Romero ya olía a oveja

Óscar Romero, arzobispo de San Salvador, en 1979
Óscar Romero, arzobispo de San Salvador, en 1979

Monseñor Romero en 1979

SANTIAGO SILVA RETAMALES, obispo auxiliar de Valparaíso (Chile) y secretario general del CELAM

Fue asesinado cuando celebraba la Eucaristía. Lo mataron apenas un día después de que en su homilía denunciara, a la luz de la Palabra de Dios, las injusticias que sufrían sus compatriotas, los salvadoreños: “En nombre de Dios y de este pueblo sufrido… Les pido,les ruego, les ordeno en nombre de Dios que cese la represión”.

Como los profetas, representó los intereses de Dios en favor de los olvidados, de los que no tienen voz, de los que no cuentan para tantos hombres, pero que son los preferidos de Jesús. Sacó la cara por ellos, no como un político garante de los derechos humanos, sino como el pastor que hizo vida la Doctrina Social de la Iglesia entre los suyos.

Monseñor Romero ya olía a oveja, como nos pide Francisco. Él ya estaba en las periferias a las que nos envía el Papa. Y sabía que, por ser “Iglesia en salida”, debía compartir el destino de Jesucristo: “Sería triste que en una patria donde se está asesinando tan horrorosamente no contáramos entre las víctimas también a los sacerdotes. Son el testimonio de una Iglesia encarnada en los problemas del pueblo”.

Sus sacerdotes y su pueblo le conocieron y vivieron con él, percibieron su santidad en lo ordinario y sufrieron con él el martirio de lo cotidiano.

Monseñor Romero es el pastor fiel de la dignidad del ser humano y el mártir que, caminando en medio de su pueblo, del más sufrido y marginado, entregó su vida para testimoniar a Cristo. Como para Jesús, Getsemaní fue para él semilla de resurrección.

En el nº 2.928 de Vida Nueva

 

ESPECIAL MONSEÑOR ROMERO BEATO:

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