados contra ‘Charlie Hebdo’, la brutal ejecución del piloto jordano por el Estado Islámico y la firma del pacto antiyihadista en Moncloa, miembros de las tres confesiones monoteístas que conviven en España analizan el fenómeno del fundamentalismo.

“Los terroristas no pueden, nunca, nunca, hablar en nombre del Corán y su reacción extremista no tiene que ver con religión, sino con otras causas: psicológicas, de integración, sentimiento de exclusión o como quieras llamarlo”. Así de dolido se expresa Said, marroquí de 25 años, empleado en una tienda de frutos secos en el multicultural barrio de El Raval barcelonés…

Y prosigue: “En el atentado de Noruega en 2011, cuando Breivik mató a 77 personas en nombre del cristianismo, ¿no crees que los medios occidentales lo trataron de otro modo? No se habló de su fe, sino de su desequilibrio mental… En cambio, cuando se trata de un episodio igual de execrable, pero relacionado con el islam, sí se incluye –explícita o implícitamente– a toda la comunidad musulmana, incurriendo en el error de tildarla de violenta”. Se refiere a los sucesos acaecidos el 7 de enero en París, en la redacción del semanario Charlie Hebdo y en el supermercado judío Hyper Cache, con el espeluznante saldo de 20 muertos –incluidos los tres yihadistas– y doce heridos.

Pero, el hecho de que el autodenominado Estado Islámico (EI) se declare en guerra abierta, ampliando la lista de sus enemigos, le deja sin palabras. Después de usar las vidas de cooperantes y periodistas occidentales, las recientes imágenes del piloto jordano Moaz al Kasasbeh, de 26 años, ardiendo dentro de una jaula con un mono naranja, le hacen temer la nueva fase en la que ha entrado el EI en la batalla mediática que libra tanto en Siria como en Irak.

Said, al igual que musulmanes de todo el mundo –especialmente desde el 11-S–, ha venido manifestando su rechazo hacia organizaciones terroristas como Al-Qaeda o el Estado Islámico, que utilizan el nombre de su religión para justificar su proyecto criminal dirigido a imponer un régimen de terror. Los grandes representantes del islam están llevando a cabo una tarea didáctica para dejar claro que este fenómeno supone un ataque directo a las enseñanzas de su fe recogidas en el Corán y la Sunnah del profeta Mahoma.

En enero, el escenario del dolor fue París. En otras ocasiones, Nueva York, Madrid, Londres o Bali. Mañana podría ser cualquier parte del mundo… ¿Hasta cuándo y por qué?

En Francia viven cinco millones de musulmanes. La inmensa mayoría sigue los preceptos de sus textos religiosos, que son muy claros en la defensa del carácter sagrado de la vida humana. El Corán dice: “Si alguien mata a una persona inocente, es como si hubiera matado a toda la humanidad; y si alguien salva una vida humana, es como si hubiera salvado la vida de toda la humanidad” (Al-Maidah, 32). Estamos, por tanto, ante un hecho irrefutable: se trata de una religión de paz y no de violencia. Una vez más, es el “fenómeno humano” –como diría Teilhard de Chardin– quien todo lo malversa. Pepa Torres, religiosa Apostólica del Corazón de Jesús e integrante de la Red Interlavapiés, con musulmanes y judíos en Madrid

A algunos se les puede tachar de fanáticos per se, pero otros muchos acuden a la llamada de las armas en nombre de la desesperación. A fecha de enero, las Fuerzas de Seguridad del Estado calculaban que cerca de 2.000 marroquíes y 50 españoles se habían unido a la yihad [guerra santa]. Exaltación en unos casos; otros, a cambio de suculentas mensualidades –entre 3.000 y 5.000 euros– para sacar a sus hijos de la pobreza de entornos marginales, como Tánger o Ceuta. Al poco, terminan empuñando un kalashnikov, inmersos en una guerra que no comprenden. Un grupo reducido, que funcionará como células durmientes a la espera de perpetrar un atentado con “inevitable” autoinmolación de fondo.

