Un abrazo a las prostitutas en la India para recomenzar

religiosas adoratrices en la India trabajan con prostitutas

Caridad Paramundayil explica la labor de las adoratrices con las víctimas de la trata

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Un abrazo a las prostitutas en la India para recomenzar [extracto]

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA. Fotos: MANOS UNIDAS | Caridad Paramundayil es una mujer apasionada y todoterreno que, frente a lo que pueda parecer por esta definición, se expresa con una cierta timidez fruto de su humildad. Nacida en 1948 en el Estado de Kerala –donde se concentra buena parte de la minoría cristiana de la India–, lleva 46 años consagrada como religiosa adoratriz. Licenciada en Historia, Psicología, Teología y Educación, habla inglés, hindi, malayalam y oriya. Además de un perfecto castellano (hizo su noviciado en Guadalajara), que es el que utiliza en su reciente encuentro con Vida Nueva en Madrid. Desde hace tres años, pasa aquí temporadas de seis meses. Está acometiendo un reto no pequeño: traducir la obra de la fundadora de su congregación, santa María Micaela.

Sin embargo, si hay algo de lo que se siente especialmente satisfecha, es por la apuesta de las adoratrices indias por potenciar la autonomía de la mujer, especialmente de las que están en lo más bajo: las prostitutas.

“En el año 2000 –explica–, nos reunimos en asamblea y decidimos centrarnos en lo que en todo el mundo es nuestro carisma más hondo, la atención a las víctimas de la prostitución. Desde entonces, aunque antes ya contábamos con varios proyectos, hemos concretado nuestros esfuerzos en esta tarea, tanto en la provincia de Bombay, que cuenta con 72 hermanas, como en la mía, la de Calcuta, donde somos 70”.

Caridad Paramundayil religiosas adoratrices en la India trabajan con prostitutas

Caridad Paramundayil

En esta década y media, han pasado por sus casas unas 400 mujeres y niñas, estando puesta la preferencia, por realismo, en las últimas: “Aunque lo intentamos, somos conscientes de la dificultad de que las prostitutas dejen eso atrás. Cuando no es así, tratamos de que al menos les den la oportunidad a sus hijas y las dejen vivir en nuestras casas. Cada caso es un mundo, pues las hay de todas las edades y cada una necesita un tiempo… Algunas están unos meses y otras años”.

Para articular una respuesta más eficaz, concretan su acción según los contextos y los perfiles de las chicas: “En la provincia de Calcuta, que incluye cuatro estados, tenemos cuatro hogares y seis puntos de contacto, instalados siempre en zonas donde la prostitución y el tráfico de personas son muy visibles. Nuestro carisma nos anima a salir a su encuentro, no a esperarlas sin más. En cuanto a las hijas de las prostitutas que viven con nosotras, las dividimos en dos grupos. A las más pequeñas, a partir de los cinco años, tratamos de escolarizarlas en centros con los que tenemos contacto. En cuanto a las que están entre 13 y 25 años, conscientes de que es difícil que reciban una formación académica, les damos clase en nuestras casas, con un aprendizaje profesional enfocado a que un día puedan ser autónomas. Con mucha gente que nos ayuda, empezando por muchas profesoras que en su día llegaron aquí como víctimas, les enseñamos un oficio. Hacen perfumes, detergentes, cosméticos… Luego vendemos todo a través de instituciones amigas y así ellas reciben un sueldo”.

La clave, abunda Caridad, es que las chicas se sientan valoradas y ganen en autonomía, pues así, aunque no siempre se cumple, estará más lejana la posibilidad de caer en la prostitución: “Algo simbólico es cuando les damos un título que confirme que han hecho un curso de formación profesional o las acompañamos para que se abran una cuenta corriente. Eso o el simple hecho de poder compartir una comida con ellas les hace emocionarse. A veces nos miran sorprendidas y nos preguntan que por qué las ayudamos. Por desgracia, la mentalidad extendida en muchas partes de mi país hace que se sientan así, como si fueran basura en vez de personas”.

La lacra del machismo

En este sentido, la adoratriz sostiene que, “si bien es verdad que la India es un subcontinente y hay diferentes realidades, las mujeres están por debajo. Hay una minoría, de clase media y alta, que ocupa cargos de importancia en política y en diferentes esferas de la vida pública, pero las mujeres de las clases bajas, que son la mayoría, son marginadas. En una familia, si hay poca comida y tienen una hija y un hijo, se da de comer al hijo”.religiosas adoratrices en la India trabajan con prostitutas

Por ello, la acción con las mujeres y niñas atendidas por su congregación es siempre integral, yendo más allá de lo material: “Organizamos excursiones, clases de danza como terapia de sanación y les damos todo tipo de cursos, como de higiene o moral. En lo espiritual, religiosos y sacerdotes de nuestra confianza acuden a nuestras casas a darles charlas”.

