Cuaresma 2015: con corazón de carne

dos personas pintando un corazón con tiza en el suelo

Un camino de purificación y de vida a través de diez pequeños testimonios

dos personas pintando un corazón con tiza en el suelo

SANTOS URÍAS, sacerdote y escritor | El camino hacia la Pascua es un camino para identificar al Dios verdadero en nuestra vida. No son solo la desconfianza y el escepticismo los que debilitan nuestra fe, también hacernos imágenes de la divinidad que poco o nada tienen que ver con el Evangelio y que, con frecuencia, resultan más “fáciles o accesibles”, pero desvirtúan el mensaje renovador, ilusionante, transformador que nos dejó Jesús. Vamos a intentar recorrer en diez puntos, y de la mano de diez pequeños testimonios, un camino de purificación y de vida.

Aquello que significa la Cuaresma: tiempo de cambio, de iluminación interior, de conversión profunda que arranca el día 18, Miércoles de Ceniza. Dejar que Dios saque nuestros cansancios, nuestros endurecimientos, la parte de piedra que tenga nuestro corazón, para hacer reverdecer ese corazón de carne: sensible, atento, compasivo. Ojalá que estas líneas nos ayuden a ello.

1. Un Dios “injusto”

chica rezando sola con las manos delante de la cara

Una mujer busca por la sacristía alguien con quien poder charlar un rato: “Por favor, ¿un cura?”. Lleva las marcas del dolor en su rostro. Nos sentamos en un banco del templo. Hace mucho tiempo que no se atrevía a acercarse por la Iglesia. Una mezcla de vergüenza, miedo… Pero hoy, confiesa, algo la ha movido a dar el paso.

Su vida es un desastre: maltratada por su padre, ella repitió esos golpes con su descendencia, y también con la ajena. Cuida unos niños y, a veces, los ha golpeado con la rabia que muerde su corazón. Ha tenido necesidad, mucha necesidad. Pasando por encima de sus principios y de sus sentimientos, llegó a prostituirse por dinero, y esas señales no se ven pero son más hirientes, las que dejan más cicatrices.

Susurra entre gemidos que no puede más, que siente que Dios se ha ido alejando de su vida, y que ella ha dejado de confiar en los demás y en sí misma. De sus ojos brotan unas lágrimas saladas y transparentes, que intenta tapar con unas manos encallecidas por el trabajo. En el aire flota el abrazo de Dios, y yo solo la acompaño con algunas palabras de acogida y de reconocimiento.

Muchas veces, no son necesarias las frases hechas o los discursos morales; el silencio es suficiente. Y callando, amaina la tormenta y se escucha la paz.

Me pregunta un amigo: ¿Dios es justo? Porque tiene un compañero que reniega constantemente: si Dios fuera justo, castigaría a los que hacen el mal y daría buena vida a los que hacen el bien.

Una justicia de dar a cada uno lo suyo (más veterotestamentaria), de balanzas y de sentencias, no parece que tenga que ver del todo con el Dios de Jesucristo. Parece que la justicia que aplica Jesús tiene más que ver con Lc 7, 36-50: “¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me ofreciste agua para los pies; ella, por el contrario, los ha regado con sus lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me besaste al llegar; en cambio, ella, desde que entró, no ha dejado de cubrirme los pies con sus besos. Y tú no me echaste aceite en la cabeza; ella, en cambio, me ha derramado perfume en los pies. Por eso te digo que se le han perdonado sus pecados, sus numerosos pecados, por el mucho amor demostrado. En cambio, a quien se le perdona poco demuestra poco amor”.

Posiblemente, es un lenguaje que nos suena novedoso, hasta cierto punto incomprensible, el que Jesús utiliza en el trato con el prójimo. Es el lenguaje no de la justicia entendida como normalmente la comprendemos, sino el lenguaje de la compasión, de la bondad, de la misericordia.

En este sentido, podríamos decir que Dios es “injusto”, no responde a nuestras medidas, a nuestros baremos. ¿Cómo si no explicar muchos de los encuentros de Jesús? Con la Samaritana, con Zaqueo, con Dimas… O parábolas como Mt 20, 1-16, donde los jornaleros que salieron a primera hora cobran exactamente lo mismo que esos otros que apenas trabajaron al final del día. Me decía una mujer de la parroquia: “Ese texto me cuesta mucho”. Lógico, Dios actúa “injustamente”, movido por otra referencia que es la bondad: “¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”.

Encajar esta nueva mirada del Dios cuya justicia es la justificación rompe moldes y nos acerca al corazón de Jesucristo.

2. Un Dios de la ternura

3. Un Dios cotidiano

4. Un Dios que se hace entender

5. Un Dios del abandono y de la pobreza

6. Un Dios del encuentro

7. De la paz y de la mansedumbre

8. Un Dios de lo pequeño y de los pequeños

9. Un Dios de la vida

10. Un Dios sorprendente

Cuaresma 2015: con corazón de carne, PDF íntegro solo para suscriptores

Pliego publicado en el nº 2.929 de Vida Nueva. Del 14 al 20 de febrero de 2015

 

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