“Los terroristas que actúan en nombre del islam promueven una ideología takfiri, que supone la negación de las creencias de todos los que piensan diferente, incluyendo a la inmensa mayoría de los musulmanes, a los que consideran apóstatas. Derivan su ideología del wahabismo, una corriente extremista aparecida en el siglo XVIII en lo que es hoy Arabia Saudí”, expresa Sebastián Vázquez, escritor, experto en religiones y editor de Los libros del Olivo.

Estos grupos sectarios de hoy son socios estratégicos de determinados lobbies del petróleo, “de capital mayoritariamente norteamericano y británico. Ambas, la política y la geoestrategia, están orientadas a detentar poder, capital, armamento… Ese hecho no es solo un asunto contemporáneo. Ya en Al-Ándalus hubo un problema parecido. Los propios almohades se definían como los wahabíes: al muahiddún, los ‘monoteístas puros’”, concluye Hashim Cabrera, artista plástico, escritor, uno de los fundadores de la Junta Islámica y director de Webislam.com.

Un profeta no violento

Naima, una belleza egipcia de 20 años, estudiante de Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid, apela a su corazón para argumentar: “Al profeta Mahoma (la Paz y las Bendiciones de Dios sean con él) se le insultó, se le acusó de loco, se le tiraban piedras, excrementos… Y, a pesar de ello, su respuesta jamás fue violenta, no encontramos en toda su vida un llamamiento a devolver el insulto con otra ofensa ni al ataque con agresión alguna”.

Por definición, todo radicalismo que aboga por la violencia es contrario al espíritu de cualquier religión. “Pero hay que tener presente que cualquier texto sagrado puede ser retorcido, manipulado y reinterpretado hasta obligarle a ‘decir’ lo que se quiera”, recuerda Sebastián Vázquez.

Para Anna Krull, miembro de la Federación de Comunidades Judías de España, “las interpretaciones diferentes generan corrientes distintas, pero no necesariamente radicales. Incluso, muchas, pueden ser enriquecedoras. La diferencia en la manera de interpretar la realidad se traduce también en variaciones a la hora de llevar a la práctica lo indicado en los libros sagrados”.

En el año 1999, la ONU advertía que el extremismo religioso estaba extendiendo sus tentáculos por todos los confines del planeta. Han pasado dieciséis años y, lejos de mejorar, los distintos informes sobre libertad religiosa en el mundo muestran una discriminación abierta o encubierta contra cristianos de distintas confesiones y musulmanes.

El fanatismo no es un fenómeno actual. Puede ser interreligioso, si se dirige contra comunidades de confesiones diferentes; intrarreligioso, si se produce entre grupos dentro de la misma religión; o bien extrarreligioso, cuando provienen del secularismo.

“Más que una escalada de extremismo, lo que vemos es un intento de dividir y enfrentar a las sociedades y una estrategia para justificar ante la opinión pública el expolio de recursos de países terceros”, argumenta Hashim Cabrera.

Judíos, musulmanes y cristianos se ponen inmediatamente de acuerdo: “La violencia deriva del fracaso de las políticas de integración… Es la coartada perfecta para una mayor vulneración de los derechos humanos”, matiza Pepa Torres, religiosa Apostólica del Corazón de Jesús e integrante de la Red Interlavapiés, el barrio más multicultural de Madrid. “Y el problema llega cuando el radicalismo es conveniente a otros intereses, ya sean económicos, políticos o estratégicos”.

Espiral de violencia

La extrema agresividad de Occidente ha causado la muerte de millares de civiles inocentes y ha sometido a niveles de tortura de una violencia increíble a jóvenes musulmanes, contra los cuales las sospechas son meramente especulativas, como consta en el reciente informe presentado al Congreso norteamericano. Y también es sabido que muchos jóvenes islámicos extremistas declaran que su radicalización nació de la revuelta contra tanta violencia impune.Pepa Torres, religiosa Apostólica del Corazón de Jesús e integrante de la Red Interlavapiés, con musulmanes y judíos en Madrid

Debemos meditar si el camino para frenar la espiral de violencia es continuar con las mismas políticas que la han alimentado, como ahora es demasiado patente, argumenta la musulmana Laure Rodríguez Quiroga, investigadora en el Euro-Mediterranean University Institute (EMUI).