De lo que no se trata, aclara, es de hacer proselitismo: “La inmensa mayoría son hindúes o musulmanas, no habiendo casi ninguna católica en todos estos años. Por eso hacemos una oración genérica, de acción de gracias”.

Así, si bien son una comunidad pequeña, cuentan con “la ayuda imprescindible de varias realidades eclesiales, como Manos Unidas, que financia dos de nuestros hogares y dota de materiales y sueldos a los docentes de muchos centros con los que colaboramos. Gracias a todos, poco a poco vamos creciendo. Esto se aprecia claramente en el nuevo punto de encuentro que hemos abierto en Siliguri, en la frontera con Nepal y Bangladesh, en una zona con muchísimo tráfico humano. Allí, la Iglesia local nos apoya de muchos modos, incluso comprando los productos que elaboran las chicas. También mantenemos una relación muy estrecha con los salesianos y los jesuitas, que les dan formación en el centro. Nuestra misma congregación, a nivel global, nos ayuda mucho, económicamente y con varias iniciativas”.

¿Cuándo consideran que han tenido éxito con una chica ayudada? La respuesta de Caridad estremece por lo que refleja: “Cuando se casan. Desde el año 2000, son 26 las que lo han hecho. Para nosotras es una gran alegría, pues supone dejar atrás el riesgo de caer en la prostitución. En las bodas, nos gusta regalarles, a modo de dote, una máquina de coser o un equipo de cosmética. Con todas mantenemos una gran cercanía. Nos visitan mucho y nos dicen que somos su familia. No hablamos de grandes números, pero nosotras no estamos aquí para eso. Sean muchas o pocas, con ayudar a una persona a cambiar su vida todo esfuerzo merece la pena”.

De hecho, fue el caso de una de esas chicas el que a esta religiosa le sirvió de aldabonazo: “Mi vocación fue algo natural. Pese a que en toda la India los cristianos apenas somos el 2,2% de la población, en Kerala, donde fuimos evangelizados por santo Tomás, sí somos muchos. Mi familia es cristiana y yo me eduqué con las clarisas. Vi normal ser monja. Entré en las adoratrices, pero sin conocer su carisma, centrado en el abrazo a las víctimas de la prostitución. Hasta el año 2000, cuando profundizamos en nuestra misión, no fui consciente del todo. Hubo un día concreto, en 2004, en que todo cambió para mí. En una de nuestras casas llegó una joven con su madre, que era prostituta y tenía sida. Al poco murió. Con otras dos hermanas y un sacerdote, tuvimos que ir a su casa a resolver toda la burocracia, para recuperar su cartilla en el banco y que la chica pudiera tener un futuro con ese dinero. El ambiente era sórdido, oscuro y bullicioso. Sentía miedo y, lo reconozco, una cierta repugnancia. Pero desde entonces todo fue diferente. Ya nunca volví a sentir eso, al contrario. La chica se casó y tiene un hijo. Vienen a vernos cada semana y todos, en familia, nos sentimos felices”.religiosas adoratrices en la India trabajan con prostitutas

Caridad y sus hermanas adoratrices son mujeres normales, no superheroínas. Aunque su ola de amor, cada vez más extendida, sí sea descomunal.

Víctimas de la persecución

Aunque en el año 2000 las adoratrices indias dieron prioridad a las víctimas de la prostitución, hasta 2005 mantuvieron otro proyecto para mujeres y niñas consistente en potenciar su autonomía en áreas rurales del Estado de Orissa. Se beneficiaron 238 jóvenes durante los seis años que Manos Unidas financió su educación no formal. Hasta que llegó un brote violento desatado allí por los fundamentalistas hindúes contra los cristianos.

“Quemaron nuestra casa –recuerda Caridad–, no dejaron nada. Las tres hermanas pudieron huir con las 45 chicas y 17 niñas que había entonces. Salvaron la vida gracias a que el alcalde, que era católico, las acogió en su casa. Fue un 25 de agosto, festividad de la fundadora, María Micaela. Pese a lo traumático, al no morir nadie, pensamos que alguien las guió en su huida…”.

Desgraciadamente, el panorama no es mucho mejor hoy: “Desde mayo, contamos con un nuevo Gobierno federal que no nos quiere a los cristianos. En estos meses se han quemado cuatro iglesias y nadie lo ha impedido. En algunas partes, están convirtiendo a cristianos al hinduismo. Tenemos miedo”.

En el nº 2.928 de Vida Nueva

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