¿Islamofobia o vuelta a la religión?

Soumission, novela de Michel Houellebecq

Polémica en Francia por ‘Soumission’, la nueva novela de Michel Houellebecq

Soumission, novela de Michel Houellebecq

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Islamofobia –o no– es el debate que ha seguido a los asesinatos perpetrados contra la redacción de la revista Charlie Hebdo. Un debate que, más allá de discutirse en el ámbito de la propia sociedad francesa, tiene además otro campo de juego: la novela. El atentado de París coincidía –y no deja de resultar curioso– con la publicación y promoción de la última novela de Michel Houellebecq (La Réunion, 1958), indudablemente el narrador francés más leído de la última década y, también, el más polémico, atrevido y visionario. El nuevo libro de Houellebecq se titula Soumission (Sumisión, que Anagrama no publicará en España hasta octubre de 2015) y plantea un escenario político en el que un musulmán gana las elecciones generales de 2022 y, por tanto, es elegido presidente de la República Francesa.

La novela, que se puso a la venta el 7 de enero, el mismo día del asalto yihadista a la revista satírica –una de las doce víctimas fue el economista Bernard Maris, amigo personal de Houellebecq–, lleva ya vendidos casi 200.000 ejemplares. El libro, por supuesto, ha desatado un escándalo que está en todas las conversaciones, aunque no se haya leído la novela publicada por la editorial Flammarion.

El planteamiento del Palacio del Elíseo habitado por Mohammed Ben Abbes, líder de un ficticio partido islámico, Fraternidad Musulmana –que, además, en la sexta novela de Houellebecq vence a Marine Le Pen, la gran favorita–, ha irritado a muchos franceses; mientras, otros han acusado al escritor de incitar al odio contra los musulmanes. Entre tanto, Houellebecq intenta defenderse pidiendo, primero, que se lea la novela: “Sumisión es todo salvo islamófoba, y racista aún menos. Espero que consigamos salir de ahí”.

La ficción no se detiene en la victoria electoral de Ben Abbes –con el apoyo, por cierto, del actual presidente, François Hollande, y del partido conservador, UMP, que lidera Nicolas Sarkozy, para evitar el triunfo del Frente Nacional–, si no que va más allá en las consecuencias. Houellebecq imagina cómo las mujeres se ven obligadas a vestir túnicas sobre su “vestimenta occidental” o, animadas por las subvenciones públicas, abandonan en masa el mercado laboral. En consecuencia, baja el paro, la violencia urbana desaparece… Otra consecuencia: las universidades, por ejemplo, se vuelven islámicas.

Michel Houellebecq, escritor

Michel Houellebecq

Necesidad de Dios

“Lo he escrito por varias razones. En primer lugar, creo, es mi trabajo, aunque la palabra no me guste. Percibí unos grandes cambios cuando volví a instalarme en Francia, aunque estos cambios no sean específicamente franceses, sino más bien de Occidente en general. Creo que la segunda razón es que mi ateísmo no ha sobrevivido del todo a la cantidad de muertes a las que me he tenido que enfrentar. De hecho, empezó a parecerme insostenible”.

Detrás de la polémica y el debate ante un escenario político que el propio autor califica de “improbable”, hay una cuestión nuclear para la lectura de Sumisión y, en cierta manera, comprender a Houellebecq: “Creo que existe una necesidad de Dios real y que el regreso de la religión no es un eslogan, sino una realidad, y que está claramente en ascenso”.

La alusión a lo religioso –durante las entrevistas de promoción ha declarado que “nunca fui del todo un ateo; era un agnóstico”, dejando en el aire su acercamiento al catolicismo– está, si queremos creer al novelista, en el germen de la novela: “En el fondo es sobre la idea de que alguna religión es necesaria”. O, dicho de otro modo por el propio autor: “En muchos sentidos, sigo siendo un comtiano, y no creo que una sociedad pueda sobrevivir sin religión”.

Tema que ya ocupó su hasta ahora última novela: La posibilidad de una isla (Alfaguara, 2005), aunque Houellebecq –Daniel, su personaje, evidentemente– imagina en un escenario de ciencia ficción una religión propia, futurista y sesgada, a partir de su abominación a todo lo que entendemos por sagrado. Y, por supuesto, la necesidad de creer en “algo más allá” está en su novela más famosa, Las partículas elementales (Anagrama, 1999).