La violencia, a fin de cuentas, es violencia, “lo contrario a lo que proponen las religiones –explica Esther Bendahan, escritora y judía sefardita–. Pero esta escalada no es nueva. Europa se da cuenta ahora, pero los judíos la llevamos sufriendo muchos años. Claro que en nuestro tiempo, el foco totalitario se ha fijado en un grupo nihilista. En el nombre del islam se habla de ofensas, de humillaciones… No es un fenómeno nuevo. Recordemos al escritor Salman Rushdie, pero ha ido creciendo gracias a la indiferencia, a los mensajes confusos, a la falta de liderazgo occidental. Si no hacemos una oposición clara, unida, un discurso ético responsable, la situación puede destruirnos”.

Para Pepa Torres, la síntesis es lapidaria: “El extremismo no es nuevo, pero sí es la coartada perfecta para hacer de nuestro continente la fortaleza del blanco, europeo y capitalista… Solo una minoría es extremista, aunque haga mucho ruido. El resto quiere integrarse, porque ya saben lo que es el infierno, el hambre y la opresión en sus países de origen. Su espíritu, en mi experiencia, es más democrático que el de los nacidos en democracia, porque han venido buscando un espacio donde vivir en libertad”.

La verdadera amenaza es la exclusión, que puede explicar, que no excusar, la radicalización de los jóvenes. De las segundas y terceras generaciones, como los extremistas causantes de la masacre de París… ¿Les estamos, y se están, considerando ciudadanos de cuarta?

Pulsión antiinmigrante

El problema reside en la tolerancia. Siendo mordaces, se podría resumir con la siguiente hipérbole: el emigrante es muy distinto de nosotros, es una carga que debemos aguantar mientras que nos es útil; pero solo debemos hacerlo si es moderado y asimila nuestros valores… Pero ¿cuáles son los “valores occidentales”? Después de tantos siglos de atrocidades cometidas en nombre de estos principios, tanto dentro como fuera de Europa –de la violencia colonial a las dos guerra mundiales–, es momento de exigir grandes dosis de reflexión sobre lo que son y por qué razón, según los contextos.

“El fenómeno de pulsión extremista no aparece aislado, ya que ha estado precedido por un período de creciente radicalización religiosa entre católicos y judíos”, argumenta la judía Anna Krull.

Ahora es el turno de los musulmanes en Europa, que representan una de las minorías más jóvenes y recientes, “por lo que no es sorprendente que estén alerta ante episodios de racismo y estigmatización, real o percibida”, advierte Sara Silvestri, profesora en la City University de Londres, especializada en islamología. “Todavía están en un proceso de protección de su posición e identidad en el seno las sociedades europeas, y, por ello, son más sensibles a las sátiras o las bromas. Es otro sistema de valores que hay que entender, antes desde las razones culturales que desde las religiosas”.

Las creencias son medulares y, al igual que intentamos no mofarnos de la condición sexual de nadie, deberíamos respetar lo que hay de sagrado en los ritos e historia de cada una de las comunidades que conviven en nuestro tejido social.

Si volvemos a Francia, la comunidad musulmana constituye el 7,5% de su población, pero la gran mayoría sigue considerándose incapaz de integrarse. O lo que es peor, que no le permiten la unificación plena: se enfrentan a las rentas más bajas, son el principal foco de los desahucios, sufren detenciones guiadas por estereotipos… Incluso símbolos religiosos como el hiyab, están prohibidos en las escuelas públicas.

Apriorismos y prejuicios se unen al grave factor llamado crisis: “Y genera miedo –explica Sebastián Vázquez–, especialmente en Occidente. Si le sumamos individuos con débil personalidad a los que se les adoctrina convenientemente, el único resultado posible es el fanatismo. Si a todo ello se le añade que alguien pone dinero para que compren una pistola, el fin es, sencillamente, letal”.

Pepa Torres habla desde la piel de su experiencia cotidiana: “Lo veo todos los días en Lavapiés; la violencia llega del fracaso de las políticas de integración. Y es la coartada perfecta para una mayor vulneración de los derechos humanos…”.

