El papa Francisco al transexual de Plasencia: “Diego, el Señor no te rechaza”

El obispo de Amadeo Rodríguez, clave en el encuentro que mantuvieron en el Vaticano

Diego-Neria-Lejarraga

Diego Neria Lejárraga

JOSÉ LORENZO | “Nunca antes me hubiera atrevido, pero con el papa Francisco, sí; después de oírle en muchas intervenciones, sentí que él me escucharía”, le contaba al periódico Hoy Diego Neria Lejárraga, el placentino de 48 años al que recibió el Papa el pasado día 24 de enero en un encuentro privado en la residencia de Santa Marta, en el Vaticano. Un encuentro del que no quiere dar más detalles, porque tampoco quiere que su historia –la de una persona que nació niña pero que muy pronto se sintió extraña a ese sexo y, finalmente, a los 40 años, decició someterse a intervenciones de cirugía plástica para cambiar su cuerpo– sea utilizada como estandarte de nada. Y, en definitiva, un encuentro del que, como ha sabido Vida Nueva tras contactar con personas de su círculo de confianza, “salió absolutamente feliz, se sintió maravillosamente acogido tras el abrazo con Francisco; se puede decir que ese momento ha sido la gran experiencia de su vida”.

Ese abrazo del Papa cerraba una etapa de una persona que, habiéndose criado en un ambiente cristiano, con un madre que, además, participaba en cursos de formación permanente de los que organiza la Diócesis de Plasencia, comenzó a sentirse rechazado, no solo por algunos vecinos, sino también por la Iglesia, de la que se sentía parte. “Eres la hija del diablo”, le arrojó a la cara un sacerdote tras su regreso a la pequeña ciudad extremeña después de su paso por Madrid para operarse. Un único caso, comprobado, pero que no representa –subrayan las fuentes– ni el sentir ni el hacer de la Iglesia placentina, muy identificada con los gestos de este pontificado.

De hecho, entre este momento dramático en el que es rechazado –por un único sacerdote, conviene remarcarlo– y hasta que Diego recupera la paz con el abrazo en Santa Marta, su proceso ha sido seguido muy de cerca por el obispo de la diócesis, Amadeo Rodríguez. Como sucede con tantos otros casos de acompañamiento con los que se topan en el día a día tantos consagrados, tampoco en este quiere el prelado el más mínimo protagonismo. Lo rehuye a conciencia. Sin embargo, las fuentes antes citadas reconocen el papel que ha jugado, desde el recibimiento que le dispensa al día siguiente de solicitarlo –gracias a la intermediación de un laico comprometido, amigo de la infancia de Diego–, a la escucha que le brinda, cuando una persona que sufre se abre para compartir la angustia, para descargar el sufrimiento de sentirse un extraño en una Iglesia, pese a que mantiene las raíces de “una fe viva”, apuntan a esta revista.

Consuelo y acompañamiento

Amadeo-Rodríguez

Amadeo Rodríguez

Así pues, el obispo le recibe, Diego habla, el prelado escucha, luego acoge: “El Señor no te rechaza”, dicen que le dijo. “Y tampoco nadie te puede rechazar, nadie tiene derecho a hacerlo”. Pero hay más. Una carta que le gustaría hacer llegar al Papa. Diego cree que él también le acogerá. Le gustaría preguntarle si puede haber algún rincón en la Iglesia en la que él, con su nueva vida, con su deseo de formar una nueva familia con su prometida, tendría cabida…

La carta llega y se produce una primera llamada del Papa. A Diego le basta con eso. Pero hay más. Le pide que le visite. No puede creerlo. Tantas personas, con tantas problemáticas distintas, y le llama a él. Le individualiza. El Papa ha reparado en su persona, en el dolor que asoma en una carta “extraordinariamente seductora”, como subrayan las fuentes. Pero es suficiente con haber escuchado al otro lado la voz inconfundible de Bergoglio. No hay porqué molestar más.

Pero el Papa insiste; en la carta se exponían dudas sobre la Iglesia y el rechazo, sobre el sitio de creyentes como él en una Iglesia como la que ahora pastorea un hombre que ha dicho que quién es él para juzgar a los demás… Pero no, Santo Padre, dicen sus cercanos que dijo, hay problemas económicos de por medio y la llamada ya basta para hacer feliz, pues pidan el dinero que yo lo pago después, pero no fue necesario porque lo hizo de su bolsillo el propio obispo… No debería conocerse este detalle, y ha causado disgusto, pero la información se cuela por las rendijas más insospechadas, y en Plasencia, con 40.000 almas, se conocen todos y es muy difícil salvaguardar algunos aspectos de una notica que ha dado la vuelta al mundo y ha puesto a la hermosa localidad cacereña en los grandes titulares.

“El obispo consoló, ¡cómo no iba a hacerlo!”, señala un sacerdote conocedor del encuentro. Y lo seguirá haciendo, ya lo ha hecho más veces, porque el proceso no ha acabado, subrayan. Nadie en la diócesis hace cuentas de si Diego va a misa o no. Como no las hacen de esas otras personas a las que acompañan en su dolor, en sus necesidades, “en esas mil historias donde estamos los sacerdotes cumpliendo simplemente con nuestro ministerio”. Aunque sus historias no den la vuelta al mundo.

En el nº 2.928 de Vida Nueva

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