Después publicó Plataforma (Anagrama, 2001), en donde los grandes temas son muy similares a Sumisión –un protagonista perdido en la soledad, el sexo, la falta de amor que anhela un mundo muy distinto–, novela donde, en su desenlace, imagina un gran atentado en la costa tailandesa, en donde el protagonista decide establecerse. La bomba causa “117 muertos, el más mortífero conocido en Asia”, y Houellebecq lo atribuye en su ficción a un grupo de yihadistas. Un año después, en 2002, un atentado muy similar tuvo lugar en Bali con más de 190 muertos reivindicado por Al-Qaeda.Soumission, novela de Michel Houellebecq

“El islam es la religión más idiota del mundo”, dijo Houellebecq entonces. Y “la más peligrosa”, afirmó en una entrevista a la revista Lire en septiembre de 2001. Opiniones que hicieron llover querellas por injuria racial e incitación al odio, acusaciones de las que fue absuelto por el Tribunal Correccional de París.

Ante Sumisión, Houellebecq se desdice: “En el fondo, después de leerlo, el Corán es mejor de lo que pensaba. La conclusión más evidente es que los yihadistas son malos musulmanes –ha argumentado– y que la guerra santa de agresión no está autorizada en principio, solo es válida la predicación”.

La trama, sin embargo, tiene un eco mucho mayor. Houellebecq –y evidentemente no es la primera vez que lo hace, aunque ahora parece que se le lee mejor– describe un mundo sin arraigos ni valores morales ni atributos éticos. Ese es su verdadero escenario-presagio. Es el escenario en el que vive y se mueve su protagonista, un profesor de la Universidad de la Sorbona, especialista en el escritor decadentista Joris Karl Huysmans (París, 1848-1907) –luego convertido al catolicismo–, soltero, alcohólico y mujeriego que acabará haciéndose musulmán, en pleno marco de islamización emprendida por el presidente Ben Abbes, que incluye la propia Sorbona. En cierto sentido –reduciendo la novela a la limitación de condesar sus múltiples lecturas, algo siempre injusto–, busca en la sumisión a la religión una certidumbre que la libertad le niega.

Acercamiento a la fe

“Al principio, mi proyecto era muy diferente –ha afirmado Houellebecq en varias entrevistas–. No se iba a llamar Sumisión; el primer título era La Conversión. Y en mi proyecto original, el narrador también se convertía, pero al catolicismo. Lo que quiere decir que siguió los pasos de Huysmans un siglo después, abandonando el naturalismo para hacerse católico. Y yo no fui capaz de hacerlo”.

El autor explica esa imposibilidad por una mera cuestión de credibilidad narrativa: la Francia de Ben Abbes, entre otras cuestiones, pero también porque el personaje de François, con tanto en común con Des Esseintes (el gran personaje de la literatura de Huysmans), no es ni mucho menos el propio Huysmans, que en 1900 evolucionó hacia un cristianismo místico.

El tema central de la novela de Houellebecq, pese a que no tenga el eco de la presunta islamofobia, es el acercamiento a la fe, el papel preponderante que la religión –y no precisamente por la violencia que genera desde la aberración de la yihad– está llamada a jugar en un escenario donde el regreso al credo o la conversión será significativo.

Por ejemplo, estos días ha dicho Houellebecq: “Que la gente se convierta es una señal de esperanza, no una amenaza. Dicho esto, no creo que la gente se convierta por razones sociales; las razones de su conversión son más profundas, incluso aunque mi libro me contradiga ligeramente, siendo el de Huysmans el caso clásico de un hombre que se convierte por razones que son puramente estéticas”.

Como “ficción política”, lo que rodea a todo este escenario en Sumisión tiene un indudable lugar para el debate. Es decir, Ben Abbes y la Fraternidad Musulmana, con su política de islamización. Incluso también si, según algunos analistas, como el director de Libération, Laurent Joffrin, la novela favorece la expansión del Frente Nacional al seguir la “táctica del miedo”. La cuestión de fondo es otra, con todos los matices que habría que hacer a Houellebecq, que son muchos.

El tema de Houellebecq –quien también ha denunciado cómo “el catolicismo, ciertamente, ha sido más o menos marginado” en Francia– es, aquí también, la necesidad de creer en Dios.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.928 de Vida Nueva

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