Es una realidad que las recesiones avivan los extremismos, “pero hay otro tipo de crisis –aclara Esther Bendahan–: es una crisis de sentido. La pobreza es una vergüenza para nuestro mundo. No es aceptable y hay que dar repuesta. Pero no justifica que se resuelva con la muerte. Vengo de familias de emigrantes, luchadores que han sobrevivido en Canadá, España, Venezuela, Israel, como muchos judíos de países árabes que salieron sin nada por el peligro que les suponía vivir en ellos. Y las crisis se resolvieron con trabajo, con imaginación, con solidaridad”.Pepa Torres, religiosa Apostólica del Corazón de Jesús e integrante de la Red Interlavapiés, con musulmanes y judíos en Madrid

Diálogo interreligioso

Sería faltar a la verdad afirmar que estamos ante un choque de civilizaciones, teniendo en cuenta que la fe cristiana tiene las mismas raíces que la islámica o la judía, y, a su vez, las tres derivan de un tronco abrahámico común. Estamos, desgraciadamente, ante lo que no pocos analistas definen como un “choque de fanatismos”.

La historia nos recuerda cómo muchos de los extremismos y sus colisiones estuvieron relacionados con intereses económicos y políticos que, en realidad, nunca beneficiaron a los que más los sufrieron. En Europa, con las cruzadas, la Inquisición, la evangelización de las poblaciones colonizadas, las guerras religiosas y de Irlanda del Norte… Incluso, lejos del Viejo Continente, una religión tan pacífica como el budismo legitimó la masacre de muchos millares de miembros de la minoría tamil de Sri Lanka; del mismo modo, los fundamentalistas hindús masacraron a las poblaciones musulmanas de Guyarat en 2003. Los ejemplos son, desgraciadamente, incontables…

Gran conocedor de todo ello es Hans Küng, profesor de Teología ecuménica y presidente de la Fundación por una Ética Global, quien, con su rigor habitual, argumenta: “Sería equivocado desacreditar al islam calificándolo de religión de espada y fuego y no ver su sustancia: una gran religión ética”. Y prosigue: “En el islam, religión de paz, hay fanáticos, pero también los hay en el judaísmo y en el cristianismo. ¡Hagamos memoria!…”. Así lo expresaba en su trilogía sobre las tres grandes religiones monoteístas.

Por tanto, si compartimos santos, profetas, ángeles y arcángeles, ¿por qué no establecer la invitación al diálogo interreligioso que lleva años promoviendo? “No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones. No habrá paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones”, repite el profesor Küng, al tiempo que aboga por establecer un conjunto de normas que se basen en unos principios fundamentales aceptados por todos los credos.

Palabras sobre las que abunda Laure Rodríguez Quiroga: “Si se quiere la paz, se debe de dar punto final a la teoría del choque de civilizaciones, desde donde se han justificado acciones bélicas. El único camino para el entendimiento pacífico se consigue aplicando el encuentro, el diálogo, la alianza… Manejando la diversidad desde la justicia y la igualdad”.

El islam y el cristianismo tienen una larga historia de conflictos. Los cristianos piensan casi siempre solo en las guerras de conquista emprendidas por los musulmanes, que los llevaron hasta España y a las puertas de Viena. Los musulmanes, por su parte, evocan las cruzadas, el colonialismo y el imperialismo de Occidente, que sometió en la práctica todo el ámbito musulmán, desde el Atlántico hasta Indonesia, a su control político, económico y militar. Por este motivo, la desconfianza y el recelo están muy extendidos en ambos lados. Pero pueden superarse por medio de la Ilustración y, sobre todo, de una política mejor.

La escritora judía sefardita Esther Bendaham apunta: “Creo que no es una religión ni una ideología, sino la mano humana que a veces convierte a las palabras en oro y otras en fuego. Incluso las mejores intenciones terminan suponiendo la muerte para quienes no quieren ser salvados por su bien. Recomiendo el libro de Padura: El hombre que amaba a los perros. A veces es más fácil amar a los perros que a los hombres que opinan o sienten o aman de manera diferente”.

Existían relaciones buenas entre los países occidentales y los estados islámicos, pero se han visto progresivamente envenenadas, por un lado, por el problema del Estado palestino, aplazado desde hace décadas; y por otro, por las nuevas guerras ofensivas, sobre todo de los Estados Unidos en Afganistán y en Irak.

Debemos intentar dibujar una imagen realista del islam, situada entre su imagen hostil y su imagen ideal, ambas unilaterales. Esto exige de ambas partes la autocrítica y el esfuerzo por entender las religiones desde su interior.

El papa Francisco no ha cesado de proponer en las últimas semanas su deseo “de impulsar la libertad de culto” y “la libertad de vivir según la ética religiosa”, así como la “solidaridad de todos los creyentes” para luchar contra el terrorismo que “instrumentaliza la religión”. De igual forma, reclama, como el teólogo Hans Küng, “el diálogo interreligioso e intercultural” para contrarrestar “toda forma de fundamentalismo y de terrorismo, que humilla gravemente la dignidad de todos los hombres e instrumentaliza la religión”.

“Yo anhelo que nos entendamos. Que vivamos en paz. Que recemos los unos por los otros, pero, sobre todo, que lo hagamos juntos. Que no nos mofemos de lo que no comprendemos… Siempre habrá líneas que, por cuestión de orden o ley, no se pueden cruzar; por gusto o decencia… ¿Ha habido alguna mofa o chiste burlándose del Holocausto? ¿Y caricaturas sobre las víctimas del 11-S precipitándose desde las Torres Gemelas? Tampoco. Y celebro que así sea. Pero, en nombre del Dios en el que todos creemos, lleve el nombre que lleve: seamos empáticos y respetuosos los unos con los otros”, resume con lágrimas Saima.Pepa Torres, religiosa Apostólica del Corazón de Jesús e integrante de la Red Interlavapiés, con musulmanes y judíos en Madrid

 

“Es preciso diferenciar a los terroristas de los fieles musulmanes”

Los misioneros y misioneras españoles, ante los actos terroristas de París y las manifestaciones, tanto de repulsa, como de apoyo, registradas en los días, e incluso en las semanas siguientes, se han reunido para, desde su experiencia de convivencia, emitir un comunicado con el que reivindicar “la libertad para promover el encuentro entre los pueblos”.

En un texto enviado a Vida Nueva, y que firman 14 congregaciones religiosas del Servicio Conjunto de Animación Misionera (SCAM), afirman que “en los acontecimientos pasados es necesario y urgente distinguir muy claramente entre las personas que por ser víctimas de situaciones injustas y dolorosas han tomado como solución la violencia terrorista, y las personas que, aun siendo cercanas a los anteriores por su experiencia religiosa, no están de acuerdo con dicha solución violenta. Es preciso diferenciar a los terroristas de los fieles musulmanes. Como misioneros y misioneras con experiencia de compartir nuestra vida con personas y comunidades de religión musulmana, podemos proclamar que el encuentro entre los pueblos y el diálogo entre las diversas religiones es posible”.

Asimismo, muestran su alegría por “la respuesta rápida y contundente de todos aquellos que se manifestaron contra los atentados”, aunque, añaden, “nos hubiera gustado ver la misma reacción unánime y clamorosa ante acontecimientos tanto más graves que los de París que ocurrieron en las mismas fechas, pero fuera de Europa.

El 3 de enero, varios terroristas asesinaron a 2.000 personas en Nigeria y dos niñas de apenas 10 años fueron utilizadas como portadoras de armas letales. Nos apena que no se organicen manifestaciones y protestas con la misma fuerza contra las violencias en Irak, Siria, República Centroafricana, Sudán del Sur y tantos otros lugares del mundo”.

Estas instituciones misioneras se muestran, por supuesto, partidarias de la libertad de expresión, aunque apuntan que, “en nuestras relaciones con los que son diferentes, por su cultura y su religión, debemos hacer lo posible por decir lo que pensamos del otro, pero sin eliminarlo, destruirlo o violentarlo en su persona y en sus valores”.

De ahí que apelen “a un uso responsable de la libertad de expresión que respete la sensibilidad y los valores de la cultura y religión musulmana, del cristianismo y de todas las demás creencias religiosas”.Pepa Torres, religiosa Apostólica del Corazón de Jesús e integrante de la Red Interlavapiés, con musulmanes y judíos en Madrid

 

“Ni el Estado puede imponer el laicismo, ni una religión su credo”

La mayoría de las constituciones de corte democrático son aconfesionales, porque la libertad religiosa es uno de los derechos humanos básicos y solo consolidando la separación entre Estado y religión se pueden lograr altas cotas de respeto, integración y responsabilidad, que arrinconaría cualquier tipo de extremismo.

Aunque Hashim Cabrera recuerda que la Península Ibérica ha sido escenario histórico de una diversidad inclusiva –“la sociedad andalusí, que era de mayoría musulmana y confesional, era inclusiva y otorgaba bastantes más derechos a las minorías que los que conceden las denominadas ‘democracias parlamentarias occidentales’”–, no olvida reseñar que, “si se aplicase correctamente el principio de aconfesionalidad y se midiese con una vara justa, podría conformarse una sociedad inclusiva”.

Anna Krull da un paso más: “Sí. El Estado debe ser aconfesional, pero eso no es igual que laico. Entiendo que ser aconfesional permite a las diversas comunidades religiosas tener su propio espacio y generar una comunidad inclusiva donde la religión no es un factor de exclusión, sino de diferenciación no discriminadora”.

Por su parte, Esther Bendahan argumenta: “Creo en leyes que defiendan nuestros derechos basándose en la experiencia y en nuestro tiempo. También creo, como ya lo demostró Mendelssohn, que el judaísmo es compatible con la modernidad. Por tanto, si cambiamos el foco, nada impide ser judío y vivir en esas leyes en un mundo laico y moderno. Lo mismo sucede con el cristianismo. No hay que tener miedo a las diferencias; por el contrario, nuestro deber es protegerlas. El resto debe enfrentarse a ese dilema que hemos resuelto históricamente y encontrar sus vías de desarrollo. Pero no debemos permitir a otros lo que no nos permitimos a nosotros”. Nuestros únicos enemigos son quienes están en contra de los derechos humanos.

Y con la lupa del estudio, Sebastián Vázquez agrega: “Aunque pueda parecer lo contrario, el justo laicismo de los estados es la única solución para garantizar respeto y libertad al ejercicio de sus respectivas religiones por parte de sus fieles. Y la clave es lo antes mencionado: el respeto. Ni un laico –mucho menos el Estado– puede imponer su laicismo a nadie, ni ninguna religión puede imponer su credo a ninguna sociedad”.

Laure Rodríguez Quiroga lo resume de una forma sintética, tamizando la sangre híbrida que corre por sus venas: “Mi condición es musulmana. Me reconozco en la tradición cristiana transmitida por mis padres y asumo con orgullo la herencia sefardí que constatan mis apellidos. Soy fruto de una sociedad multicultural y multiconfesional que acaba de salir del monolitismo religioso impuesto por la fuerza. Por eso, me acojo al artículo 16 de la Constitución española para defender la libertad de conciencia del ser humano”.

Los estados democráticos apuestan por una sociedad inclusiva, capaz de cimentar las bases del respeto entre todos, independientemente de sus creencias. Por ello, en España, Gobierno y Oposición han firmado el cuarto pacto antiterrorista suscrito por PP y PSOE en casi treinta años… Aunque esta vez no haya tenido como objetivo la lucha contra ETA, sino las actuaciones del terrorismo yihadista. La finalidad, con todos los matices que cada sigla quiera –o deba– argumentar, no es otra que la de preservarnos como ciudadanos libres del extremismo.

Solo la libertad de conciencia ampara la libertad religiosa y la libertad de culto. Y solo un diálogo para apostar por la unidad, la unión de valores que respeten la diferencia que va más allá de lo “interreligioso”, podrá logar la bendita paz. Paz para sentir a Dios, le llamemos por el nombre que sea.

En el nº 2.929 de Vida Nueva

 

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